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Las lecciones de innovación que deja la pandemia para la crisis climática
Al igual que con el desarrollo de las vacunas contra la Covid-19, hacer frente a los crecientes desafíos climáticos actuales requiere una estrecha cooperación entre los sectores público y privado, así como entre países
LONDRES – La crisis del Covid-19 provocó mucho sufrimiento y numerosos perjuicios socioeconómicos, pero también mostró de qué manera una cooperación bien orientada entre el Estado y las empresas puede acelerar la innovación. La respuesta a la crisis climática demanda una colaboración igual de creativa.
En ambos casos, acelerar la innovación y experimentar soluciones en el nivel local es necesario, pero no suficiente: también se necesita una difusión internacional de las tecnologías esenciales (trátese de vacunas o del uso de la energía renovable).
Desde que comenzó la pandemia hasta que las primeras vacunas contra el Covid-19 consiguieron autorización para uso de emergencia en Estados Unidos y la Unión Europea, no llegó a pasar un año. En esto fueron factores importantes la presencia de sistemas de innovación establecidos y una capacidad de fabricación adecuada. Sin cooperación permanente entre las instituciones privadas y públicas, y sin promoción y financiación de las investigaciones por parte del Estado, un desarrollo acelerado de vacunas contra el Covid‑19 hubiera sido imposible.
Por ejemplo, los desarrolladores de vacunas BioNTech y Moderna son desprendimientos universitarios que recibieron financiamiento público sustancial durante fases importantes del desarrollo. BioNTech, que surgió de la Universidad Johannes Gutenberg en Maguncia, recibió del Ministerio Federal de Educación e Investigación de Alemania (BMBF) unos 17 millones de euros (18.2 millones de dólares) en financiamiento para investigación y puesta en marcha, desde antes de la pandemia del Covid‑19. Moderna, fundada en 2010 por un grupo de profesores de Harvard, obtuvo 25 millones de dólares de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa (DARPA), un organismo público de los Estados Unidos.
Igual de importantes fueron instituciones de investigación como la Universidad de Oxford en el Reino Unido y organismos como los Institutos Nacionales de Salud (NIH) en Estados Unidos; ambos participaron directa o indirectamente en diversas etapas del desarrollo de las vacunas contra el Covid‑19. También tuvieron una actuación significativa instituciones de investigación en algunos países de ingresos medios, como Fiocruz en Brasil.
Sobre la base de esta capacidad ya existente, los gobiernos proveyeron apoyo selectivo para acelerar el desarrollo de vacunas y reducir riesgos para las inversiones en plataformas alternativas. En primer lugar, organismos financieros estatales proveyeron subvenciones. Para el desarrollo de la vacuna conjunta BioNTech-Pfizer, el BMBF alemán proveyó 375 millones de euros en financiamiento por etapas, de los que casi 240 millones se desembolsaron en 2020. Esto corresponde a cerca del 25% de los costos de desarrollo de las dos empresas hasta el momento en que se aprobó la vacuna. Moderna, por su parte, recibió en 2020 casi 1,000 millones de dólares del gobierno estadounidense para el desarrollo de su vacuna y trabajó en estrecha colaboración con los NIH para la realización de ensayos clínicos.
Poco antes Moderna había recibido un millón de dólares de la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI), una iniciativa público-privada creada en 2017 para promover el desarrollo de vacunas contra futuras epidemias. La CEPI también proveyó en 2020 más de 500 millones de dólares a diferentes organizaciones para el desarrollo de vacunas contra el Covid‑19. Más del 90% de la financiación fue estatal, y más del 40% lo aportaron el Reino Unido y Alemania.
Además, contratos de compra pública anticipada permitieron construir en paralelo las instalaciones de producción necesarias, al dar a los desarrolladores garantías de la compra de una cantidad acordada de dosis si sus vacunas contra el Covid-19 obtenían aprobación regulatoria.
