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Canadá, EU y México: la confianza como eje
La revisión del T-MEC, en principio calendarizada para el 2026 comenzó desde el minuto uno de la victoria de Donald Trump. Los temas de aranceles, fentanilo, migración, la política de cara a China, entre otros, se han convertido en materia de todos los días y ya ocupan un lugar clave en las agendas de Claudia Sheinbaum y Justin Trudeau.
La presidenta Sheinbaum ha sido ágil y astuta en contestar a los planteamientos que el próximo presidente ha realizado en estas semanas primero con una carta, e inmediatamente después con una llamada personal con Trump. Por su parte, Trudeau, de plano se lanzó el fin de semana a Florida para cenar con Trump, su familia y miembros de su futuro gabinete.
De entrada, parecería que estamos compitiendo por “quedar bien” con Donald, sin coordinación entre ambos países. Trudeau, además, tiene la complicación política de los tiempos electorales en Canadá, ya que habrá elecciones en noviembre de 2025; lo que implica que la revisión del T-MEC no le tocará a él. Sin embargo, claramente está tratando de usar el tema políticamente para fortalecer a su administración y a su posible sucesor.
El tratado comercial que tenemos hace tres décadas ha sido muy positivo para los tres socios. Sin embargo, para 2026 no serán suficientes los argumentos técnicos, estadísticos y económicos que den evidencia de esos beneficios. En el fondo del contexto político que tenemos, por ahora, lo más importante que la presidenta Sheinbaum, y sus secretarios Ebrard y de la Fuente tienen que hacer, es (re)construir un espíritu de confianza entre la Casa Blanca y Palacio Nacional. Según la definición del diccionario de la Real Academia Española, “confiar” es:
1. Encargar o poner al cuidado de alguien algún negocio u otra cosa. 2. Depositar en alguien, sin más seguridad que la buena fe y la opinión que de él se tiene, la hacienda, el secreto o cualquier cosa. 3. Dar esperanza a alguien de que conseguirá lo que desea.
Al leer el diccionario uno pensaría que es muy poco probable que esta descripción del verbo confiar empate con el “espíritu” o la “actitud” con la que Trump ve a México como vecino o como socios comerciales. Pero eso no quiere decir que no puedan generarse lazos de confianza entre dos personas: él y la doctora Sheinbaum.
La esperanza, según Byung-Chul Han, está basada en “nuestra capacidad de esforzarnos por algo simplemente porque es bueno, y no porque su éxito esté garantizado”. Conservar, y en su caso, mejorar el tratado es bueno para los tres países.
Como ya dije, la confianza no se construye sólo sobre la base de datos estadísticos. La buena fe se construye con otros factores humanos, emocionales y de comportamiento. No hay lugar para una relación de confianza sin honestidad, empatía, comunicación asertiva, y, sobre todo, respeto y reciprocidad que tengan como eje el reconocimiento del valor mutuo e importancia que cada una de las partes, sean personas o países. Claudia Sheinbaum, estoy seguro, tiene el talento y la sensibilidad para promover una relación con Donald Trump basada en estos atributos, y no caer en las vencidas “machistas” de fuerza, sino privilegiar, ante todo, el diálogo maduro y estratégico que parte de la certeza que (I) América del Norte unida es la mejor alternativa posible para los tres socios del tratado y (II) México es un mercado y socio comercial que tiene mucho que contribuir.
Es decir, lo que sigue entre Canadá, Estados Unidos y México, más allá de los datos del impacto positivo que ha tenido el tratado comercial para nuestras sociedades, es forjar un espíritu de colaboración entre nuestros líderes, para revisar el T-MEC y mejorarlo, para integrarnos más, no menos y, para que haya más prosperidad para un mayor número de ciudadanos, en los tres países.
América del Norte tiene enormes retos que resolver: seguridad pública, transición energética, infraestructura, mejores servicios de educación y de salud, entre otros. Atenderlos pasa también por la capacidad de los tres socios del tratado de trabajar en éstos y otros temas con base en la confianza que beneficie a la gran mayoría de los 560 millones de ciudadanos que viviremos en la región en 2050. Ese es el horizonte que debemos tener en la mira: ¿qué hay que hacer ahora para que en 25 años haya más prosperidad y, sobre todo, más equidad, para canadienses, estadounidenses y mexicanos? Porque, al final del día, la mayor relevancia de los temas que parecen reservados para los salones de la negociación se encuentra en las vidas de los millones de ciudadanos a los que terminan por afectar. Para sentarse a trabajar en la respuesta se requiere de confianza.