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Opinión

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Lobby y propaganda en el boicot de las Big Tech a Rusia

Foto: Reuters

Las grandes empresas de tecnología globales (Big Tech) se unieron a una enorme lista de corporaciones que están boicoteando a Rusia como reprimenda por la invasión a Ucrania. A las empresas Big Tech, el boicot les da puntos desde cualquier aproximación. Los grandes perjudicados son los ciudadanos rusos, que verán más afectados sus ya de por sí afectados derechos humanos.

En términos de ingresos, la suspensión de operaciones de las Big Tech en Rusia apenas se verá reflejada en sus balances financieros. En términos de capital político, las ganancias serán enormes entre políticos y reguladores dentro y fuera de Estados Unidos. El boicot, además, les funciona muy bien como campaña publicitaria. Pocas veces se gana tanto dando tan poco a cambio.

El objetivo declarado de las sanciones estatales y los boicots corporativos es asfixiar a la economía rusa, reduciendo el margen de acción de sus empresas públicas y privadas y mermando los ingresos del Gobierno. 

En última instancia, las sanciones y los boicots están dirigidos contra los ciudadanos, supongo que para llevarlos a la inanición y desde esa posición, en una macabra pedagogía del resentimiento y la rebeldía, motivarlos a utilizar sus últimas fuerzas para derrocar de alguna manera a sus gobiernos autoritarios y, finalmente, alinear a sus países al único orden posible: la Occidental, esa concepción del mundo que ideológicamente deja fuera a Rusia y a China y a casi todos los países del Sur global (con excepciones como Australia y Nueva Zelanda), incluidos los países de América Latina (caracterizados más bien en la indefinición y desde la irrelevancia) y la totalidad del continente africano (con excepción, a veces, de Sudáfrica), a pesar de que cuenta con una veintena de miembros de la Commonwealth (porque hasta en los clubes hay clases), y que se permite algunos comodines coyunturales, como Japón e Israel. 

De derechos humanos no hablemos, porque violaciones de escándalo ocurren sistemáticamente en otros países, pero éstas, debemos entender, son los daños colaterales del capitalismo gore o los estímulos amorales de la movilidad social en el neoliberalismo extremo. Vaya usted a saber.

De inmediato se anunciaron las sanciones contra Rusia (algunas no se han iniciado, entre ellas una de las más importantes: la prohibición de realizar transacciones con el banco más grande de Rusia, el Sberbank y sus 25 subsidiarias internacionales, que aplicará a partir del 26 de marzo), los medios nos regalaron una de las mejores imágenes de la incertidumbre ciudadana: largas filas en los bancos rusos para retirar depósitos en moneda extranjera.

La imagen no tiene desperdicio para la representación simbólica del poder económico.

Hay grandes nombres en la lista de compañías: Apple, Meta (Facebook, Instagram), Alphabet (Google, YouTube), Microsoft, Dell, Oracle, Amazon, Netflix. Las acciones contra Rusia y sus ciudadanos son diversas, desde la suspensión de servicios (Apple pausó la operación de su sistema de pagos a través de teléfonos Apple Pay), Microsoft y SAP suspendieron nuevas ventas (suponemos que los servicios ya contratados seguirán ofreciéndose sin demora) y Twitter y YouTube censuraron en Europa los canales oficiales RT (Russia Today) y Sputnik, para evitar la difusión de propaganda (Twitter ha llegado al extremo de estigmatizar periodistas). Toma eso, Putin.

Pero seamos claros: las compañías tecnológicas perderán muy pocos ingresos en una economía que supera muy poco en tamaño a la economía mexicana. El PIB de Rusia (1.65 billones de dólares en 2021) es 20% superior al de México (1.29 billones) y es comparable en tamaño con el PIB de Brasil (1.65 billones) y de Australia (1.61 billones) (todos los datos, con proyecciones del FMI). 

Tomemos el caso de Google: se calcula que los ingresos de la compañía en Rusia apenas superan los 800 millones de dólares, lo que representaría un 0.3% de su facturación global de 2021. Ahora Apple: unos 2,500 millones de dólares desde Rusia, 2% del total de sus ventas globales de 2021.

El boicot Big Tech tiene mucho de lobby político y de propaganda corporativa.

En medio del consenso de cancelación occidental, una excepción: el empresario libertario Elon Musk (Tesla, Space X, exPayPal) se negó a bloquear contenidos en internet a través de los servicios que está prestando de manera gratuita con su sistema satelital Starlink. Musk se declaró un “absolutista de la libertad de expresión”. Hay todo en la propaganda corporativa.

Periodista. Escribe Economicón, la newsletter sobre privacidad y sociedad de la información de México. Desde 2010 es editor en El Economista. Maestro en Transparencia y Protección de Datos Personales. Su canal de entrevistas en YouTube se llama Economicón.

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