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Cobertura de salud mental: Una deuda pendiente
Hace poco tuve una paciente que, después de meses lidiando con la depresión, por fin decidió buscar ayuda profesional. Pero cuando le pidió a su seguro que le reembolsara las consultas y los medicamentos, le dijeron que no. Resulta que su póliza, aunque carísima, no incluía nada relacionado con salud mental. Esto no es un caso aislado, sino una muestra de lo que pasa en México, donde los seguros médicos suelen dejar fuera todo lo que tenga que ver con la salud mental, como si no fuera igual de importante que cualquier otra enfermedad.
En México, la inversión en salud mental es ridículamente baja. Entre 2016 y 2024, solo se destinó entre el 1.3 y el 1.6% del presupuesto total de salud a este tema, muy lejos del 5% que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS) para países con ingresos medios. Esta falta de dinero se nota: no hay suficiente infraestructura ni especialistas, lo que solo empeora la crisis de salud mental que enfrenta la población.
En comparación con otros países de la región, México invierte muy poco en salud mental: alrededor de 3 dólares por persona, mientras que el promedio en América Latina ronda los 8. Esta diferencia muestra la urgencia de aumentar el presupuesto destinado a este sector para atender la creciente demanda de servicios, especialmente en casos de depresión y ansiedad, que afectan a una parte importante de la población.
Además, la infraestructura de salud mental en México deja mucho que desear. De acuerdo con el Directorio de Hospitales Psiquiátricos de la Secretaría de Salud, solo hay 41 hospitales psiquiátricos en todo el país, una cifra que claramente no alcanza para cubrir las necesidades de más de 120 millones de personas.
La distribución de los profesionales de salud mental también es un problema. En 2016, se calculaba que había 4,393 psiquiatras en México, lo que equivale a una tasa de 3.68 por cada 100,000 habitantes, bastante por debajo del mínimo de 5 que recomienda la OMS. Aún más preocupante es que la mayoría de estos especialistas están concentrados en las grandes ciudades; por ejemplo, el 56% trabajaba en la Ciudad de México, dejando a las zonas rurales y menos desarrolladas prácticamente desatendidas.
En contraste, países como Estados Unidos han aprobado leyes que exigen que la cobertura de enfermedades mentales sea igual a la de las enfermedades físicas. Por ejemplo, la Ley de Paridad en Salud Mental de 2010 obliga a las aseguradoras a ofrecer la misma cobertura para ambos tipos de trastornos, reconociendo que la salud mental es fundamental para el bienestar general. Sin embargo, está claro que, en la práctica, esta ley no siempre se cumple como debería.
Como sociedad, tenemos que exigir cambios tanto en las políticas de salud como en la industria de seguros para lograr una cobertura integral que realmente incluya la salud mental. Esto significa aumentar la inversión pública en este sector, fomentar la educación y sensibilización sobre su importancia y presionar a las aseguradoras para que incluyan estas coberturas en sus planes.
La salud mental es un pilar fundamental del bienestar y un derecho humano. Negar la atención adecuada no solo perpetúa el sufrimiento de quienes la necesitan, sino que también implica costos sociales y económicos enormes. Es hora de reconocer su importancia y unir esfuerzos para garantizar que todos tengan acceso a los servicios de salud mental que merecen. Si nosotros, como ciudadanos, no exigimos lo que necesitamos, ¿entonces quién lo hará?
Me encantaría conocer tus dudas o experiencias relacionadas con este tema. Sigamos dialogando; puedes escribirme a dra.carmen.amezcua@gmail.com o contactarme en Instagram en @dra.carmenamezcua. ¡Hasta la próxima!