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El Empresario

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Los jóvenes, motor del emprendimiento

Capital, confianza y plan de negocios, aspectos que necesitan pulirse

Capital, confianza y plan de negocios, aspectos que necesitan pulirse

Hay jóvenes que nacieron con curiosidad de crear, habilidad para vender y la vocación de servir; en pocas palabras, se caracterizan por su gen emprendedor. Otros, en cambio, deciden invertir sus ahorros en abrir un negocio porque no encontraron empleo al terminar su carrera o las condiciones económicas de su región no les permitieron hallar un trabajo bien remunerado.

Expertos en incubación de empresas aseguran que los jóvenes, aunque inconstantes, tienen ideas creativas que, con asesoría y consultoría, podrían detonar negocios sólidos que generen empleos de calidad para México.

“Un joven emprendedor es inquieto y, por naturaleza, no sabe aterrizar proyectos, sólo tiene ideas que le vienen a la mente y que comienza a trabajar, pero se siente incapaz de aterrizarlas. Es inconstante, aunque ésta es una característica positiva: hoy piensa en un proyecto, en tres días en otro y, finalmente, lo cambia. Lo importante es que, cuando encuentre un proyecto que sea viable, se deje guiar y apoyar por una incubadora de negocios; un servicio que varias universidades del país ofrecen”, explica Luis Alberto Rodríguez, consultor del Parque Empresarial del Tecnológico de Monterrey campus Santa Fe.

Al respecto, un estudio aplicado a 1,161 universitarios que realizó el portal de empleo Trabajando.com y la red de 1,200 instituciones de educación superior, Universia, un proyecto de Responsabilidad Social Corporativa del Banco Santander, demuestra que la mayoría de los universitarios mexicanos (85%) están dispuestos a emprender.

Las razones son diversas y entre ellas se encuentran el tener libertad de acción profesional (38%), hacer lo que les gusta (29%) y tener un mejor ingreso económico (26 por ciento). Por el contrario, entre 15% que no se arriesgaría, 7% opina que no tiene vocación de emprendedor.

Y es que, según el director de la incubadora de La Salle, Mario García, existen dos razones por las que surgen emprendimientos juveniles: “Algunos nacen por la necesidad de tener una actividad productiva. El problema con estos proyectos es que son vistos no como una visión de economía empresarial, sino como una economía de subsistencia; el otro tipo de emprendimiento es cuando el joven universitario aplica los conocimientos adquiridos en la carrera para desarrollar un producto o servicio y éstos son proyectos de mayor valor agregado”, explica el asesor que, en lo que va del año, ha guiado 12 proyectos de alumnos y externos.

¿Qué papel juegan las universidades?

Para fortalecer el entusiasmo que demuestra la juventud mexicana, Esperanza Ricalde, directora de la Red de Incubadoras de la Universidad del Valle de México (UVM), compuesta por 13 sedes, asegura que el mayor reto de las universidades es darle continuidad y vinculación a los proyectos que los jóvenes desarrollan en las aulas para impulsar la creación de empresas con valor agregado y no sólo que los alumnos acrediten las materias.

“Como incubadoras, dentro de las universidades, tenemos dos tareas: ofrecer talleres, cursos y materias que despierten ese deseo de emprender en los alumnos y los lleven a generar ideas creativas, innovadoras, que se vendan en el mercado, y apoyarles en el momento en que decidan exportar, así como vincularlos con fuentes de financiamiento y fondos del gobierno”, expresó la académica.

La visión de despertar la cultura emprendedora entre los alumnos de las universidades de México, según la encuesta del Banco Santander, aún es corta: 39% de los encuestados asegura que sus universidades no tienen ningún tipo de proyecto enfocado al desarrollo de emprendedores; sólo 21% dijo que en su escuela capacitan a los estudiantes para que emprendan; 19% genera espacios para incubar nuevas empresas; 17% incentiva a los estudiantes a desarrollar propias organizaciones, y 4% asegura que su universidad capacita a profesores en práctica y teoría de emprendedurismo.

El caso de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) es reciente. A partir del 2009, inició ofreciendo talleres y sensibilizando a los alumnos. Melva Flores, coordinadora de la incubadora de base tecnológica, comenta su evolución: “Nuestra tarea es fomentar el cambio de cultura del autoempleo; queremos que se emprenda desde el quehacer científico. Es por eso que en el 2009 la incubadora de la Coordinación de Innovación y Desarrollo de la Universidad recibió el reconocimiento oficial como una incubadora de base tecnológica por la Secretaría de Economía; en el 2010, se creó el Sistema UNAM, que incluye otras nueve sedes, ubicadas en las facultades de Contaduría y Administración, Ingeniería, Economía, Arquitectura, las FES Cuautitlán, Acatlán y Aragón, así como la Escuela Nacional de Artes Plásticas y, recientemente, la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia.

El Instituto Politécnico Nacional (IPN), por el contrario, tiene una historia más antigua: desde 1995, derivado de un convenio que firmó con el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, creó la incubadora de base tecnológica. En el 2004, fue certificada por el Sistema Nacional de Incubadoras de Empresas por la Secretaría de Economía, con lo que se inició la internacionalización de su modelo de incubación, el cual opera en República Dominicana, Perú, Bolivia y en 14 países de la Comunidad del Caribe. En septiembre, llegará a El Salvador.

Juan Alberto González, director de la incubadora del IPN, menciona que la tercera responsabilidad de las universidades, después de la formación académica y científica, es impulsar la transformación de este conocimiento, adquirido en las aulas y plasmado en una tesis o un prototipo, en algo que realmente tenga valor y que llegue a los mercados.

Al respecto, el Tec de Monterrey sugiere a las universidades ofrecer retos a los jóvenes para que ellos desarrollen grupos interdisciplinarios que ayuden a los negocios de su comunidad, desde un salón de belleza, una tienda de abarrotes o un cibercafé, hasta empresas pequeñas con más de cinco empleados.

La idea es que “estos grupos interdisciplinarios le ayudan a hacer un modelo de negocio a la microempresa, le den tips interesantes, desde poner un rótulo, hacer un volanteo, crear alianzas con proveedores, hasta mejorar su servicio al cliente”, detalla Luis Alberto Rodríguez.

Con esta dinámica, el joven universitario, a pesar de que no cuente con una sólida experiencia, tendrá la creatividad y el conocimiento para apoyar y mejorar a la comunidad en la que vive y hará que ese micronegocio tenga más posibilidades de éxito en el mercado.

De manera complementaria, el joven emprendedor se tomará el reto de abrir o apoyar un negocio existente y hará suya la responsabilidad de mejorar la imagen de la empresa, sus ventas y utilidades.

Los desafíos

Entre las principales trabas para emprender, los universitarios encuestados respondieron que la situación económica, la carga impositiva y la falta de crédito eran los principales obstáculos (57%); como segundo lugar, con 23%, se ubicaron los trámites burocráticos y les siguió (8%) la falta de información en las universidades.

Ricalde opina que la mejor forma de apoyar a los jóvenes emprendedores es acercándoles “dinero inteligente”, es decir, recursos que vienen de inversionistas privados quienes, además de colocar su dinero en las empresas, comparten sus conocimientos y experiencia de negociocon los jóvenes emprendedores.

El Tec de Monterrey, por ejemplo, organiza una pasarela de proyectoscon la Asociación Mexicana de Capital Privado (Amexcap), donde emprendedores e inversionistas conviven para después conseguir recursos y asesoría.

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