Lectura 4:00 min
AMLO normaliza el influyentismo
La economía, a pesar del rebote en 2021, está lejos de la recuperación. Con suerte, al final del sexenio regresaremos a los niveles que teníamos en 2018...
“Nuestro principal legado será purificar la vida pública de México”, dijo el presidente López Obrador apenas en septiembre de 2020, en ocasión de su segundo informe de gobierno. Tras su triunfo electoral en 2018, el político tabasqueño hizo del combate a la corrupción el eje central de su discurso. Buscó convencer a la opinión pública que, si se erradicaba ese mal, todo lo demás se daría por añadidura.
Los hechos, sin embargo, han venido dejando el discurso sin contenido. Concluido el primer trimestre del cuarto año de gobierno, los resultados brillan por su ausencia. Las cifras de violencia criminal muestran que la tragedia nacional continúa su curso. La economía, a pesar del rebote en 2021, está lejos de la recuperación. Con suerte, al final del sexenio regresaremos a los niveles que teníamos en 2018. La pobreza ha regresado a niveles que México había superado hace años.
Desde luego, el diagnóstico del presidente López Obrador pecó de simplismo. Prevenir y corregir la corrupción podría servir si acaso como una estrategia transversal; ayuda, pero por sí sola es incapaz de dar los resultados prometidos. Sin embargo, con el paso del tiempo va quedando claro que más bien ha sido una estrategia política para concentrar el poder, perseguir adversarios y presionar a la oposición.
Así lo demuestra el escándalo más reciente que involucra a Alejandro Gertz, titular de la Fiscalía General de la República (FGR). Recientemente se filtró a los medios una llamada telefónica entre él y Juan Ramos, subprocurador de delitos federales. En ella, discuten con candidez sobre el proyecto de sentencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) en el caso de Alejandra Cuevas, presa desde 2020, acusada de homicidio de Federico Gertz, hermano del fiscal.
La grabación pone en evidencia cómo el fiscal utiliza la influencia de su cargo público para cabildear con ministros de la SCJN una sentencia en la que tiene un interés personal. El propio Alejandro Gertz fue quien denunció a Alejandra Cuevas y su madre, Laura Rojas, pareja sentimental de su hermano. Las acusó de homicidio doloso por la omisión de proporcionar los cuidados médicos necesarios. Federico murió en el hospital a los 82 años.
En dos ocasiones, la Procuraduría General de Justicia de la CDMX archivó la denuncia por falta de pruebas. El caso, sin embargo, dio un giro repentino una vez que Alejandro Gertz asumió su cargo actual y quedara en sus manos todo el poder de la nueva FGR. En 2020, la fiscalía de la CDMX reactivó la denuncia y consiguió de inmediato que un juez penal concediera la prisión preventiva. Desde entonces su familia de Alejandra Cuevas ha buscado por todos los medios legales obtener su libertad. Su caso finalmente llegó a la SCJN.
Desde luego, Alejandro Gertz tiene derecho a pedir la aplicación de la ley, si considera que su hermano fue víctima de un delito. Pero está impedido legalmente de utilizar la influencia de su cargo para que otras autoridades resuelvan a su favor un asunto en el que tiene un interés particular. Si antes había sospechas, las escuchas filtradas parecen confirmar que el fiscal ha cruzado esta línea.
El presidente López Obrador pudo pronunciarse a favor de una procuración de justicia imparcial. Pero escogió en su conferencia mañanera dar el espaldarazo a Alejandro Gertz. Dijo que entiende “la situación personal, moral, humana del fiscal, porque se trató de un asunto vinculado a su hermano”.
De la purificación de la política apenas queda el recuerdo. Entramos de lleno a la normalización del influyentismo y el uso del poder para consumar venganzas personales. Como al final lo que cuenta son los hechos, éste parecería ser el verdadero legado del actual gobierno.
*Profesor del CIDE.
Twitter: @BenitoNacif