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Opinión

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La Tragedia de nuestra economía II

En la colaboración anterior argumentamos la desgracia que ha sido para nuestro país que desde 1970 a hoy no se haya crecido más de 1%; han sido seis décadas en las que lo que avanza un gobierno el siguiente lo pierde. Hemos sido incapaces de establecer una ruta permanente de crecimiento sostenido en la que los ciclos económicos sean lo suficientemente controlables como para que el bienestar social sea perdurable. A la tragedia económica podemos agregar la concentración excesiva de la poca riqueza que se ha generado en la historia de nuestro país. Mientras que en Europa y posteriormente en EU, la atención, esfuerzo e incentivos se alineaban al desarrollo de patentes e investigación científica para generar bienes de gran valor; en México todo se enfocaba en determinar quién era el beneficiario de la explotación de los recursos naturales para precisamente venderlos a quienes los utilizarían mejor. Así, nosotros establecíamos acuerdos cupulares entre un reducido y selecto grupo de personas a las que no se les puede llamar empresarios y, los gobernantes en turno para recibir el beneplácito de las concesiones mineras y de comunicaciones; los euroamericanos creaban la locomotora, los hornos para fundir grandes cantidades de metales, el elevador, los autos, locomotoras, aviones y una poderosa industria farmacéutica encabezada por el descubrimiento de los antibióticos.

El explotar recursos con el favor de los gobiernos mexicanos para enviar metales, plantas, frutos, hidrocarburos ni de lejos ha logrado generar el valor del producto terminado, es decir, no es lo mismo el acero que la locomotora, no es igual el cobre que la instalación hidráulica completa o tampoco es lo mismo el aluminio que el edificio terminado. Han sido décadas en las que la mayor parte de la riqueza nacional se ha acaparado dentro de la relación siempre perversa particular–gobierno olvidando al resto de la sociedad al tiempo que se impidió el desarrollo real de una clase empresarial fuerte o de una sólida cultura de investigación científica que nos diera productos de alto valor en lugar seguirle encontrando propiedades al nopal, amaranto y la sábila. No es difícil explicar que sí la única fuente de riqueza depende no del esfuerzo, sino de una voluntad omnipotente, la relación particular–gobierno ha tendido a pervertirse como lo está ahora. Es el caso de las fortunas más grandes del país y del mundo, las cuales están plenamente sustentadas en las concesiones, licencias, autorizaciones, licitaciones, permisos que de otra forma no se hubieran formado. Es la principal razón por la que a cada cambio de sexenio las inversiones se frenan por completo pues se sabe que el presidente que gane podrá en todo momento cambiar las preferencias de quien debe ostentar la riqueza quitando a placer estas concesiones o permisos. En suma, México tiene la mayor parte de su riqueza en manos de un puñado de personajes que nada aportan a los demás menos a retos como la pobreza.

Doctor en Desarrollo Económico, Doctor en Derecho y Doctor en Historia del Pensamiento Filosófico Especialidades en desarrollo económico en Oxford University y en Economía Internacional en Georgetown University. Profesor en la Universidad Panamericana y la Ibero. Ha colaborado en la Presidencia de la República, el Banco de México, la Secretaria de Hacienda y Crédito Público, fue Ministro de Asuntos Economicos de la Embajada de Mexico en EEUU (Washington). Autor de libros en Regulación Financiera, Historia Económica, Política Fiscal, Políticas Públicas y Ética.

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