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Tiempo de canallas
El retorno de Donald Trump al poder representa el triunfo no únicamente de neoconservadurismo extremo, sino la reencarnación de la visión identitaria según la cual los individuos no somos iguales en derechos, y por lo tanto el otro, el diferente, no tiene porqué existir. Es finalmente la legitimación del racismo, el proteccionismo económico y el nacionalismo que reduce a la persona al mínimo para someterla al Estado redentor.
Es esa serpiente que supusimos había sido eliminada después de la victoria electoral de Biden en 2020, pero que siguió viviendo agazapada, resarciéndose las heridas de la derrota y preparándose para el retorno triunfal. El problema de los demócratas, los liberales, los que parten del principio según el cual todos cabemos en el barco, es que no entienden que los autoritarios no son interlocutores válidos simplemente porque no aceptan a su adversario como un aspirante legítimo.
La estrategia del autoritario es la de utilizar los instrumentos de la democracia para una vez alcanzado el poder, desmantelarla paso a paso. Fue esto lo que Biden y su partido no pudieron comprender. Dejar a Trump seguir operando políticamente después del intento golpista del 6 de enero del 2020, lo convirtió en el peligro más grave para la democracia norteamericana. Juzgado y condenado por diferentes delitos, Trump avanzó a pasos agigantados hacia la Casa Blanca, mientras el sistema judicial le permitió moverse con impunidad total.
Este fenómeno no es exclusivo de los Estados Unidos. En la Hungría de Orban, la Rusia de Putin, la Turquía de Erdogan entre otros, el proceso de desarticulación democrática está claramente presente. Estamos hablando de figuras cuya obsesión por el poder y por la eliminación del que opina, actúa o vive diferente, son una constante en su vida pública. Son a los que la escritora Lillian Hellman describe en su libro: Tiempo de Canallas, cuyo objetivo fue denunciar las atrocidades del macartismo en la Unión Americana.
Un canalla es una persona sin principio alguno y que encuentra siempre un argumento para librarse de la responsabilidad de aquello que ha llevado a cabo y que es imposible de justificar. Matar, robar destruir o humillar, son conductas aceptables siempre y cuando formen parte de lo que se denomina “el nuevo régimen”. Es una ola oscura que, a pesar de las resistencias mostradas por los demócratas a lo largo del mundo occidental, no ha cesado de ocupar espacios de manera cada vez más constante.
Estamos en tiempo de canallas, que podrían llevar al planeta a un escenario de terror y muerte. Por cierto, México no está a salvo de esta terrible realidad.
@ezshabot