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Harris vs. Trump, y el futuro del T-MEC: Una primera hipótesis para el rol de México
A unos cuantos meses de las elecciones norteamericanas y con la entrada en escena de Kamala Harris como candidata demócrata a la presidencia de Estados Unidos, el panorama electoral rumbo al 20 de noviembre próximo ha tomado un giro muy distinto. En las encuestas hay actualmente un empate técnico entre Harris y Trump. No obstante, el escenario sobre las consecuencias para México continúa bajo la misma pregunta: ¿Qué actitud va a asumir el eventual ganador frente a la revisión del T-MEC? ¿cómo va a afectarnos la interacción entre las autoridades de los tres países, y qué papel podría jugar en la balanza la nueva presidenta Claudia Sheinbaum?
No hay muchos datos acerca de las posiciones en comercio internacional de la candidata Harris. En 2020, siendo legisladora, votó en contra del T-MEC aduciendo que este tratado no había sido positivo para los trabajadores norteamericanos, en especial del ramo industrial. Y, más de una vez ha declarado que está a favor de estos acuerdos siempre y cuando protejan a los trabajadores norteamericanos y establezcan cláusulas más robustas y exigentes a favor del medio ambiente. Fuera de eso, no sabemos más, salvo que como Vicepresidenta -no podía ser de otra manera- ha apoyado las medidas económicas del presidente Biden.
De Trump ya conocemos más o menos qué tinte le va a dar a la renegociación, ha mencionado el impulso de una agenda aún más proteccionista, aumentar las barreras a las importaciones y la amenaza de imposición de aranceles.
No hay que olvidar que fue él quien al principio dinamitó el TLCAN al considerarlo “el peor acuerdo comercial que había firmado Estados Unidos”. Posteriormente, impulsó la firma de un nuevo acuerdo que rectifica lo que él consideraba errores del TLCAN, entre los que destacan:
- El refuerzo de las normas de origen, especialmente en materia automotriz, para asegurar que los productos que se comercialicen sean originarios de la zona T-MEC;
- Una regla de contenido laboral para la protección de ciertas fases de la cadena de valor;
- Que ciertas etapas de la cadena de suministro se lleven a cabo en zonas con salarios mínimos de dieciséis dólares la hora a fin de incentivar que ciertas actividades de producción se reubiquen en Estados Unidos; y
- Garantías respecto de blindar a Estados Unidos de triangulaciones comerciales que se pudieran dar a través de México para beneficio de empresas de China, en detrimento de los intereses de empresas estadounidenses. Es decir, la cláusula 32.10 del T-MEC, por la cual si alguno de los socios firmara un acuerdo de libre comercio con una nación de no mercado, las otras tienen el derecho de denunciar el Tratado.
La realidad fue que a pesar de estas cláusulas estrictas para nuestro país y otros controles, el T-MEC ha sido la gran fortaleza económica del país. En particular, el mecanismo de análisis expedito, por medio del cual las empresas mexicanas se examinan para confirmar si cumplen los estándares laborales exigidos por la Organización Internacional del Trabajo, sobre todo en materia de derechos colectivos, ha sido muy exitoso.
México ha tenido todos estos años una balanza comercial favorable con los Estados Unidos llegando a exportar anualmente más de 700 mil millones de dólares hacia ese país, consolidando la región comercial de América del Norte como la generadora de un tercio del PIB global.
Incluso, con el cambio de administración de Trump a Biden el T-MEC permanece como el principal motor de nuestras divisas. En los años recientes, con base en la ley de subsidios verdes promovida por la actual administración Biden, se ha impulsado más la fabricación y uso de automóviles eléctricos que, por cierto, vulnera las disposiciones sobre subsidios de la Organización Mundial del Comercio, sin embargo, México ha podido subirse al carro para cosechar grandes ventajas.
Por otro lado, en materia de cumplimiento, nuestro país no sale bien calificado. En las estadísticas sobre controversias comerciales se registra como la parte con el mayor número de casos donde figura como la parte acusada (56 casos vs. 14 de USA y 15 de Canadá). México requiere apuntalar sus instituciones y mecanismos de verificación para asegurar el cumplimiento con el Tratado. Además de que, en vista de la crisis migratoria que se observa en Centro y Sudamérica, que se intensificará de no resolverse la crisis constitucional y democrática de Venezuela, se prevé que habrá una mayor presión hacia México para que cuide los flujos ilegales de migrantes usando la fuerza pública, condición que ya había sido impuesta por el expresidente Trump, y que resultó funcional a Biden para contener el descontento que se vive en su país por este fenómeno.
