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Opinión

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La recuperación global pierde potencia

Las políticas equivocadas en China y Europa han agravado los efectos de las interrupciones en la cadena de suministro y la guerra en Ucrania, poniendo así fin a la recuperación mundial de la pandemia de Covid-19. Con poco espacio para maniobrar, los formuladores de políticas deben coordinar acciones fiscales y monetarias para controlar la inflación y mejorar el crecimiento a largo plazo

ÍTACA – La recuperación post-covid ha perdido fuerza. La última actualización de los Índices de Rastreo para la Recuperación Económica Global (TIGER por su sigla en inglés) de Brookings-Financial Times muestra que el impulso del crecimiento, así como el mercado financiero y los indicadores de confianza, se han deteriorado marcadamente en todo el mundo en los últimos meses. Y en tanto la economía global se frena en medio de una mayor incertidumbre y de riesgos crecientes, muchos países ya están inmersos o al borde de una recesión declarada.

Algunas heridas han sido autoinfligidas. La aplicación de políticas erróneas como la estrategia de Covid-cero de China y el “minipresupuesto” imprudente del Reino Unido han hecho que a los responsables de las políticas les resultara más difícil responder a las alteraciones de las cadenas de suministro en curso y a la guerra prolongada en Ucrania. Una inflación alta y persistente en todo el mundo, y las acciones que han emprendido los bancos centrales para frenarla, también están deprimiendo la actividad económica, debilitando la confianza de los hogares y de las empresas y agitando los mercados financieros.

En las principales economías avanzadas como la eurozona, Japón y el Reino Unido, respuestas políticas lentas y tibias han agravado los efectos de los shocks externos, haciendo descarrilar las trayectorias de crecimiento. En consecuencia, muchos países desarrollados hoy enfrentan los desafíos que han caracterizado durante mucho tiempo los periodos de estrés económico y financiero en las economías de los mercados emergentes: depreciaciones pronunciadas de las monedas (en relación con el dólar estadounidense), crecientes rendimientos de los bonos gubernamentales, finanzas públicas debilitadas y un endurecimiento de las restricciones en materia de políticas.

La economía norteamericana, por su parte, está plagada de señales contradictorias. Del lado positivo, la demanda de los consumidores se mantiene fuerte y el empleo ha seguido creciendo a un ritmo razonablemente saludable. Al mismo tiempo, el crecimiento del PIB es anémico mientras que la inflación, como se la mida, se mantiene elevada, lo que deja a la Reserva Federal con muy pocas alternativas más que seguir aumentando las tasas de interés, a pesar del ajuste de las condiciones financieras causado por un dólar fuerte y una caída de los precios de los activos.

En Europa, las alteraciones en el suministro de energía están alimentando la inflación y restringiendo el crecimiento, atizando los temores de una escasez de energía en el invierno y minando la confianza del sector privado. El reciente desmoronamiento del valor de la libra es emblemático de los muchos retos que enfrenta la economía británica, incluidas circunstancias externas adversas, las consecuencias actuales del Brexit y las políticas fiscales poco disciplinadas del país. En muchos otros países europeos, la implementación de políticas populistas podría hacer crecer el riesgo de inestabilidad fiscal y financiera.

Japón es la única economía avanzada importante que se da el lujo de mantener una política monetaria laxa, gracias a su baja tasa de inflación. Esto podría ayudar al país a mantenerse estable a pesar de un crecimiento bajo, ya que la rápida depreciación del yen no ha tenido ningún efecto negativo apreciable hasta el momento.

Mientras que las economías de mercados emergentes enfrentan desafíos similares, que incluyen una alta inflación y una depreciación de la moneda, por lo general tienen mejores perspectivas de crecimiento que sus pares en las economías avanzadas. Aun así, una demanda débil a nivel mundial y condiciones financieras más estrictas aumentarán la presión sobre las economías en desarrollo con déficits de cuenta corriente. Pero salvo unas pocas excepciones como Turquía, Sri Lanka y Venezuela –donde la mala gestión económica ha precipitado el colapso de las monedas- la mayoría de los mercados emergentes no parecen estar encaminados hacia una crisis de la balanza de pagos.

Dicho esto, China enfrenta una serie de problemas que resultan de la adhesión rígida del gobierno a su política de Covid-cero, un sector inmobiliario tambaleante y presiones insostenibles del sistema financiero. Si bien la inflación sigue estando bajo control, la depreciación del renminbi en relación con el dólar estadounidense ha limitado la capacidad del Banco Popular de China (PBOC) de recortar las tasas de interés. El gobierno y el PBOC han implementado medidas severas de estímulo fiscal y monetario que, sin embargo, han tenido un efecto limitado en el consumo y en la inversión privados. Es probable, también, que el crecimiento de las exportaciones se vea restringido por la débil demanda global.

La economía de la India, por su lado, sigue transitando un momento favorable. El país probablemente registre un crecimiento fuerte este año y en 2023 gracias a un aumento de las exportaciones debido a la depreciación de la rupia y a los efectos beneficiales de varias reformas implementadas en los últimos años. Pero la lucha actual del Banco de la Reserva de la India para frenar la inflación elevada es un factor limitante.

Mientras tanto, la economía de Rusia se ha visto azotada por las sanciones económicas y financieras que han impuesto las potencias occidentales desde su invasión de Ucrania, aunque los crecientes ingresos por las exportaciones y las importaciones débiles han suavizado el impacto al fortalecer al rublo. A las monedas latinoamericanas les ha ido sorprendentemente bien este año, pero Brasil y muchos otros países de la región enfrentan contextos políticos difíciles, que podrían hacer mermar la demanda y el crecimiento internos, asustar a los inversores extranjeros y fomentar la inestabilidad económica.

Los gobiernos y los bancos centrales ya no pueden estabilizar el crecimiento y compensar los impactos adversos con un estímulo fiscal y monetario desmesurado. Como mínimo, los gobiernos deben evitar medidas fiscales mal dirigidas y otras políticas populistas poco útiles, deben hacer lo que esté a su alcance para superar los cuellos de botella de los suministros y deben respaldar a los bancos centrales en su lucha por restablecer la estabilidad de precios. Una respuesta política poco efectiva pone en peligro a los más afectados por los aumentos de los precios de los alimentos y de la energía: las economías más pobres y los hogares más pobres del mundo en todos los países.

Con poco espacio de maniobra, los responsables de las políticas deben coordinar medidas fiscales y monetarias para aliviar las presiones inflacionarias de corto plazo y centrarse en reformas que puedan mejorar el crecimiento de largo plazo. Además de mitigar las restricciones de oferta laboral y del comercio, deben crear incentivos para la inversión en tecnologías verdes y otros tipos de infraestructura. Estas medidas son cruciales para sustentar la demanda y la confianza del sector privado en el corto plazo y volver a anclar las expectativas de inflación.

Aryan Khanna colaboró en esta columna.

El autor

Profesor de la Universidad Cornell, es miembro sénior de la Brookings Institution y autor de The Future of Money: How the Digital Revolution Is Transforming Currencies and Finance.

Traducción: Esteban Flamini

Copyright: Project Syndicate, 1995 - 2022

www.projectsyndicate.org

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