Junto con la promoción paralela de la oferta y de la demanda, diversas jurisdicciones aceleraron los procesos de autorización de las vacunas. Las autoridades evaluaron los datos disponibles al terminar cada fase de los ensayos clínicos, en vez de hacerlo tras la finalización del ensayo completo, como es habitual. También facilitaron la preparación e implementación de estudios de control independientes.
¿Cómo se traslada esto a la lucha contra el cambio climático?
La respuesta a la crisis climática también demanda acelerar la innovación y aumentar las capacidades de producción, dentro del marco de una política de innovación orientada a misión. La provisión de financiación por el lado de la demanda mediante contratos de compra pública anticipada es aplicable a la innovación relacionada con el clima. En Estados Unidos, por ejemplo, los procesos de adquisición pública ya son un componente importante de la política de innovación y un factor de financiación clave. Se estima que el gobierno de los Estados Unidos gasta unos 50,000 millones de dólares al año en la compra de innovaciones; esto es casi un tercio del gasto federal en investigación y desarrollo.
Otros componentes importantes incluyen agencias de innovación orientadas a misión como la DARPA, la ARPA‑E (Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada en Energía) y la BARDA (Autoridad para la Investigación y el Desarrollo en Biomédica Avanzada). El presidente de los Estados Unidos Joe Biden tiene planes de crear un nuevo organismo que promueva la innovación en materia climática. En el nivel de los estados, agencias como la Autoridad para la Investigación y el Desarrollo en Energía del Estado de Nueva York (NYSERDA) están experimentando con modelos para atraer inversiones hacia proyectos innovadores en apoyo de la transición verde.
La complementación entre la financiación para I+D y los contratos de compra pública fue un componente clave del éxito de las agencias de innovación estadounidenses, incluido el desarrollo de vacunas contra el Covid-19; y este modelo debería incorporarse en los próximos años al Pacto Verde Europeo y a los programas de recuperación sostenible asociados. Pero las autoridades deben encontrar nuevos enfoques para la distribución adecuada de costos y beneficios entre los actores privados y públicos. Después de lo mucho que invirtió el gobierno alemán en el desarrollo de la vacuna BioNTech-Pfizer, cabe preguntarse por qué no fue posible influir en su posterior distribución, en el uso de patentes, o incluso en obtener una participación en las ganancias resultantes.
Igual que en el caso de las vacunas contra el Covid-19, la difusión de nuevas tecnologías para el clima y de innovaciones adecuadas a cada lugar todavía no es suficiente, ya que siguen concentradas en unos pocos países. Las naciones ricas piden que los países de ingresos bajos y medios hagan su parte en los esfuerzos de mitigación y adaptación, pero las transferencias de tecnología y recursos financieros (incluido en esto el alivio y la reestructuración de deudas) son muy inferiores a lo necesario.
Al mismo tiempo, la pandemia aceleró el incremento de los niveles de deuda en las economías emergentes y en desarrollo, que comenzó con la crisis financiera global. La deuda privada en estos países ya supera el 140% del PIB, en promedio; es el nivel más alto en cincuenta años, y más del doble que antes de 2008.
Para hacer frente a los crecientes desafíos climáticos (como el desarrollo de vacunas seguras y eficaces contra el Covid-19) se necesitan formas innovadoras de cooperación entre los sectores público y privado, así como entre países, pensadas para canalizar recursos hacia un nuevo paradigma tecnológico y económico sostenible. Influir en mercados e industrias mediante una combinación adecuada de financiación y compra estatal selectivas puede generar nuevas oportunidades y acelerar la transición verde.
Los autores
Antonio Andreoni, profesor asociado de Economía Industrial y director de investigaciones en el Instituto para la Innovación y el Interés Público del University College de Londres, es profesor asociado visitante para la Cuarta Revolución Industrial en la Iniciativa de Cátedras de Investigación de la Universidad de Johannesburgo (Sudáfrica).
Rainer Quitzow es líder de un grupo de investigación en el Instituto de Estudios Avanzados de Sostenibilidad.
Traducción: Esteban Flamini
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