¿Habría, entonces, grandes diferencias si Kamala Harris ganara la carrera presidencial? Parecería que no. Sin embargo, existe, un factor que podría suponer una diferencia importante en la difícil revisión del T-MEC el próximo 2026: los acuerdos de libre comercio que se han firmado recientemente en el mundo denominados “de nueva generación” (ALCNG), mecanismos bilaterales y regionales que no son meramente sustitutivos de los anteriores acuerdos, sino complementarios al multilateralismo, El primer ejemplo de este tipo de acuerdos comerciales fue el firmado entre la Unión Europea y Corea del Sur en 2010.
El contenido de estos acuerdos responde a una nueva filosofía, de la que consideramos está más familiarizada Kamala Harris y el Partido Demócrata, pues a través de ellos se ha buscado desmantelar no sólo barreras arancelarias y no arancelarias (obstáculos técnicos, regulatorios y estándares), liberalizar los servicios y la contratación pública, favorecer la inversión y regular nuevos aspectos de la propiedad intelectual, sino también llevar a cabo “la nueva agenda comercial” al introducir capítulos que entran de lleno en los objetivos más a largo plazo que persigue la agenda global como cuestiones de derechos humanos, estándares laborales y de protección ambiental; esto es, la Agenda 2030 de las Naciones Unidas, una mayor y mejor gobernanza a través de mayor intervención de los Parlamentos así como una mayor presencia y voz de la sociedad civil en los procesos.
A lo anterior se añade la nueva perspectiva adoptada por los sistemas de resolución de controversias que han pasado del anterior sistema a un esquema de resolución de entre inversores y Estados, y un muy innovador sistema de tribunales de inversiones con la meta final de una corte internacional de inversiones, como ha planteado el jurista José María Beneyto en el libro Acuerdos comerciales de Nueva Generación de la Unión Europea, implicaciones para España (Thomson Reuters Aranzadi, Cizur Menor, Navarra, 2021, pp. 15-16).
Bajo un liderazgo presidencial de Harris, esto que al principio podría no parecer atractivo para Estados Unidos, podría cobrar una relevancia especial para blindar las inversiones bajo la amenaza de la incertidumbre jurídica que la probable reforma al Poder Judicial mexicano podría causar. El hecho de que los juzgadores fueran electos popularmente podría volver nugatorio el mecanismo de paneles arbitrales previstos en el T-MEC –que ya existían en el TLCAN– al infringir la obligación de las partes a garantizar trato justo y equitativo, según dispone el Tratado.
Aquí es donde la agenda comercial de Trump podría tornarse muy distinta de ganar la candidata demócrata. Por convicciones del Partido, los demócratas han sido siempre más abiertos a la agenda global, especialmente la relativa al medio ambiente, donde tanto Trump como el presidente López Obrador mostraron cierto desprecio o, al menos, indiferencia.
Kamala Harris ha enfatizado la importancia de la cooperación multilateral y las relaciones comerciales basadas en el respeto mutuo y la colaboración, y ha abogado por políticas que fortalezcan las alianzas estratégicas, promoviendo un comercio justo y equilibrado que beneficie a todas las partes involucradas. Esta visión considera esencial trabajar con socios internacionales para abordar desafíos comunes, como el cambio climático, la seguridad y el desarrollo económico sostenible.
En cuanto a la sustentabilidad ambiental y a la justicia social, Harris ha sido una defensora activa de políticas ambientales estrictas y reformas laborales que mejoren las condiciones de vida de los trabajadores. Ha apoyado el Green New Deal y promovido iniciativas para combatir el cambio climático y fomentar la energía limpia, reflejando las prioridades del Partido Demócrata en la protección del medio ambiente.
Durante su visita a México, Kamala Harris enfatizó la cooperación estrecha con nuestro país en temas de migración, desarrollo económico y seguridad, y promovió un enfoque colaborativo para abordar los desafíos regionales y fortalecer la relación bilateral.
Finalmente, la Doctora Claudia Sheinbaum ha pronunciado numerosas veces su interés de impulsar una decidida agenda medioambiental y “proT-MEC” para su gobierno. Bajo este escenario, la agenda internacional de los demócratas y el “Segundo Piso de la 4T” podrían coincidir en una noción propositiva. Los ALCNG podrían ser, en este sentido, no sólo un formato a seguir por los diplomáticos estadounidenses, sino una voz familiar para la presidenta Sheinbaum, de tal manera que ella misma promueva políticas públicas más “verdes”. Esto sería un ganar- ganar para los firmantes del Tratado, pues la región debe avanzar hacia un desarrollo económico más sostenible.
*La autora es Directora de Inteligencia Más y maestra en Gobierno y Políticas Públicas en la Universidad Panamericana.