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Opinión

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Capitalismo post-Covid

Es necesario reevaluar otras consignas de nuestro sistema económico global con una mente abierta.

El fundamentalismo de libre mercado ha erosionado los derechos de los trabajadores y la seguridad económica; ha desatado una carrera desregulatoria hacia el fondo y una ruinosa competencia impositiva y ha permitido el surgimiento de nuevos monopolios globales gigantescos.

Ginebra – Ningún acontecimiento desde el fin de la Segunda Guerra Mundial ha tenido un impacto global tan profundo como el Covid-19. La pandemia ha desatado una crisis de salud pública y económica en una escala nunca vista en generaciones y, al mismo tiempo, ha exacerbado problemas sistémicos como la desigualdad y la postura de las grandes potencias.

La única respuesta aceptable para una crisis semejante es intentar aplicar un “Gran Reinicio” de nuestras economías, políticas y sociedades. En verdad, este es un momento para reevaluar las vacas sagradas del sistema pre-pandemia, pero también para defender ciertos valores de larga data. La tarea que enfrentamos es la de preservar los logros de los últimos 75 años de una manera más sostenible.

En las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, el mundo hizo avances sin precedentes en cuanto a erradicar la pobreza, reducir la mortalidad infantil, aumentar la expectativa de vida y expandir el alfabetismo.

Hoy, la cooperación y el comercio internacional, que impulsaron la mejora de posguerra en éstas y muchas otras mediciones del progreso humano, deben mantenerse y defenderse frente a un renovado escepticismo de sus méritos.

Al mismo tiempo, el mundo también debe seguir prestando atención a la cuestión definitoria de la era pre-pandemia: la “Cuarta Revolución Industrial” y la digitalización de innumerables actividades económicas. Los recientes avances tecnológicos nos han dado las herramientas que necesitamos para enfrentar la crisis actual, inclusive a través del rápido desarrollo de vacunas, nuevos tratamientos y equipamiento de protección personal. Necesitaremos seguir invirtiendo en investigación y desarrollo, educación e innovación, mientras creamos protecciones contra quienes hacen un mal uso de la tecnología.

Pero también será necesario reevaluar otras consignas de nuestro sistema económico global con una mente abierta. Una de las principales es la ideología neoliberal. El fundamentalismo de libre mercado ha erosionado los derechos de los trabajadores y la seguridad económica, ha desatado una carrera desregulatoria hacia el fondo y una ruinosa competencia impositiva, y ha permitido el surgimiento de nuevos monopolios globales gigantescos.

Las reglas de comercio, tributación y competencia que reflejan décadas de influencia neoliberal ahora tendrán que ser revisadas. De lo contrario, el péndulo ideológico –ya en movimiento– podría oscilar de vuelta hacia el proteccionismo a gran escala y hacia otras estrategias económicas perjudiciales para todos.

Específicamente, será necesario que reconsideremos nuestro compromiso colectivo con el “capitalismo” como lo hemos conocido. Obviamente, no deberíamos prescindir de los motores básicos del crecimiento. Le debemos gran parte del progreso social del pasado a la iniciativa empresarial y a la capacidad de crear riqueza asumiendo riesgos y buscando modelos de nuevos negocios innovadores. Necesitamos que los mercados asignen recursos y la producción de bienes y servicios de manera eficiente, en especial cuando se trata de enfrentar problemas como el cambio climático.

Pero debemos repensar a qué nos referimos cuando hablamos de “capital” en sus muchas iteraciones, ya sea financieras, ambientales, sociales o humanas. Los consumidores de hoy no quieren más y mejores bienes y servicios por un precio razonable. Por el contrario, cada vez más esperan que las empresas contribuyan al bienestar social y al bien común. Existe una necesidad fundamental y una demanda cada vez más generalizada de un nuevo tipo de “capitalismo”.

Para reconsiderar el capitalismo, debemos reconsiderar el papel de las corporaciones. Un exponente temprano del neoliberalismo, el economista y premio Nobel Milton Friedman, creía (citando al expresidente norteamericano Calvin Coolidge) que “el negocio de los negocios es el negocio”. Pero cuando Friedman bregaba por la doctrina de la primacía de los accionistas, no consideraba que una empresa listada en bolsa tal vez no fuera sólo una entidad comercial, sino también un organismo social.

Asimismo, la crisis del covid ha demostrado que las empresas que invirtieron en fortalecer su vitalidad de largo plazo han estado mejor equipadas para sobrellevar y superar la tormenta. De hecho, la pandemia ha acelerado el giro hacia un modelo de capitalismo corporativo de partes interesadas, tras la adopción de este concepto por parte de la Mesa Redonda de los Negocios de Estados Unidos el año pasado.

Pero para que se mantengan las prácticas empresarias más conscientes desde un punto de vista social y ambiental, las empresas necesitan lineamientos más claros. Para satisfacer esa necesidad, el Consejo Internacional de Empresarios del Foro Económico Mundial ha desarrollado un conjunto de “Métricas de Capitalismo de Partes Interesadas” para que las empresas puedan estar de acuerdo en lo que concierne a evaluar valor y riesgos.

Si la crisis del Covid-19 nos ha demostrado algo es que los gobiernos, las empresas o los grupos de la sociedad civil que actúan por sí solos no pueden hacer frente a los desafíos globales sistémicos. Necesitamos romper los compartimientos que mantienen aisladas a estas esferas y empezar a construir plataformas institucionales para la cooperación público-privada. Igual de importante es que las generaciones más jóvenes deben participar en este proceso, porque tiene que ver inherentemente con el futuro de largo plazo.

Finalmente, debemos ampliar nuestro esfuerzo por reconocer la diversidad de contextos, opiniones y valores entre los ciudadanos en todos los niveles. Cada uno de nosotros tiene su propia identidad individual, pero todos pertenecemos a comunidades locales, profesionales, nacionales y hasta globales con intereses compartidos y destinos entrelazados.

El Gran Reinicio debería buscar darle voz a quienes han quedado rezagados, para que todos los que estén dispuestos a “definir conjuntamente” el futuro puedan hacerlo. El reinicio que necesitamos no es una revolución o la adopción de alguna nueva ideología. Más bien, debería ser visto como un paso pragmático hacia un mundo más resiliente, cohesivo y sustentable. Algunos de los pilares del sistema global tendrán que ser reemplazados y otros, reparados o fortalecidos. Lograr un progreso, una prosperidad y una salud compartidos no exige nada más, ni nada menos.

El autor

Es fundador y director ejecutivo del Foro Económico Mundial.

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