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Opinión

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Tenemos ley de teletrabajo, ¿qué sigue?

La pandemia ha obligado a las universidades a adaptar sus sistemas a las nuevas plataformas digitales, que seguirán utilizándose aún pasando el confinamiento social. Foto: Shutterstock

La pandemia ha obligado a las universidades a adaptar sus sistemas a las nuevas plataformas digitales, que seguirán utilizándose aún pasando el confinamiento social. Foto: Shutterstock

¿Cuántos mexicanos trabajan en teletrabajo? Nos falta el dato, pero ya tenemos una ley y hemos acumulado cientos de anécdotas en un año de pandemia. Hay cálculos o estimaciones. La cifra más útil, quizá, es la que presenta Luis Monroy, del Centro Espinoza Yglesias. Entre 20 y 23% de los trabajadores ocupados en México podrían llevar a cabo sus actividades laborales desde casa, calcula Monroy. La proporción más alta se encuentra en la Ciudad de México, casi 40%, seguida de Nuevo León, con un poco más de un tercio de su población ocupada. La más baja, en Chiapas, un menos de 15 por ciento.

¿Quién puede trabajar desde casa? Evidencia desde México, se titula el trabajo de Luis Monroy. Habla de trabajadores con potencial de trabajar en casa. En México serían entre 4 y 5 millones entre los formales y un número muy difícil de determinar en la informalidad, ¿Cuánto del trabajo de un tianguis podría hacerse como teletrabajo…? ¿Cuánto del trabajo en el campo…? ¿Qué parte de la informalidad es intensiva en tecnologías compatibles con el home office?

Los porcentajes que Monroy calcula sirven como recordatorio: el teletrabajo fue protagonista del 2020, pero no es una realidad generalizada en todo el país y en todas las actividades. Es posible en las zonas más ricas del país y en algunas tareas, casi siempre bien remuneradas y con niveles relativamente altos de calificación. A manera de comparación, en Estados Unidos es 37% de la población ocupada que tiene potencial de teletrabajar, con un pico de 66% en la zona de San José-Sunnyvale-Santa Clara en California.

Estamos ante un fenómeno muy dinámico. Sin exagerar, cada trimestre crecen las actividades que pueden hacerse a la distancia. Escuché la anécdota de un jefe de taller en Monterrey  que, desde su casa, podía dar instrucciones para operar un horno. Utilizaba unos lentes de realidad aumentada que le permitían ver de cerca lo que pasaba en la fábrica. La tecnología y el cambio cultural permiten hacer a distancia cosas que en 2019 parecían imposibles.

Tenemos una ley para regular el home office o teletrabajo, pero apenas hemos comenzado a hacer la tarea. La ley otorga el derecho a la desconexión de los trabajadores, pero este es incompatible con ciertos niveles de responsabilidad, pienso en la Directora del Metro y en los líderes de los equipos de mantenimiento. Tenemos también mucho por ver respecto al papel de los inspectores laborales y la justicia laboral.

¿Cómo se arbitrarán los conflictos derivados de la operación cotidiana del teletrabajo? La ley permite a las empresas supervisar con cámaras y micrófonos, pero las obliga a respetar la privacidad. En un país con tanta escasez de empleos y en condiciones económicas tan complicadas, ¿Cómo podrán los trabajadores exigir a sus patrones el cumplimiento de lo que dice la ley para el pago del internet, la electricidad? La ley no distingue entre mipymes y grandes, pero es claro que el cumplimiento de la misma no será igual de fácil para todas, ¿habrá apoyos para las micro que se quieran portar bien?

¿Cómo aprovechar el potencial del teletrabajo? En el mejor de los escenarios, tendríamos la posibilidad de conciliar más productividad; menores costos y mayor calidad de vida. No está fácil conseguir esta trifecta.

¿Cómo reducir los riesgos? El teletrabajo puede traer una baja en la productividad y un incremento en la conflictividad en las relaciones laborales. Están también los riesgos de aislamiento de los trabajadores, con el consiguiente deterioro en la salud mental. Tenemos ley, pero nos falta una hoja de ruta para reducir los riesgos y maximizar las oportunidades. Es una buena ley. Para cumplir con sus mejores intenciones, necesitará otras acciones de política pública, entre ellas capacitación; investigación y desarrollo en administración, tecnología y psicología laboral, entre otras cosas. Además, apoyo a las empresas y los trabajadores. Pensar fuera de la caja y asignar recursos públicos y privados.

lmgonzalez@eleconomista.com.mx

Licenciado en Economía por la Universidad de Guadalajara. Estudió el Master de Periodismo en El País, en la Universidad Autónoma de Madrid en 1994, y una especialización en periodismo económico en la Universidad de Columbia en Nueva York. Ha sido reportero, editor de negocios y director editorial del diario PÚBLICO de Guadalajara, y ha trabajado en los periódicos Siglo 21 y Milenio. Se ha especializado en periodismo económico y en periodismo de investigación, y ha realizado estancias profesionales en Cinco Días de Madrid y San Antonio Express News, de San Antonio, Texas.

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