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Muerte en Venecia, una ópera cinematográfica
Jorge Ballina lo mismo puede estar en Praga atestiguando lo mejor de la escena contemporánea, incluso ganando alguna mención honorífica en la Cuadrienal de aquel país, que yendo a una función de gala del musical Si nos dejan o abordando el Metrobús en esta caótica ciudad.
Jorge Ballina lo mismo puede estar en Praga atestiguando lo mejor de la escena contemporánea, incluso ganando alguna mención honorífica en la Cuadrienal de aquel país, que yendo a una función de gala del musical Si nos dejan o abordando el Metrobús en esta caótica ciudad.
No atrae los reflectores. Pero Ballina es el responsable de varios de los montajes escénicos más memorables en los últimos años, desde los escenarios cargados de símbolos en óperas como Rusalka, Don Giovanni o Egmont, hasta escenarios más figurativos y frugales como en Cock o La pequeña habitación al final de la escalera; otros de menor formato como el de la obra estudiantil La ilusión.
Ballina se encuentra en ensayos para el reestreno de la primera ópera que ha dirigido, Muerte en Venecia del británico Benjamin Britten, basada en la novela homónima de Thomas Mann. El montaje de Ballina se estrenó en junio del 2009 con críticas muy favorables, y ahora que regresa a escena dará inicio a las actividades programadas este año en el Palacio de Bellas Artes, una temporada que se ha anunciado con bombo y platillo; sin embargo, Ballina no echa las campanas al vuelo:
Siempre hace falta más actividad operística y más producciones. Podría haber más calidad y más oferta. Pero creo que se hace lo que se puede con los presupuestos que tiene el INBA. Este año acaban de anunciar una programación bastante interesante. Espero que se logren montar todos estos títulos, porque en años como éste casi todo se va a las elecciones , comenta el escenógrafo.
El día de ayer comenzaron a ensayar con los cantantes, lo cual significa que cuentan con tiempo suficiente para llegar en punto al estreno del 2 de febrero. En esta ocasión contará con el mismo elenco que en el 2009.
Sobre el proceso creativo, cuenta el director que siguió los pasos de Thomas Mann. Visitó Venecia en varias ocasiones: Es una ciudad alucinante donde se encuentra la belleza en lo decadente y lo caótico , comentó. Y, efectivamente, su camino fue muy parecido al de Aschenbach (el protagonista) en la novela:
Fui a Venecia y ahí encontré mucho material, tanto para la escena y la escenografía. Visité el Hotel des Bains en el Lido, donde se quedó Aschenbach. Observé a adolescentes jugando a la pelota en la playa (como ocurre en las acciones del libro y de la opera), entré a los lugares que recorría el escritor. Pero, por suerte, a diferencia de la Venecia del libro, el clima era bueno, no había peste y no acabé muerto en una silla de playa , bromea.
Una propuesta poco convencional
El director cuenta que fue en Londres donde vio por vez primera esta ópera, le gustó y sintió que él le podía aportar algo, así que la propuso a la ópera de Bellas Artes, donde aceptaron montarla a pesar de que se tratara de una ópera poco ortodoxa:
Muerte en Venecia no es una obra que siga las reglas de la ópera convencional. Como mis trabajos escenográficos anteriores, es un continuo que fluye sin parar. Nunca se suspende el momento dramático. Está escrita para contar la historia de sus personajes y no para lucir la música y las voces. No tiene arias o escenas definidas en las que se pueda aplaudir al final, interrumpiendo el momento. Está escrita casi como una película, en donde el protagonista viaja de un lugar a otro sin pausas para cambiar la escenografía. Además de esto, está escrita en inglés, idioma que domino como no domino el italiano, el alemán o el francés. No me atrevería a dirigir una obra en la que no entiendo lo que pasa en cada momento de la historia.
Por otro lado, me atrajo el reto que encuentro en la complejidad de lenguajes que pide la obra: los dos protagonistas son un cantante y un bailarín. Está escrita integrando el canto, la danza y el teatro. Es la historia de un viaje recorriendo Venecia. Venecia es uno de los protagonistas, por lo que la escenografía en transformación se vuelve muy importante , dice Ballina.
Dinámica y dramática
El director justifica la necesidad de tener muchos ensayos porque se trata de una producción muy complicada: son 90 movimientos escenográficos.
Y poder usar la consola computarizada de este teatro para tener un mayor control de sincronización, velocidades y ritmos en los cambios, me entusiasma mucho .
Me gustan las escenografías dinámicas, en cambio continuo, que establecen una relación estrecha con la acción dramática, la historia y la música. Mi idea era seguir al personaje por su viaje como si el espectador fuera la cámara. La escenografía se mueve a su alrededor, como si él recorriera los espacios. Tanto en su viaje físico por las plazas, canales y playas, como por el viaje físico de transformación de lo Apolíneo a lo Dionisiaco...
No hay Venecia sin agua y no quise hacer Muerte en Venecia sin agua de verdad y usarla físicamente en las escenas .
aflores@eleconomista.com.mx