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Navalny: crónica de una muerte anunciada
El disidente y líder opositor ruso Alexei Navalny murió el viernes 16 de febrero en la colonia penal del Ártico donde estaba encarcelado después de regresar a Rusia en 2021. Había abandonado el país en 2020 tras sobrevivir a un atentado con veneno. Los detalles específicos de su muerte jamás serán esclarecidos de forma convincente. Pasó años soportando algunos de los peores excesos del inicuo sistema penitenciario ruso. Las colonias penales del país son conocidas por sus condiciones sombrías y el líder opositor fue objeto de un trato particularmente cruel.
Cualesquiera que sean las circunstancias de esta muerte, años de malos tratos respaldan la opinión generalizada de culpar a Vladimir Putin. Aun preso, Navalny era una molestia para el Kremlin. Maestro de las redes sociales, a menudo lograba exponer los abusos y fechorías del régimen putiniano transmitiéndolos a millones de personas a través de YouTube y otras plataformas. Aún más peligrosa fue la considerable popularidad de este disidente, quien erigió un numeroso grupo de seguidores mucho más allá de las zonas urbanas y fue particularmente eficaz en galvanizar a los jóvenes.
Putin ha hecho del asesinato político una parte esencial de su régimen. La lista de víctimas es amplia: la periodista Anna Politkovskaya, el denunciante Alexander Litvinenko, el opositor Boris Nemtsov, el disidente Vladimir Kara-Murza, el “accidentado” Prigozhin y un largo etcétera. También la lista de desaparecidos (periodistas, políticos, abogados o defensores de los derechos humanos) es interminable.
Navalny era un objetivo mayor. El suyo fue un asesinato muy del espíritu de los años treinta, la época de las purgas de Stalin. Putin se ha precipitado en una escalada mortífera. Es un asesino en serie incapaz de parar. Es una conducta de un hombre carente cada vez más del sentido de la realidad y la desaparición de Navalny marca el inicio de un nuevo y aún más oscuro episodio de su dictadura.
El presidente ruso se está volviendo más audaz y podría embarcarse en movimientos más desafiantes. Su control sobre la política interna parece total. En las elecciones presidenciales del próximo mes será coronado para otro mandato de seis años, e incluso podría superar a Stalin en cuanto a duración en el poder. Putin ha estado a cargo durante 24 años hasta ahora, mientras Stalin gobernó durante 29 años.
Cuando estamos a punto de cumplir el segundo aniversario de la invasión a Ucrania, la tendencia bélica se muestra a su favor. Kiev está cada vez más privado de la ayuda vital de Occidente y ya se muestran grietas en la moral de la población. Las sanciones económicas aplicadas por Occidente no han dado resultados. La situación de los derechos humanos expone a la población rusa a una vulnerabilidad extrema.
Rusia ya no pertenece al Consejo de Europa, ni se somete a la jurisdicción del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Su membresía en el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas ha sido suspendida. Y hacia el mundo la ampliación de los BRICS, con la incorporación de Estados abiertamente contrarios a la defensa internacional de los derechos humanos, le suma aliados a Rusia.