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Globalización, desigualdad y polarización (I)
Cuantas menos desigualdades hay, más insoportables resultan aquellas que permanecen”.
Tocqueville
El movimiento de los Chalecos Amarillos de 2018, en Francia, donde miles de personas de clase media protestaron violentamente ante un aumento en impuestos a la gasolina, refleja el gran descontento de la población con la situación económica. Como comenta Christophe Giulluy en su artículo Los chalecos amarillos; efecto de la globalización: “Es un movimiento que tiene sus raíces en el proceso de marginación social y cultural que muestra la ruptura histórica entre el mundo de arriba y el mundo de abajo. Sus participantes dejaron de creer en la vieja división entre derecha e izquierda. Lo que tenemos ante nuestros ojos es nuevo, es el fruto de la globalización, donde los obreros, empleados, campesinos, funcionarios y pequeños empresarios que antes formaban la base de la clase media han sido sacrificados por un modelo económico en el que no encuentran su sitio”. Este movimiento muestra el hartazgo que se ha ido fraguando contra las élites gobernantes y los partidos tradicionales, el llamado “establishment”, ante la percepción de quedarse rezagados respecto a otros segmentos de la sociedad.
En 1944, el filósofo vienés Karol Polanyi en su obra La gran transformación, afirmaba que el capitalismo, la apertura a la economía global y el patrón oro, llevaron al declive de la democracia, al ascenso del fascismo y a la guerra. Su argumento era que si los mercados no se regulaban y se acotaban, se distorsionaba tanto la vida de las personas que estas se volcarían en contra de la democracia y a favor de regímenes extremistas.
Polanyi tenía en mente los cambios ocurridos después de la Primera Guerra, cuando países que iniciaron su vida democrática como Italia, Hungría, Rumania, Austria y, por supuesto Alemania, pasaron a ser dictaduras en menos de dos décadas. Vale la pena detallar el caso de Alemania, cuya débil democracia en la llamada República de Weimar enfrentó graves problemas económicos. Los pagos de reparaciones ordenados en el Tratado de Versalles, aunados a un descontrol de las políticas monetaria y fiscal, llevaron al país a una hiperinflación en 1922-1924, que afectó primordialmente a la clase media. Ante la pauperización de gran parte de la población, el tejido social se deterioró y la estructura de las familias se fue degradando. Como comenta Erich From en su obra El miedo a la libertad: “Se había debilitado la autoridad paterna. Los jóvenes se adaptaban más fácilmente a la inflación que los viejos, por lo que les perdieron el respeto. Al no contar con una base económica que les diera la independencia que habían podido disfrutar sus padres, los jóvenes se veían impulsados a la acción”. De esta manera, una buena parte de la juventud alemana, sintiendo que no tenía nada que perder, se fue afiliando a grupos paramilitares de extrema derecha, cuyos líderes les hacían creer en la mentira de la supremacía racial, el mito de la “traición de la rendición alemana” y en la falsa ilusión del gran imperio alemán.
Pocos años después del abatimiento de la hiperinflación, la débil economía alemana empezaba a recuperarse, pero la crisis financiera de 1929 provocó que los bancos norteamericanos exigieran al gobierno alemán el pago inmediato de su deuda, lo que le dio al traste a esa recuperación. La sociedad alemana se volcó hacia los partidos extremistas, el Partido Comunista (KPD) y el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) mejor conocido como el Partido Nazi, que por cierto había estado a punto de desaparecer en 1928. En 1933 la suma de votos de estos dos partidos ya representaba casi dos terceras partes del electorado alemán, siendo los perdedores los partidos del centro, como el Parido Socialdemócrata (SPD) y el Partido Cristiano. En 1933 el Partido Nacionalsocialista logró una aprobación del 33%, por lo que Hitler fue nombrado Canciller, ese fue el fin de la democracia de Weimar. Las terribles consecuencias del régimen nazi son ampliamente conocidas, resultando en la más cruel devastación de minorías étnicas en la historia, causando millones de muertos en una guerra que dejó un país desolado.
