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El momento de la verdad de la economía italiana

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Italy,Flag,And,European,Union,Political,Balls,Smash,Into,EachCopyright (c) 2018 Ink Drop/Shutterstock. No use without permission., Shutterstock

Las perspectivas globales y macroeconómicas actuales no son un buen augurio para la primera ministra Giorgia Meloni, quien hizo campaña el año pasado con la promesa de “impulsar” la economía italiana. Para hacerlo bien, su gobierno necesitará no sólo desbloquear fondos de recuperación adicionales de la UE, sino también darles el mejor uso posible

MILÁN – A pesar de las difíciles condiciones globales, a la economía de Italia le ha venido yendo relativamente bien. Después de desacelerarse en el último trimestre de 2022, el crecimiento del PIB repuntó en el primer trimestre de este año hasta alcanzar una tasa anualizada del 1.9%. Sin embargo, aún si el crecimiento se acelerara ligeramente, sigue siendo poco probable que veamos una repetición del desempeño general del año pasado, cuando la economía se expandió un 3.7% -una de las tasas de crecimiento más altas de los últimos 40 años-.

El crecimiento del año pasado se debió, en gran medida, a una demanda doméstica robusta, especialmente en relación al consumo privado y a la inversión en propiedades residenciales, que se beneficiaron de créditos fiscales que se introdujeron antes de la pandemia para hacer que el stock residencial cada vez más antiguo de Italia se volviera más eficiente en términos de energía. Al mismo tiempo, se tomaron medidas fiscales que ayudaron a los hogares y a las empresas a preservar su poder adquisitivo frente al alza de los precios de los alimentos y de la energía luego de la invasión de Ucrania por parte de Rusia.

Pero la política fiscal expansionista amplió el déficit presupuestario hasta un voluminoso 8% del PIB, inclusive a pesar de que el crecimiento sólido hizo bajar el ratio deuda-PIB del gobierno a 144% -una caída de 11 puntos respecto de su pico de 2020-. Ahora que se han eliminado muchas de las medidas fiscales, el déficit proyectado ha caído a 4,5% del PIB.  

El problema es que el crecimiento también será más bajo este año. Peor aún, las alzas de las tasas de interés del Banco Central Europeo han incrementado los costos de endeudamiento, lo que frenó la inversión privada e impulsó los costos del servicio de la deuda. Como resultado de ello, la tasa de crecimiento del PIB de este año debería terminar en alrededor del 1.1-1.2%, antes de desacelerarse aún más en 2024. Esto sería una reversión a la media. Desde 1983, la economía de Italia ha crecido a una tasa anual promedio del 1.1%, comparado con el 2,4% en toda la economía de la UE y del 2.2% en el G7.

Esta perspectiva no es un buen presagio para la primera ministra Giorgia Meloni, que hizo campaña el año pasado en base a una promesa de “mejorar” la economía italiana. Meloni necesita un crecimiento fuerte para llevar adelante su programa económico -especialmente su promesa de extender el impuesto fijo a los trabajadores autónomos de altos ingresos-. Pero también debe alcanzar un superávit presupuestario primario. Con las tasas de interés en alza, existe un riesgo mayor de que los inversionistas pierdan confianza en la capacidad de Italia de pagar su deuda. Meloni, por lo tanto, debe mantener el diferencial entre los bonos italianos y alemanes a diez años lo más bajo posible, idealmente en el rango de 100-150 puntos básicos. Actualmente ronda los 165 puntos básicos.

Para alcanzar un mayor crecimiento sostenido, el gobierno de Meloni debe abordar problemas estructurales de larga data tales como las divergencias regionales en materia de desarrollo, el envejecimiento demográfico, la baja tasa de participación de las mujeres en el mercado laboral, el crecimiento sombrío de la productividad, los ingresos estancados, la evasión impositiva y los nuevos riesgos generados por el cambio climático. Estos problemas no son nuevos en Italia. Durante su primera campaña electoral en 1944, el exprimer ministro Silvio Berlusconi, que murió el 12 de junio, prometió revivir la economía y crear un millón de nuevos empleos -esto no sucedió-. Ninguno de los tres gobiernos de Berlusconi se caracterizó por implementar políticas económicas sólidas.

Afortunadamente para Meloni, al responder a estos desafíos, Italia debería recibir 191,500 millones de euros (205,000 millones de dólares) adicionales del fondo de recuperación pandémico de 800,000 millones de euros de la Unión Europea. Bajo su Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia (PNRR), Italia está asignando fondos para superar muchos obstáculos estructurales que afectan la productividad, con un énfasis en la digitalización y la innovación, la transición a energías limpias y la inclusión social.

En efecto, el PNRR tiene el potencial de impulsar la economía italiana. Con un ojo puesto en reducir las brechas regionales, generacionales y de género, asigna 82,000 millones de euros a las regiones del sur de Italia, con inversiones en 500 proyectos -desde el desarrollo de ómnibus eléctricos hasta la construcción de enlaces ferroviarios de alta velocidad-. Unos 72 de estos proyectos están destinados a pequeñas localidades y serán gestionados por las autoridades locales.

Ahora bien, ¿estos proyectos se completarán a tiempo y dentro del presupuesto? La Corte de Auditores independiente de Italia recientemente advirtió que el PNRR ya está rezagado respecto del cronograma acordado. De hecho, la ambición del PNRR se ve minada por las incapacidades estructurales que se remontan a muchos años. Es necesario que todos los fondos hayan sido utilizados para 2026, pero el país simplemente no tiene la capacidad para implementar tantos proyectos de infraestructura en un plazo tan corto. El problema es especialmente pronunciado a nivel local, debido a una combinación de falta de competencias y recortes pasados del personal del sector público.

Pero si no se cumplen las metas del PNRR, los fondos asignados no se desembolsarán en su totalidad y, de este modo, las inversiones generales se recortarán. Si bien la Comisión Europea aprobó el segundo tramo de Italia (21,000 millones de euros) en septiembre pasado, la solicitud del gobierno del tercer tramo (19,000 millones de euros) está pendiente desde enero.

Hay muchas cosas en juego. Italia tiene una oportunidad de modernizarse que se da una sola vez en una generación. El mejor camino a seguir, tal vez, sea sopesar algunas erogaciones individuales frente al objetivo general del PNRR. Si bien los proyectos localizados naturalmente responderán más a intereses locales, no se alinearán necesariamente con el objetivo más amplio de impulsar la productividad.

Optimizar el PNRR y obtener la luz verde de la UE exige una mayor colaboración entre el gobierno y la oposición. Italia todavía tiene la oportunidad de transformar su economía y alcanzar un mayor crecimiento sostenido. Pero todavía está por verse si esto es políticamente factible.

La autora

Es profesora de Economía Internacional en el Instituto de Políticas Globales Queen Mary de la University of London.

Copyright: Project Syndicate, 1995–2023

www.projectsyndicate.org

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