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La política industrial en el Corredor del Istmo y el nearshoring
El gurú de la ventaja competitiva y la estrategia, Michael Porter, dejó una serie de consejos en su libro La ventaja competitiva de las naciones (Vergara, Buenos Aires, 1991), que debemos analizar si se están consiguiendo en el Corredor del Istmo y las últimas medidas de exención fiscal que anunció hace unos días Gabriel Yorio, el Subsecretario de Hacienda del presente gobierno.
Porter señala que las economías nacionales rara vez se desarrollan de manera absolutamente equilibrada. Algunas regiones o ciudades van más deprisa que otras en términos de prosperidad económica. En el Reino Unido y Alemania, las zonas deprimidas se encuentran en el Norte, mientras que en Italia están al Sur. Las razones de estas diferencias pueden explicarse por las razones que hacen florecer a las naciones: condiciones de los factores, condiciones de demanda, existencia de sectores de apoyo, etc.
Para estimular el desarrollo económico en las áreas que están relativamente deprimidas, muchos países ponen en práctica políticas regionales de uno u otro tipo. La política regional es eficaz en contadas ocasiones, porque normalmente recurre a las subvenciones generalizadas para inducir o “sobornar” a las empresas a instalar fábricas u otros locales en una región determinada. Gran Bretaña e Italia son ejemplos prototípicos de eso. Las subvenciones para inducir a las empresas a realizar sus operaciones en una zona determinada en el que preferirían no hacerlo difícilmente promoverán una base económica sólida o promoverá una ventaja competitiva. La zona deprimida no se convertirá en una auténtica base de operaciones, que es necesaria para que una empresa refuerce su ventaja competitiva de otras y estimule la formación de nuevas empresas (p. 813).
La política regional será más eficaz si se sigue el principio de desarrollo a partir de agrupamientos. Los elementos de atracción de agrupamientos, en forma de universidades, laboratorios de investigación especializada, o dotaciones de trabajadores cualificados, son mucho más eficaces que las subvenciones, que por otro lado, no deben otorgarse sin prestación a cambio de las empresas, como señala Mariana Mazzucato en El Estado Emprendedor. La mejor política industrial es la que identifica núcleos de fortaleza sectorial y los amplía y refuerza, para fomentar agrupamientos concentrados geográficamente. Un sector genera una demanda o unos insumos refinados para otros. Esto es mucho mejor, con diferencia, que animar a un diverso y variado grupo de empresas a establecer en un lugar fábricas de suministro o centros de distribución que nunca va a desarrollar y mejorar jamás.
Para el desarrollo industrial del Corredor del Istmo, así como para recibir las exenciones impositivas que anunció la Secretaría de Economía se determinaron una serie de sectores, que me parece, a priori no siguieron estas características. Además, estas políticas no parecen venir acompañadas de instituciones, laboratorios o universidades destinadas a mejorar el capital humano de la región. Además está el tema, fuertemente discutido, si ese es el desarrollo económico apropiado para el Sureste, con características tan distintas con el resto de la República. Yo por eso he hablado de adecuar el capitalismo a las características culturales de la población a la que va dirigido: no hay un solo capitalismo ni una sola forma de desarrollo.
Pero además, atraer inversión extranjera sin más, a modo de que México se convierta en un ensamblador o una maquiladora ya ha demostrado que no tiene efectos multiplicadores en el resto de la región y además hacen que la conservación de dichas fábricas en esas regiones sean fuertemente inestables, pues dependen exclusivamente del costo de la mano de obra, en la que por múltiples circunstancias pueden surgir otras regiones que se vuelvan más competitivas, como es el caso de Vietnam, con lo que todo el esfuerzo dedicado a atraer inversiones se pierde a pesar de la fuerte política pública destinada a ese fin, como sucedió en Jalisco, donde había un clúster de empresas del mundo electrónico, pero muchas de estas empresas abandonaron la región. Cuando el gobierno estatal se dio cuenta que, para tener ventajas competitivas estables, debía ofrecer otra clase de incentivos, apostó por la innovación. Y ahora están cosechando sus frutos: después de la Ciudad de México, el estado que registra más patentes es Jalisco, no Nuevo León, a pesar de la glamurosa industria de esa región.