Tal vez Polanyi cuando escribió su obra, no estaba al tanto de los excesos autoritarios del régimen comunista en la Unión Soviética, donde años después salieron a la luz las atrocidades de Joseph Stalin, quien admirado por muchos intelectuales de izquierda en occidente, había ocultado por años la desaparición de millones de oponentes políticos en los Gulags (Campos de Trabajo). En 1952, Hannah Arendt en su obra Los Orígenes del Totalitarismo, equiparó al stalinismo con el totalitarismo, develando el hecho de que también existe el fascismo de izquierda.
Después de casi cincuenta años de enfrentamientos entre el Bloque Capitalista y el Bloque Comunista en lo que se conoce como la “Guerra Fría”, el comunismo cayó. La caída del Muro de Berlín en 1989 y el colapso de la Unión Soviética, en 1991, impulsaron el liderazgo de las democracias liberales y del capitalismo de libre mercado (lo que hoy se denomina como políticas neoliberales). La globalización impulsada por Margaret Thatcher y su Partido Conservador en Gran Bretaña, así como por Ronald Reagan y el Partido Republicano en Estados Unidos, fueron adoptadas por sus sucesores de otros partidos políticos, como el laborista Tony Blair y Bill Clinton del Partido Demócrata. Muchos países adoptaron políticas que han favorecido los Tratados Comerciales, los flujos libres de capital, y la apertura a la migración.
Aún cuando estas políticas han beneficiado a una buena parte de la población mundial, no todo ha sido “miel sobre hojuelas”, la globalización y la privatización de empresas públicas han tenido algunas consecuencias negativas, sobresaliendo la polarización de la sociedad. Como comenta Anne Applebaum en su reciente libro El Ocaso de la Democracia: “Polonia, tiene una de las sociedades mas polarizadas de Europa”. La creciente división entre la población urbana educada y las clases trabajadoras y agricultores que sienten que se han quedado fuera en esta “historia de éxito”, ha sido capitalizada por el Partido Ley y Justicia, que desde que ganó la elección, en 2015, se ha dedicado a manipular la información, debilitar las instituciones democráticas, desprestigiar a los opositores y actuar cada vez de manera más autoritaria.
Es difícil entender por qué el país que más ha crecido dentro de la Unión Europea, cuya sociedad añoraba la democracia durante su época comunista, haya permitido que su gobierno sea cada vez más autocrático. Cabe recordar que Polonia fue uno de los países clave en el derrumbe del comunismo. El Papa Juan Pablo II (cuando era cardenal de Cracovia), apoyó al líder sindical Lech Walesa para que el movimiento Solidaridad, que se originó en los astilleros del puerto de Gdansk, se convirtiera en un partido político en 1980. Polonia se convirtió en una nación independiente de la Unión Soviética en 1990 y Lech Walesa fue electo presidente.
Como lo relata Maciej Bazela en su ensayo La Rebelión del Wunderkid de la Europa Unida; La Polonia de los Kaczinski: “La nueva Polonia postcomunista apostó en 1990 por la economía de mercado y los procesos de privatización y desregulación. Polonia se convirtió a principios del siglo XXI en una de las economías más fuertes de Europa. Sin embargo, algunos de los colaboradores del antiguo régimen comunista se beneficiaron de la transición mientras que muchos de los trabajadores y miembros del movimiento seguían sumidos en la pobreza”. Estas diferencias entre los segmentos de la sociedad ha creado una polarización extrema, que explica el apoyo de la sociedad polaca al gobierno actual cuyos rasgos autocráticos son realmente alarmantes.
En la segunda parte de esta serie describiré los recientes acontecimientos en Chile, país que a pesar de haber tenido el mayor desarrollo económico en Latinoamérica, sufre del descontento social de una buena parte de la población. Este hecho polarizó las elecciones recientes (perdiendo poder los partidos de centro), llevando al candidato de izquierda, Gabriel Boric al triunfo electoral. Profundizaré en las causas del triunfo de Donald Trump en 2016 y en el intento de tomar el Capitolio de forma violenta al final de su mandato. Analizaré además la discusión entre economistas sobre el impacto que la globalización tiene en la distribución del ingreso.
Las opiniones del autor son personales y reflejan su interés en aprender de la historia.