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Opinión

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La estabilización argentina a mediados de 2024 (II)

Con un estado de finanzas públicas en tensión máxima, o quizá en colapso, en diciembre de 2023, la estabilización de 2024 atacó el déficit público atendiendo la importancia de la credibilidad macro y, a pesar de la intensa distorsión en precios relativos y una ostensible brecha cambiaria, trató a la inflación como un fenómeno monetario y la pasó, en unos cuantos meses (abril-junio de 2024), de dos dígitos y riesgo hiperinflacionario a una de un dígito y expectativas bajistas. Resulta por ello de interés revisar los mecanismos fiscales y monetarios que dieron pauta a estos resultados positivos.

Por el lado fiscal el gobierno de Milei arrancó con una operación simultánea de alza impositiva y recorte del gasto. El llamado “impuesto país” pasó en diciembre 13 de 2023 de 7.5 a 17.5% en varias operaciones de divisas (importaciones, en especial, luego se añadieron utilidades y repatriaciones de inversionistas) y el recorte incluyó la congelación, o traslado a gobiernos provinciales, de cientos de obras públicas, así como el despido de varios miles de empleados públicos de muy reciente contratación. Estos empleados, conocidos en Argentina como “ñoquis”, se consideran una estafa del gobierno saliente de los Fernández (Alberto y Cristina), porque, sin responsabilidad específica, aumentaban el gasto en sueldos públicos a cambio simplemente de ir a las urnas a votar por los candidatos oficiales.

Incluso otros rubros generadores sistemáticos de faltantes en el Tesoro, como el caso de Aerolíneas Argentinas, no se liquidaron porque excedían las facultades presidenciales. En Aerolíneas la propuesta era interesante: poner la empresa en manos de sus trabajadores, a fin de que ellos mismos la reflotaran y se convirtieran en los propietarios, mientras el gobierno les mantenía el subsidio durante un año; la dirigencia sindical rechazó la propuesta. La negociación de otras leyes que apuntalarían el perfil recaudatorio se retrasó. El Pacto de Mayo, que reforzaría privatizaciones y ahorros, por ejemplo, se firmó apenas en julio 9.

El saldo de este proceder fue un superávit fiscal mensual muy rápido e inesperado. En enero de 2024 este superávit fue de casi 600 millones dólares, cosa no vista en Argentina en más de una década. Y no se trató del balance primario sino del “agregado o total”, que incluye pago de intereses del gobierno (el actual equipo económico prefiere para este rubro la expresión “balance financiero”). Para el primer trimestre de 2024 se alcanzó un superávit “financiero” de unos 300 millones de dólares, equivalente a 0.2% del producto, no visto en década y media. Y en junio se registró, por sexto mes consecutivo, superávit financiero (ahora de más de 230 mil millones de pesos).

Todo lo anterior fue expresado en una sola frase muy simple desde el principio del nuevo gobierno: déficit fiscal cero. Pues bien, con todo y lo sorpresivas que estas cifras presupuestarias resultan, el lado propiamente monetario de la estabilización resulta mucho menos convencional y, por tanto, más novedoso para el análisis. ¿En qué consistía el doble problema monetario de la economía argentina? El primer problema se describe con facilidad: en la emisión de dinero por parte de las autoridades a fin de subsanar los interminables desequilibrios fiscales ya aludidos, y ahora convertidos en superávits.

El primer problema, entonces, fue de hecho conceptualizado como la primera etapa de la estabilización, y ésa se dio por concluída al cierre de junio. El segundo problema era y es, realmente, el lado más difícil de resolver: lograr una hoja de balance con mejores activos y menores pasivos. En algún momento se aludió a él como “el saneamiento” del banco central. Y este es el problema: dada la emisión desenfrenada el banco central comenzó a recoger liquidez del mercado mediante títulos que fueron cambiando de nombre: Lebacs, Leliqs, ahora Pases.

Es decir, además de sus pasivos corrientes, como billetes y monedas en manos del público y en cuentas de la banca comercial con la autoridad (la base monetaria, que pierde capacidad de compra con la inflación), el banco tenía otra clase de pasivos que sí recibían una remuneración, medible mediante su tasa de interés. Al inicio del gobierno de Milei la repercusión de estos pasivos del banco central que devengan interés era enorme, porque equivalían a añadir 40% a la base monetaria cada mes, “lo cual –en palabras de Bausili-- era dos veces mayor a lo que se emitía cada mes por el déficit fiscal. Por eso eran mucho más relevantes que la emisión por déficit fiscal”.

De modo que si la política estabilizadora elevaba la tasa de interés para abatir la inflación, la contraparte era un pago mayor a los pasivos remunerados, lo que incrementaba la masa de pesos que potencialmente podrían circular y elevaba los riesgos de inflación presente y futura. En la solución (ya en marcha) a este problema radica la segunda etapa de la estabilización.

 

* Seminario de Credibilidad Macroeconómica, Facultad de Economía, UNAM.

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