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Opinión

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El Plan Sonora se supone que es pro-T-MEC. En realidad, podría violarlo

En generación eléctrica fotovoltaica de gran escala, la CFE es novata. Tan sólo en México hay decenas de empresas con mayor capacidad de generación solar. En Norteamérica son cientos. Por eso llama tanto la atención que sólo la CFE se pueda dar el lujo de llevar a cabo el megaproyecto de generación solar en Puerto Peñasco, una parte clave del muy publicitado “Plan Sonora”.

No es para presumir. Su primera fase, como lo documentó Francisco Barnés en un artículo publicado por Energía a Debate, es casi el doble de cara por megawatt de capacidad que los parques solares más caros de toda la historia en México. Comparando con los de más de 100 megawatts, la primera etapa de Puerto Peñasco es 3.5 veces más cara que el parque más caro en registro. Aún si terminan de desdoblar los 1,000 megawatts de las siguientes fases del proyecto, seguiría rondando el top 10 de los más caros del país.

Además, no podría estar en peor lugar. Del mismo artículo: “la nueva central estará ubicada en una de las regiones del país donde, de acuerdo con el Centro Nacional de Control de Energía (Cenace), se tienen registrados los costos marginales de corto plazo de energía eléctrica más bajos del país.” Esto significa que, bajo los parámetros actuales del mercado, Puerto Peñasco recibiría los ingresos más bajos. Combinado con su estructura de costos estrafalarios, “va a enfrentar problemas para asegurar los ingresos que le permitan recuperar la inversión”.

Sus insostenibles métricas generan fuertes sospechas de que, para operar Puerto Peñasco, la CFE supone que recibirá asistencia no comercial, o subsidios, por parte del Estado mexicano. Esto está expresamente prohibido por el T-MEC y otros tratados internacionales. Los anuncios del presidente López Obrador de que el financiamiento podría incluir a otros gobiernos solo lo agravan.

Además, la escala y naturaleza del proyecto de Puerto Peñasco sugiere que toda la oposición de López Obrador, la Sener, la CFE y el Cenace a las energías eólicas y solares sigue siendo mero maquillaje de una campaña discriminatoria. Si de verdad les preocuparan las “intermitencias” de las renovables y el “desorden” del mercado, no deberían estar desarrollando un parque de un tamaño inédito en un nodo ya saturado con una elevada penetración de energía solar. ¿No estarán reconociendo que sólo por ser de la CFE esto no va a ser un problema?

Esto nos lleva a la gran paradoja norteamericana del Plan Sonora. Es claro que el presidente López Obrador y el canciller Marcelo Ebrard lo consideran su principal activo para apaciguar al gobierno de Estados Unidos, promoviéndolo como una muestra su compromiso con las energías limpias y la integración regional. Buena parte de su estrategia para evitar el panel del T-MEC está fincada en la promoción de este plan y sus “nuevas metas verdes”.

La realidad es que Peñasco y el Plan Sonora más bien ilustran el trato diferenciado que la CFE requiere para poder operar. Si la CFE no necesita preocuparse de la rentabilidad de sus activos para poder competir, es sólo porque la empresa propiedad del Estado confía en las capacidades del gobierno mexicano para desplazar y discriminar a sus competidores, que incluyen a inversionistas estadounidenses y canadienses.

Desafortunadamente, por más que lo revistan de diplomacia climática, Puerto Peñasco no sólo no impulsa las metas de competitividad (real) norteamericana. También constituye una prueba clara de las intenciones discriminatorias de la CFE y el gobierno mexicano en contra de inversionistas cubiertos por el T-MEC.

Twitter: @pzarater

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