Lectura 3:00 min
Rebote no es recuperación
La cifra preliminar del tercer trimestre arrojó una decepcionante contracción del PIB de 0.2%, correspondiendo a un ritmo anualizado de -0.92 por ciento. La dimensión de la desaceleración se aprecia más al considerar la cifra anual del tercer trimestre: un crecimiento de 4.9 por ciento. Considerando que ese periodo de 2020 correspondió a una base baja, se esperaba un dato cuando menos por encima de 6 por ciento.
La economía había mostrado un crecimiento positivo durante la primera mitad de 2021. No obstante, como varios analistas hemos insistido, esa tasa no corresponde a una recuperación. Después de la severa recesión de -8.5% de 2020, es natural que conforme pasen los principales efectos que ocasionaron esa contracción, la actividad económica registre un clásico rebote. Pero éste no debe confundirse con una mejora estructural de la actividad económica. Esa aún no se observa. Otra regularidad de los ciclos post recesión, es que el rebote propulsa al crecimiento económico cuando menos por un año más, es decir, el segundo año después de una recesión muestra expansiones similares a las del primer año de rebote. Así sucedió en los dos años posteriores a las recesiones de 1995 y 2009. Sin embargo, eso no pasará en 2022. Hoy, el consenso de los analistas es una tasa anual de 6% en 2021 y apenas un 2.9% en 2022.
¿Por qué se está desacelerando la economía? El menor ritmo de la economía estadounidense es un factor clave. El PIB de ese país apenas se expandió 0.5% en dicho trimestre, equivalente a una tasa anual de 4.9 por ciento. Es decir, su economía “jaló” con mucha más debilidad a la mexicana afectando la vía del comercio exterior. Otro factor externo del cual se ha hablado mucho, es la escasez global de insumos clave en la cadena de valor como son los micro condensadores utilizados en la industria automotriz. Esta escasez perdurará hasta entrado el año 2022.
Entre los factores internos que desaceleraron al PIB, destaca la entrada en vigor de la ley que regula equivocadamente a la subcontratación. Pero el elemento más importante es lo que se ha reiterado una y otra vez: la ausencia de inversión privada, cuyo nivel actual corresponde a la de 2011. La confianza empresarial se ha erosionado fuertemente en estos tres años de gobierno, principalmente porque López Obrador está convencido que no requiere del sector privado para generar oportunidades de crecimiento económico y empleos. Su modelo de concentración estatista, su estilo populista y su violación a los contratos inhiben a la inversión, lo cual se ha reflejado en preocupantes cifras recientes de salidas de capital. La iniciativa de reforma eléctrica, de instrumentase en su versión actual, causaría un incalculable daño a la actividad económica.
Desafortunadamente no se vislumbra que el presidente corrija su decisión o su visión. Seguirá dividiendo a la sociedad y hostigando al sector privado en una actitud cerrada al diálogo y la negociación. La prosperidad económica es un importante aliado para ganar elecciones, por lo que le debería preocupar que cómo vamos es posible que se registre el menor crecimiento promedio del PIB de los últimos sexenios.
Twitter: @frubli