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La Biblioteca Alexandrina cumplió 20 años como el nuevo faro del conocimiento
Un faro de sabiduría en la costa oriental del Mediterráneo recibe a un millón de visitantes cada año; 5 millones de volúmenes concentran el saber universal;1,600 años después, el sueño de Alejandro Magno se mantiene incombustible.
Alejandría es una ciudad que arroba por su magnificencia . La ciudad y puerto que mira al Maremágnum, fundada hace 2,300 años por Alejandro Magno, fue el centro cultural del mundo antiguo y el epicentro del conocimiento. Hoy sigue siendo orgullo de Egipto y de la humanidad entera.
Además de poseer el malecón más extenso del planeta, con casi 20 kilómetros, mezquitas centenarias, el castillo del rey Farouk, el Palacio de Montazah, entre sus inigualables maravillas, la ciudad es emblemática y famosa en la Historia por la antigua Biblioteca de Alejandría, que reunía todo el saber disponible en el universo conocido, un verdadero crisol de culturas, a cuyo puerto llegaban los barcos y de inmediato les eran requisados los rollos procedentes de ultramar para ser traducidos al griego, tras lo cual entregaban la copia a la tripulación y el original pasaba al acervo de la biblioteca.
La leyenda hiperbólica asegura que durante el dominio de los Ptolomeos, la biblioteca llegó a reunir más de un millón de volúmenes que contenían el saber acerca de la filosofía, la historia, la medicina, las matemáticas y la astronomía, y que fue el reservorio más ilustre de la Antigüedad hasta su total desaparición en la primera mitad del siglo I de nuestra era, primero tras un incendio, que consumió buena parte de la colección, y luego por varios saqueos, invasiones y guerras.
Más 1,600 años después, el sueño de Alejandro Magno, como una llama crepitante, volvió a materializarse en el mismo sitio donde alguna vez se alzó el faro de la sabiduría, la nueva y moderna Biblioteca Alexandrina, que cumplió 20 años este 2022, desde su inauguración.
Edificada dentro del extinto perímetro real del Bruquión (en el malecón de la ciudad), donde antiguamente se erigían palacios rodeados de espléndidos jardines que habitaba la élite ptolomea durante los tres siglos que duró su monarquía, hoy desplanta un complejo de arquitectura vanguardista, que vista desde el mar asemeja una nave espacial, creación del despacho noruego Snøhetta, que tuvo un costo de 230 millones de dólares aportados por el gobierno de Egipto y la UNESCO, y que hacen de la Biblioteca Alexandrina una de las maravillas de la arquitectura moderna, Patrimonio de la Humanidad, que nunca suplirá a la de la Antigüedad pero que la honra con creces y está a su altura.
Desde el mar o desde la zona más alta de la ciudad se aprecia un cilindro monumental recortado en diagonal, construido con cemento, cristal y granito. La fachada realizada con materiales traídos desde Asuán, presenta bajorrelieves caligráficos de la mayoría de las lenguas del mundo; la artista Jorunn Sannes usó la misma técnica ancestral de los egipcios para grabar rocas; letras, jeroglíficos, pictogramas y símbolos de más de 120 escrituras distintas, dan relieve al monumento.
La techumbre hace alusión al dios egipcio Ra, divinidad solar. Realizado con paneles de cristal inclinados hacia el mar, asemejan un reloj de Sol; esta cubierta está diseñada y construida de tal manera que la combinación de vidrio y aluminio tamiza la luz interior.
Visitarla y admirarla es toda una experiencia en sí misma. El edificio consta de once niveles, de los cuales cuatro se hallan por debajo del suelo. Además de una inmensa sala de consulta, el recinto cuenta con seis colecciones especializadas, un planetario, cuatro museos (de Antigüedades, Manuscritos, Historia de la Ciencia y del Presidente Anwar Sadat), 12 centros de investigación académica y cuatro galerías expositivas. Los visitantes también pueden ver algunas de las 15 exposiciones permanentes que tiene, por sólo mencionar algunas están la Colección Mohamed Ibrahim, de caligrafía árabe; Bulaq, la primera prensa egipcia cuya impresión inaugural fue un diccionario italiano-árabe en 1822 y una muestra de esculturas contemporáneas de Egipto.
El complejo, construido a prueba de incendios, ocupa en su totalidad una superficie de 85,000 m², está diseñado para albergar 20 millones de volúmenes, y actualmente sólo posee 5 millones, de los cuales 10,000 son manuscritos, 50,000 incunables, 50,000 mapas, además de un amplio acervo digitalizado que puede consultarse en línea.
Sólo en la sala principal, situada al centro del edificio, se resguardan 500,000 mil volúmenes, que por esa característica y su capacidad de aforo para 2,000 lectores en sus 30,000 m² está considerado el salón de lectura más grande del mundo.
Como una sala hipóstila de estilo egipcio, sostenida por columnas de hormigón revestidas de madera, el salón se extiende en varios desniveles hasta alcanzar los 16 metros bajo el nivel del mar.
Está provisto de luz natural que pasa a través de paneles de cristal que conforman la techumbre del cilindro monumental, formando ventanales especialmente diseñados para dejar pasar la luz, pero evitando los rayos directos del sol que podrían dañar la colección.
Las ciencias sociales, la egiptología, el mundo islámico y la educación son las áreas más solicitadas para quienes realizan consultas presenciales, y los materiales electrónicos y la biología encabezan las consultas digitales.
Este nuevo epicentro del saber recibe anualmente un millón de visitantes, la gran mayoría estudiantes de todo el mundo, desde donde pueden contemplar un atardecer sobre el Mediterráneo desde la explanada principal, presidida por un busto en bronce dedicado al fundador de la ciudad y el antiguo recinto: Alejandro Magno.