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Hamburguesas tramposas
El sector externo mexicano ha observado un repunte importante debido a la recuperación de EU, aunque no necesariamente a la depreciación del peso.
En estos tiempos de incertidumbre, de temores sobre futuras crisis, gobiernos de los países más afectados por el ajuste económico buscan medidas inmediatas para mitigar el dolor o estimular una recuperación económica más rápida. El sector externo es un candidato preferido para canalizar dicha recuperación, por lo cual el tema del tipo de cambio cobra máxima relevancia.
Así, por lo menos, parece estar enfocado el debate en la sabiduría convencional. El asunto cambiario es sensible, según el semanario The Economist, precisamente porque una moneda débil es un vehículo que incrementa la competitividad de bienes de exportación, mientras que aumenta la preferencia por productos internos.
Bueno, digamos que supuestamente. La eterna trampa de competitividad vía el tipo de cambio es una versión más del espejismo financiero de estímulos monetarios, donde se subsidia a un sector (las ventas la exterior) a costas de otro (el salario real de los trabajadores internos).
El sector externo mexicano ha observado un repunte importante, sin embargo, ello es consecuencia de varios factores, entre ellos la recuperación de la actividad en la economía estadounidense, mas no necesariamente la depreciación del peso.
El mismo criterio de hamburguesas cambiarias, el índice Big Mac que elabora The Economist, arroja resultados sumamente tramposos. El índice ubica al peso como una moneda fuertemente subvaluada, en porcentajes cercanos a 40 por ciento. En el criterio de la sabiduría convencional, ello debería ubicarnos como una auténtica potencia en el ramo de las exportaciones, reyes (o virreyes) de la competitividad.
Otros países, como Noruega o Suiza, incluso Brasil, que sí son catalogados en las cimas de competitividad económica, registran tipos de cambio sobrevaluados, en algunos casos, en niveles absurdos (el franco suizo, arriba de 60 por ciento).
Al igual, países como Corea del Sur, Rusia e Indonesia, por no decir China, hoy tienen monedas subvaluadas, en este criterio gastronómico; otros, como Argentina, registran un nivel absurdo de subvaluación, aunque sería igualmente absurdo decir que la zona che es líder en competitividad.
El tipo de cambio es un reflejo del clima de inversión de un país. Por ende, una depreciación de la moneda debe, en el mediano plazo, ser un indicador de deterioro económico, no una fuente de competitividad, a pesar de la simpática sabiduría que nos comparte en plato (débil) de las hamburguesas tramposas.
rsalinas@eleconomista.com.mx