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Opinión

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Soñar con trenecitos

Las ocurrencias del Presidente suelen ser nostálgicas. Seguramente para su ocurrencia más reciente se inspiró en esta melodía del anuncio del Teatro Fantástico de Cachirulo de 1965: “Este es el trenecito del chocolate Express, alegre y muy bonito y que rápido es”.

Los trenes de pasajeros desaparecieron hace 23 años debido a la poca rentabilidad y a la competencia de otros medios de transporte. Esta romántica fantasía de reanimar un sistema de pasajeros ferroviarios se plasmó en un Decreto del 20 de noviembre. Hoy hay casi 18,000 kilómetros de vías férreas concesionadas en el país que en más de un 95% ofrecen el servicio de carga. Dice el Presidente que no se requiere invertir en vías nuevas pues esa ya es una gran red. Pero el Decreto señala que esas rutas deberán ofrecerse mediante trenes eléctricos, para lo cual se requiere una electrificación de las vías. Ello implica una cuantiosa inversión además de que toma tiempo.

Las empresas concesionadas expresaron que no hubo pláticas o negociación del Decreto señalado; fue una burda imposición. De acuerdo con el Decreto, las empresas cuentan hasta el 15 de enero (¡56 días!) para presentar sus respectivos proyectos sobre siete rutas que ha definido el gobierno. Es imposible en ese lapso realizar con seriedad un estudio de demanda, uno de inversión y financiamiento, otro de viabilidad financiera, otro de operaciones. El Decreto luego señala que de no presentarse propuestas o de ser proyectos no satisfactorios, entonces se le otorgará autoritariamente, adivine a quien más, al Ejército la implementación, administración y operación de trenes de pasajeros. Se perfila así otra actividad no rentable que será subsidiada por el presupuesto federal, que por cierto, no incluye ninguna provisión presupuestaria para esta ocurrencia.

Defensores del Decreto han indicado que se puede desarrollar un sistema ferroviario de pasajeros tan eficiente como el de países europeos. Pero en esos países la conectividad ferroviaria es eficiente porque se trata de vías interurbanas de corta distancia que no exceden, en promedio, un viaje de tres horas. Además las estaciones de tren se concentran en el centro de las ciudades, lo que facilita la transportación intraurbana por otros medios después de llegar en ferrocarril. Esa infraestructura está básicamente ausente en México e implicaría inversiones privadas y públicas que no están a la vista. Sólo la estación Buenavista en la CDMX de trenes suburbanos funciona razonablemente bien.

En rutas cortas, hay una gran competencia por parte de las líneas de autobuses. Basta con acudir a cualquiera de las terminales de camiones para percatarse de la gran oferta de líneas y los precios variados que ofrecen. Comentó el Presidente que “se incrementará la movilidad de la población desde las principales ciudades de México hasta la frontera norte”. Resulta difícil creer que, por ejemplo, vaya a haber una gran demanda por recorrer, en quizá unas 10 horas, la ruta en tren desde la CDMX a Ciudad Juárez.

Una ocurrencia y un capricho más que nos costará a los contribuyentes. Seguramente habrá un alud de amparos por parte de las empresas del sector.

Twitter: @frubli

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Economista egresado del ITAM. Cuenta con Maestría y estudios de doctorado en teoría y política monetaria, y finanzas y comercio internacionales. Columnista de El Economista. Ha sido asesor de la Junta de Gobierno del Banxico, Director de Vinculación Institucional, Director de Relaciones Externas y Coordinador de la Oficina del Gobernador, Gerente de Relaciones Externas, Gerente de Análisis Macrofinanciero, Subgerente de Análisis Macroeconómico, Subgerente de Economía Internacional y Analista.

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