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Ayotzinapa, crimen organizado y dualidad de poder
El presidente López está enredado con el tema de Ayotzinapa. De ser un suceso que lo ayudó a ganar la Presidencia se ha convertido en un asunto del que no sabe cómo salir. Los padres de los 43 jóvenes desaparecidos le reclaman lo mismo que a Peña: que no está llegando a las últimas consecuencias y que no les está dando la información completa.
Según el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) hay una investigación que hizo el Ejército y que no se ha dado a conocer. El señor López Obrador dice que tal cosa no existe. Se dice que la información de los teléfonos Blackberry de los días 26 y 27 de septiembre de 2014 entre los integrantes de Guerreros Unidos en Chicago e Iguala no está completa. AMLO contesta que no es cierto. Se acusa que hay información testada que no se puede entender. De nuevo, el presidente interviene y dice en la mañanera del 21 de septiembre de 2023 que la dará a conocer.
AMLO está cometiendo el mismo error que Peña Nieto: esconder información y tratar de proteger a las fuerzas armadas como institución. Qué se hundan algunos militares, pero que no se juzgue a la institución. Eso en buen español se llama esconder el bulto porque evita hablar de la penetración del crimen organizado en todos los niveles de la vida pública mexicana. Ni más ni menos. La clase política mexicana, en especial la de MORENA, se despertó de su sueño de un Ejército y una Marina impolutos y se encontraron con la realidad de que también están gangrenados.
En un principio, el triste suceso que costó la desaparición de los 43 estudiantes se manejó como un acto se represión del Estado. Fue el Estado, se repitió. Con esa bandera avanzó López y muchos más; la torpeza de Peña Nieto y su fiscal hicieron el resto. Ayotzinapa no fue un acto de represión, fue parte de la lucha del crimen organizado en el que fueron usados los normalistas de Ayotzinapa. Y sí, fue el Estado, pero no como se pretende. A cinco años del inicio de su gobierno es claro que el presidente López no resolverá el crimen de la noche de Iguala. No nos dirá lo qué pasó y el por qué, no nos presentará a los culpables. Ahora, en esas reuniones con los padres es posible que se esfuerce por convencerlos que la causa de la 4T sufriría si ellos siguen denunciándolo. Por supuesto, le importa su persona, no lo demás.
De entonces para acá, en breves nueve años, el crimen organizado, ese que desapareció a los 43 y es culpable de cientos de miles de muertos, no ha hecho más que expandirse. Leo un artículo en El País firmado por Isabella Cota que dice en una de sus partes medulares: “Hace mucho que en México se cambió la palabra narcotráfico por el más amplio concepto de “crimen organizado”. La razón es que este ha tomado por la fuerza negocios de todo tipo, incluyendo el tráfico de personas, pero también fungiendo como una especie de lavadora en reversa: penetrando en negocios legales para operarlos de manera ilegal. El narco está detrás de redes de taxis y de autobuses, así como de la distribución del limón y la producción de tortilla de maíz, centro sagrado de la gastronomía del país”.
Encuentro que lo escrito en el diario español no es una novedad. Lo sabemos, los constatamos y lo vivimos. Mientras, en el Palacio Nacional todas las mañanas se habla de un país en paz y del avance (estadístico) en la lucha contra los delincuentes. Ignoro si realmente hay una relación de complicidad entre AMLO y el crimen organizado, pero sé que su narrativa de que todo está bien y su inclinación a dejarles el campo abierto (abrazos, no balazos) ha permitido que se conviertan, como dice el artículo, “…en un cartel económico dominante…”.
Pero hay mucho más que no dice el texto de Cota. El crimen organizado no sólo se ha convertido en un poder económico. No. El crimen organizado posee el poder de la fuerza que se supone exclusivo del Estado: tiene ejército y policías, armamento y dinero y control territorial. Hay más: anula candidatos que no le convienen, compra o coopta (o elimina) a funcionarios públicos, controla presupuestos y decide obras en varios municipios del país. Si hacemos caso a los señalamientos es posible que controle un par de gobernadores. ¿Qué falta? Otro presidente a modo después de 2024.
Teniendo esto en mente, es imposible no referirse a un texto de Lenin llamado “La dualidad de Poderes”. En él, Lenin señala que el poder del Estado es esencial y plantea que junto a un poder burgués que declina avanza el poder del proletariado. Es claro que el crimen organizado no es un grupo revolucionario, pero es cierto que el poder del Estado mexicano está debilitándose al tiempo que el poder político, económico, social y militar de la delincuencia crece.
Los que no estén de acuerdo con esto me dirán que el crimen organizado no tiene una agenda política, no es un partido o un grupo de bolcheviques de inicios del siglo XX. Contesto: ¿en serio creen que no tienen una agenda política?