Lectura 6:00 min
Adherencia a la terapia: el último y fundamental eslabón, que está roto
La discusión social y de políticas públicas en gran parte del planeta, relacionada con el acceso a medicamento, se centra habitualmente en la necesidad de hacer crecer los presupuestos de salud para su compra y la eficiencia en el gasto en estos, en paralelo a mejorar las compras públicas y los precios de los medicamentos acompañados de las listas de espera para obtenerlos, pero escasamente se enfoca en la parte final y más importante en esta larga y compleja cadena: La adherencia a la terapia. ¿Por qué?
La adherencia a las terapias es un factor fundamental en la eficacia de los tratamientos médicos. Se refiere a la capacidad del paciente de seguir las recomendaciones y prescripciones médicas para el uso de medicamentos, terapias y cambios en el estilo de vida. Lo que pareciera ser algo más bien trivial, no lo es y se ha convertido hoy día en un desafío global, pues las tasas de adherencia a las terapias varían ampliamente según la enfermedad, la región geográfica, segmentos socioeconómicos, entre otros.
Existen distintos tipos de no adherencia a la terapia, desde aquella en que se realiza una prescripción por parte del médico tratante y que el paciente nunca inicia, hasta aquella en la que no se sigue la indicación correctamente o se discontinúa la terapia, todo ello sin involucramiento ni visibilidad del médico tratante.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la falta de adherencia a los tratamientos médicos es un problema importante en todo el mundo. Se estima que menos del 50% de los pacientes con enfermedades crónicas, como la diabetes, la hipertensión y el VIH, siguen adecuadamente sus tratamientos. Las tasas de adherencia son aún más bajas en países de ingresos bajos y medios, donde las barreras financieras, logísticas y culturales pueden limitar el acceso a los medicamentos y la educación sobre la salud. Asimismo, los índices de adherencia suelen ser más elevados entre los pacientes con enfermedades agudas que entre los que padecen enfermedades crónicas.
Respecto de la adherencia óptima a una terapia, esta puede variar según la enfermedad, el tratamiento y el paciente. En general, se considera que una tasa de adherencia del 80% o superior es necesaria para lograr resultados terapéuticos óptimos. Esto significa que el paciente sigue el tratamiento recomendado, al menos ese porcentaje del tiempo. Sin embargo, para el caso del VIH o la diabetes, se requiere una adherencia aún mayor para lograr resultados terapéuticos óptimos. Por ejemplo, se ha demostrado que una adherencia del 95% o superior es necesaria para una supresión viral sostenida en pacientes con VIH que reciben terapia antirretroviral.
La falta de adherencia a las terapias puede tener consecuencias graves para la salud de los pacientes y aumentar el riesgo de complicaciones y hospitalizaciones. Además, la falta de adherencia también puede aumentar los costos de atención médica y reducir la efectividad de los tratamientos, lo que puede tener un impacto negativo en la calidad de vida y salud de los pacientes y en la salud pública en general.
Respecto a qué factores influyen en la no adherencia, se encuentran entre otros, el simple olvido de la dosis correcta y el momento adecuado para su utilización; los efectos secundarios del medicamento que afectan la calidad de vida, prefiriendo el paciente no continuar con su terapia; la complejidad de la terapia, como aquella en que se requieren múltiples medicamentos, varias dosis al día o reglas alimentarias específicas que pueden ser difíciles de seguir; la falta de redes de apoyo, como cuidadores; el costo de la terapia, e incluso factores culturales.
Ya en 2005, un grupo de científicos liderados por Ashish Atreja, propusó una serie de intervenciones denominadas por las siglas en inglés “SIMPLE”: Simplificar las características del régimen, intentando adaptarlo al estilo de vida del paciente; Impartir conocimientos, asegurando que la información satisface las necesidades del paciente; Modificar las creencias del paciente, considerando su cultura y valores individuales; Presentando comunicación eficiente con el paciente y la familia, escuchando activamente, transmitiendo mensajes claros y directos; Abandonar los prejuicios, comprendiendo al paciente, dejando atrás los propios prejuicios; y Evaluar la adherencia, trabajando con los pacientes para encontrar una manera de ver qué les funciona.
Desde esas simples recomendaciones, hemos pasado en la actualidad a consultoras que ofrecen soluciones basadas en data e inteligencia artificial para adecuar la intervención a la causa específica de la no adherencia a la terapia, las que evidentemente no han tenido todavía resultados amplios.
Sobre cómo las políticas públicas pueden ayudar a este respecto, se ha puntualizado por parte de la OCDE - más allá de la responsabilidad personal que cada paciente debe tener y que, sin duda, es un factor determinante – que el problema de la baja adherencia a la terapia escasamente se ha incluido de manera explícita en las agendas de las políticas públicas de salud, lo que es en sí mismo un problema, tal vez por ser una materia poco visible. Asimismo, ha indicado que las intervenciones de políticas públicas tienden a atribuir el problema exclusivamente a los pacientes, mientras que los datos sugieren que las características del sistema sanitario -en particular la calidad de la interacción entre el paciente y el proveedor, los procedimientos para renovar las recetas o los gastos de bolsillo- son factores determinantes. Finalmente, los pacientes con enfermedades crónicas se sienten a menudo excluidos de las decisiones terapéuticas y tienden a rechazarlas.
Es del todo evidente, que la baja adherencia a la terapia está afectando a los pacientes y al sistema de salud en su conjunto, convirtiéndose en un tema del que pocos quieren hablar. Sin este último eslabón, la costosa y compleja cadena del acceso a medicamentos se rompe. O hablamos más, todos desde un ámbito personal, a nivel de profesionales de salud y hasta político tomando medidas efectivas, o seguiremos desperdiciando salud, vidas y recursos, frente a nuestros ojos.
*El autor es experto en políticas públicas en salud. Es Director de la Asociación Chilena de Derecho de la Salud, ha sido académico en diversas universidades chilenas sobre temas relacionados con sistemas de salud.