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Opinión

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Argentina se inmola en los brazos de CK

La expresidenta Cristina Fernández está de regreso

Argentina tendrá elecciones presidenciales el 27 de octubre, pero su frontera de posibilidades de elegir candidatos se reduce a nadie, o, si se prefiere, el país muta hacia una anarquía de baja intensidad cuyo ornamento estético simula ser una democracia.

Los argentinos podrán elegir entre corrupción o ineptitud en el manejo de la economía: el duopolio del poder.

Por lo que se vio el pasado domingo, en las elecciones de octubre los argentinos elegirán “corrupción”, por el deseo concupiscente de castigar a Macri, elecciones en clave plebiscitaria: sí o no a Macri, ceteris paribus.

A corto plazo, los argentinos preferirán ver en los noticieros a funcionarios kirchneristas correr por la calle huyendo de la policía con sacos de billetes en las espaldas, y una vez acorralados, arrojándolos a jardines de monasterios, o lavando el dinero en hoteles de la Patagonia, en lugar de pagar cantidades exorbitantes en electricidad y mensualidades con varios dígitos para sobrevivir del crédito plastificado.

A la memoria se le traiciona por un par de tenis o el menú del día. Cristina Fernández será presidenta de facto mientras que en los juzgados se archivarán varios casos: la ruta de las mordidas que un chofer reveló; un delito de administración infiel en perjuicio de la administración pública (operaciones de dólar futuro a un precio más bajo que el que pagaba el mercado); encubrimiento de la causa judicial sobre el atentado terrorista de la AMIA; asociación ilícita y fraude, acusada de haber favorecido a las empresas de su amigo Lázaro Báez; enriquecimiento ilícito por el caso Los Sauces (junto a su hijo Máximo), y lavado de dinero por el caso Hotesur (hoteles vacíos con cajas registradoras a tope).

La otra opción es Macri

Ayer, el presidente reveló de manera involuntaria la razón del fracaso que vivió el domingo en las urnas: carece de empatía social (por llamarlo de manera suave). Pero dejando los sentimientos a un lado, Macri perdió porque se olvidó del malestar que provoca la erosión del dinero en los bolsillos de los argentinos. La inflación combinada con elevadísimas tasas de interés fue disecando la esperanza del peatón. Macri: muy malo como presidente.

Macri salió ayer a dar la cara como si entrenara al Boca, y el domingo hubiera perdido contra el River. Culpó a los árbitros de su mal juego y señaló a La Volpe (el pasado) como responsable de lo ocurrido.

Macri apuesta su pase a la segunda vuelta en noviembre y acusa a la corrupta de Cristina Fernández como responsable de la debacle.

Dosis extremas de soberbia, pero carece del sentido de la autocrítica. Macri llegó a la presidencia pensando que Argentina era la Italia de Berlusconi. Ser dueño de un equipo de futbol no transfiere útiles políticos. La aplicación de políticas económicas ortodoxas puede romper el equilibrio entre la estabilidad social y la económica.

La reacción de la Bolsa y el peso argentinos traduce la brecha abismal que existe entre la ortodoxia económica y el populismo. Los mercados castigan la victoria de Cristina Fernández pero también a la oquedad de Macri.

En la arena geopolítica, Bolsonaro ya se frota las manos: con el dictador Maduro agonizando, necesita de una populista y corrupta para mantener encendida la llama de su retórica orwelliana.

Fue profesor investigador en el departamento de Estudios Internacionales del ITAM, publicó el libro Referéndum Twitter y fue editor y colaborador en diversos periódicos como 24 Horas, El Universal, Milenio. Ha publicado en revistas como Foreign Affairs, Le Monde Diplomatique, Life&Style, Chilango y Revuelta. Actualmente es editor y columnista en El Economista.

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