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Opinión

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El nuevo despertar de la OTAN

Ninguna cumbre por sí sola puede resolver las deficiencias de la OTAN y cumplir sus elevados objetivos, desde reafirmar los valores compartidos hasta mejorar la resiliencia, especialmente con un conflicto convencional que se desata en el umbral del este de Europa. Pero la cumbre de Madrid puede, y debe, sentar las bases de una alianza más unida, robusta y revitalizada

MADRID – El secretario general Jens Stoltenberg ha elogiado repetidamente a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) como la “alianza más exitosa de la historia”. Pero, en su próxima cumbre en Madrid, los jefes de estado y de gobierno de la OTAN enfrentarán serios desafíos, desde el cansancio de Estados Unidos con la tendencia de Europa a “negociar” desde las diferencias geopolíticas hasta las tensiones sobre los esfuerzos de Turquía para bloquear las candidaturas de membresía de Finlandia y Suecia. ¿La política transaccional contaminará esta cumbre y el futuro de la OTAN?

Decir que la invasión de Rusia a Ucrania ha puesto patas arriba la seguridad europea y ha sacado a la OTAN de su estupor es afirmar lo obvio. La relativa certeza que definió el orden mundial durante las últimas décadas ha dado paso al conflicto entre las grandes potencias y al espectro de la aniquilación nuclear. Las solicitudes de Finlandia y Suecia para ingresar en la OTAN representan no solo una ruptura con sus propias tradiciones de neutralidad, sino también el final de la era posterior a la Guerra Fría.

Se supone que las prioridades de la OTAN para la próxima década, que se plasmarán en su próximo Concepto Estratégico, que se adoptará en la reunión de este mes, reflejan esta nueva realidad. Por ejemplo, se espera que mencione a China por primera vez. En otra primicia, todos los socios de la OTAN en el Pacífico (Australia, Nueva Zelanda, Japón y Corea del Sur) asistirán a la cumbre, al igual que el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky. Esto está en línea con los llamados, realizados, por ejemplo, por el Reino Unido, para crear una “OTAN más global” que impulse la seguridad en la región del Indo-Pacífico.

Pero ¿puede la recién descubierta ambición de la OTAN resistir lo que cada vez parece más una prolongada guerra de desgaste en Ucrania, con el caos del mercado energético y la agitación económica que ha engendrado? El presidente de Rusia, Vladimir Putin, está apostando a que la respuesta es “no”, y puede que no sea una mala apuesta. A pesar de los audaces anuncios iniciales de los aliados de la OTAN, incluidas las promesas de importantes aumentos en el gasto de defensa por parte de muchos países europeos, ya han surgido fisuras políticas a lo largo de las líneas de falla habituales.

El activismo diplomático francés y el titubeo alemán se han vuelto cada vez más intolerables para Estados Unidos, que está decidido a no permitir que se repita la debacle del Nord Stream 2, el gasoducto (ahora suspendido) que dejó a Alemania dependiente de los suministros rusos. Mientras tanto, el presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, sigue oponiéndose firmemente a considerar las candidaturas de ingreso de Finlandia y Suecia, debido a su historial de albergar a miembros de grupos kurdos que Turquía considera terroristas, incluido el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que Estados Unidos y el Unión Europea también han clasificado como una organización terrorista.

Sin duda, esto está lejos de ser la primera controversia que Turquía ha generado dentro de la OTAN; solo el año pasado, Turquía, desafiando a Estados Unidos, acordó comprar más misiles S-400 de Rusia. Pero, como dijo el exsecretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, en una entrevista inusualmente franca, la obstrucción de Erdoğan a la expansión de la OTAN, motivada en gran parte por el deseo de obtener concesiones de Estados Unidos, puede resolverse.

Por lo tanto, es poco probable que la intransigencia de Turquía descarrile la cumbre. Pero pronto debería tomarse una decisión sobre las solicitudes de Finlandia y Suecia; La historia muestra, sobre todo en Ucrania, que la ambigüedad sobre la pertenencia a la OTAN puede ser peor que un rechazo rotundo.

En términos más generales, los miembros de la alianza no deben permitir que la fanfarronería y el regateo político tengan prioridad sobre los desafíos reales que enfrenta la OTAN, incluida la simplificación de una estructura de mando enredada, el ajuste de su postura de defensa y disuasión, y la resolución de las deficiencias militares y los desafíos operativos. De manera crucial, la OTAN debe actualizar sus herramientas para reflejar la naturaleza cambiante de la guerra, que ahora está determinada tanto por los ataques cibernéticos y, como muestra claramente la guerra en Ucrania, por la desinformación como por las armas y los tanques.

Los primeros pasos para cumplir con estos imperativos deben darse en Madrid. Por supuesto, ninguna cumbre o texto por sí solo pudo resolver las deficiencias de la OTAN y cumplir sus elevados objetivos, desde reafirmar valores compartidos hasta mejorar la resiliencia, especialmente con un conflicto convencional que se desata a las puertas del este. Pero la cumbre de Madrid puede, y debe, cimentar la unidad de la OTAN y sentar las bases para una alianza más sólida y revitalizada.

Como motor principal de la OTAN, Estados Unidos tiene un papel crucial que desempeñar para lograr este resultado. Pero los países europeos también deben hacer su parte, reuniendo la unidad, la visión y la voluntad para desarrollar sus capacidades de poder duro. No debemos hacer esto en nombre del sueño de la autonomía estratégica, sino para mejorar las capacidades y la influencia de la OTAN. Si bien es comprensible que los europeos desconfíen de que otro líder de “Estados Unidos primero”, ya sea Donald Trump o un acólito, llegue al poder en los Estados Unidos, el hecho es que a Europa le interesa ayudar a Estados Unidos a recuperar su papel de liderazgo en el escenario mundial.

La OTAN ha sido mantenida con respiración artificial durante años, y revivirla no será tarea fácil. Pero las facultades de la alianza permanecen intactas y, con un esfuerzo concertado, puede ser verdaderamente digna de los elogios de Stoltenberg. Si bien rivales como China aún pueden llamarla un remanente de la Guerra Fría, aún lo pensarán dos veces, o más a menudo, antes de desafiarla. Sin embargo, si los líderes de la OTAN fracasan, Occidente se vería en una seria desventaja estratégica.

El autor

Exministra de Relaciones Exteriores de España y exvicepresidenta senior y consejera general del Grupo del Banco Mundial, es profesora invitada en la Universidad de Georgetown.

Copyright: Project Syndicate 1995 - 2022

www.projectsyndicate.org

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