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Opinión

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Kursk y la ofensiva del Tet

La batalla de Kursk en 1943 fue una de las más decisivas de la Segunda Guerra Mundial. Los soviéticos salieron victoriosos y con ello iniciaron la contraofensiva para desalojar definitivamente al ejército nazi de su territorio. Hoy este mismo sitio ha regresado a la relevancia internacional a raíz de la sorpresiva y arriesgada ofensiva lanzada por el ejército ucraniano, la primera de gran magnitud sobre territorio ruso desde el inicio de la guerra. Mucho se ha especulado en los medios sobre los objetivos de este ataque. No queda aún claro si se trata de una acción distractora efectuada para aligerar la presión militar rusa en el Donbass, o si se busca propinar al enemigo una humillación para desmoralizarlo, o si procura consolidar la ocupación de territorio para, eventualmente, utilizarlo como moneda de cambio de cara a una eventual negociación.

Pero, como sea, sin duda se trata de una acción temeraria habida cuenta la escasez de material y de efectivos en el ejército ucraniano, el cual afronta desde hace meses serias dificultades para contener a las tropas rusas en el Donbass. Muchos observadores militares han criticado esta insólita operación por “carecer de genuinos objetivos estratégicos”. Pero pasan los días y la ofensiva sigue una intensa marcha, obligando al gobierno ruso a evacuar a más de 80 mil habitantes de la zona y humillando a Vladimir Putin.

Desde los tiempos de Sun Tzu se sabe que no todo en la guerra se limita a los aspectos estrictamente militares. Los impactos políticos y propagandísticos pueden tener repercusiones cruciales y conseguir grandes victorias. Uno de los ejemplos más espectaculares y recientes se dio en la Guerra de Vietnam con la ofensiva de Tet, lanzada por el Vietcong y el ejército de Vietnam del Norte en 1968, todo un paradigma de cómo una victoria táctica puede convertirse en una derrota estratégica. Aunque las fuerzas estadounidenses y del gobierno de Vietnam del Sur repelieron con éxito un gran ataque sorpresa, la magnitud y ferocidad de la ofensiva dejaron una impresión duradera de vulnerabilidad y descontrol. Peor aún, las imágenes y reportes de las batallas, transmitidos directamente por los medios estadounidenses, erosionaron irremediablemente el apoyo ciudadano a la guerra. Arraigó la percepción de un conflicto interminable y brutal, lo cual contradecía flagrantemente las afirmaciones del Washington de “una victoria inminente”.

Por eso debemos interpretar la ofensiva actual en Kursk desde la perspectiva de la situación política internacional y no constreñirnos a lo estrictamente militar. En Occidente los gobiernos son cada vez más exceptivos sobre la posibilidad de un triunfo ucraniano. Por eso crecen las voces de quienes ven como única salida dar lugar al cese de las hostilidades, dejando las líneas del frente tal y como están en este momento y dar paso a negociaciones de paz. Occidente podría incentivar esta salida ofreciendo a Ucrania sólidas garantías de seguridad de cara al futuro, ayuda económica para la reconstrucción del país y su adhesión a la UE a cambio, quizá, de entregar a Rusia segmentos de territorio. Además, las elecciones presidenciales en Estados Unidos pueden influir negativamente si el triunfador es Trump, lo cual representaría para Kiev perder a su aliado más importante. Incluso Macron, quien solía ser el dirigente occidental más beligerante con Rusia, ha expresado la necesidad de retomar el diálogo con Putin. Todos estos escenarios le resultan abominables a Zelensky, por eso tiene sentido una ofensiva destinada a demostrarle a Occidente la viabilidad de un triunfo ucraniano para no perder su vital apoyo, a restaurar la moral de la población ucraniana (la cual había decaído últimamente) y a provocar alarma y contrariedad en Rusia.

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