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Arte e Ideas

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Aridjis cuenta una versión menos deificada de los intelectuales

El novelista, poeta y diplomático conversa sobre “Los peones son el alma del juego”, la novela de una generación llena de nuevas instantáneas sobre los intelectuales del siglo XX; opina sobre la presente administración en materia de cultura.

La política cultural del gobierno “ha sido un desastre”, expresa el premiado novelista, poeta, ensayista, dramaturgo, diplomático y activista ambiental Homero Aridjis (Contepec, Michoacán, 1940), durante la conversación vía Zoom a propósito de la publicación de la novela Los peones son el alma del juego, protagonizada por un tal Alex, alter ego de Aridjis, con un punto de vista inédito de varios de los más destacados intelectuales del siglo XX, a los que Aridjis frecuentó, en una que llama autoficción.

“Vengo de un pueblo michoacano donde hay campesinos, hay indígenas purépechas. Mucha gente del pueblo llevaba huaraches, pero muchos querían llevar zapatos porque era más cómodo llevar zapatos. La confusión que hay con este gobierno es que cree que hay que llevar los huaraches en la cabeza. Decía Confucio que hay que rectificar los conceptos porque si los conceptos no están correctos, la gente no está de acuerdo. Y lo que pasa en este momento es la confusión de los conceptos, el presidente confunde el concepto de cultura”, argumenta el que fuera embajador en Suiza en 1976 y en Holanda en 1977, así como embajador ante la UNESCO de 2007 a 2010.

Una novela sin autocensura

Ganador del Premio Xavier Villaurrutia 1964 por Mirándola dormir, Aridjis asegura que en Los peones son el alma del juego desechó la solemnidad de una autobiografía, “considerando que a veces la memoria pierde sus fechas, se vuelve abstracta y a veces es compartida o promiscua, porque uno al estar evocando recuerdos personales está evocando recuerdos de otras personas que se mezclan en nuestra propia memoria”.

Resuelve que al hablar de su formación como escritor era inminente traer al verbo a colegas anteriores y contemporáneos, de los que en el libro comparte versiones novedosas, entre ellos José Emilio Pacheco, Juan Rulfo, Alí Chumacero, Octavio Paz, Elena Garro, Gabriel García Márquez, Amparo Dávila, Luis Buñuel y el pintor Francisco Toledo.

“Rechacé la autocensura porque en la relación con otros escritores había aspectos íntimos. No quise hacerlo escandaloso, pero tampoco censurado. Por ejemplo, de Pacheco no se decía que llegaba y tomaba los platitos de bocadillos y se los comía vorazmente. Son detalles de personalidad, no son críticas a su persona. Pero cualquiera que lo conocía sabía que tenía esta hambre compulsiva. Juan Rulfo bebía mucho. No es que uno esté revelando mucho, eran aspectos de conducta. Con Arreola estaba uno jugando al ajedrez y llegaban los acreedores: le querían quitar la mesa. Debía la botella del vino que se estaba bebiendo”.

El autor reconoce que desde muy pequeño llevó un diario secreto donde apuntaba situaciones de las que no quería olvidar pormenores. A partir de ella y de conversaciones con amistades pudo construir “una novela de instantáneas” rica en destellos sobre las personas que hay detrás de los grandes nombres.

“Quise que fuera la novela de una generación. Mi manera de ver a otras personalidades no era como a los monumentos, sino como personas inmediatas. Quise una novela de percepciones personales. Cuando estuve maduro para escribirla, la novela se hizo sola, estaba integrada en mí. Mi memoria estaba quintaesenciada de cosas que me interesaban. Pero me costó mucho trabajo clasificar los recuerdos, actualizarlos, eliminar recuerdos. Tuve que sintetizar al máximo”.

La última persona con la que Aridjis habló con el propósito de llenar vacíos en la memoria, comparte, fue con Toledo, unos meses antes de su fallecimiento en septiembre de 2019. El escritor relata que acordaron verse para comer en privado y este le pidió que revelara más detalles de su relación con la pintora Bona Tibertelli, quien terminó su relación con Octavio Paz después de casi una década para viajar con Toledo e instalarse en Oaxaca, no por mucho tiempo. Ese relato se encuentra en el libro.

El Fondo según Aridjis

Homero Aridjis publicó su segunda novela, El poeta niño, con el Fondo de Cultura Económica (FCE) en 1971. Ahí ha publicado múltiples ficciones y poemarios desde entonces. A propósito de su opinión sobre la presente administración en materia de cultura, hace referencia de la actual dirección de la editorial paraestatal.

“Sufrí en carne propia desde el comienzo, cuando López Obrador le entregó el Fondo de Cultura Económica a Paco Ignacio Taibo II, que fue como un regalo. Parece que el FCE tiene un presupuesto de más de 300 millones de pesos al año y nadie se explica qué hace Taibo con ese dinero. Como director no presentó un programa editorial que un director del Fondo debe presentar, porque es el responsable de la editorial que en su momento fue la más importante de habla española. Nombrar a Paco Taibo II, lo voy a decir de una manera muy lacónica, fue una cuchillada al mundo editorial mexicano”.

Homero Aridjis, una trayectoria

En 1959, con solamente 19 años, Aridjis fue inició como becario del Centro Mexicano de Escritores y en 1964 se convirtió en el poeta más joven en ser reconocido con el Premio Xavier Villaurrutia. Su obra se integra por cerca de 50 libros entre poesía, novela y teatro. Desde 1999 Aridjis es creador emérito del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Ha ganado la beca del gobierno francés en 1966, la Beca Guggenheim en dos ocasiones y la Universidad de Indiana le otorgó un doctorado honoris causa en 1993.

Los peones son el alma del juego

Homero Aridjis

Editorial: Alfaguara

Febrero de 2021

369 páginas

Formato físico: 399 pesos

Formato digital: 249 pesos

ricardo.quirgoa@eleconomista.mx

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