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Opinión

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La desaceleración inducida por las políticas de China

Si bien hay pocas dudas de que la era del crecimiento sostenido de dos dígitos ha terminado, China está bien posicionada para lograr una tasa de crecimiento significativamente más alta que la mayoría de las economías desarrolladas en el futuro previsible. La clave del éxito reside en la política macroeconómica

BEIJING – El desempeño económico de China ha venido generando un pesimismo considerable últimamente. En el segundo trimestre de 2023, la economía china creció apenas el 6.3% con respecto a un año antes -una cifra decepcionante debido a la base baja del segundo trimestre de 2022, cuando las restricciones por la pandemia todavía reprimían la actividad económica-. Y, en julio, el índice de precios al consumidor de China (IPC) entró en territorio negativo por primera vez desde 2021, lo que desata temores de una espiral deflacionaria.

Que todo el pesimismo esté garantizado, en definitiva, depende de la respuesta a un interrogante crucial: ¿la reciente caída de la tasa de crecimiento del PIB de China refleja cambios fundamentales de las condiciones económicas -como el envejecimiento de la población, menores rendimientos de escala, el deterioro de la ventaja del recién llegado y los crecientes costos ambientales- o se la puede revertir con políticas macroeconómicas más efectivas?

De hecho, si bien existen pocas dudas de que la era de crecimiento sostenido de dos dígitos ha terminado, China está bien posicionada para alcanzar una tasa de crecimiento significativamente mayor que la mayoría de las economías desarrolladas en el futuro previsible. Después de todo, el PIB per cápita de China sigue siendo menos de un cuarto que el de Estados Unidos.

La clave para el éxito reside en la política: al mismo tiempo que mantiene el curso de reforma y apertura, China debe utilizar palancas fiscales y monetarias para responder a los datos de crecimiento y de precios. Si el crecimiento y la inflación se mantienen lentos, se impone una expansión fiscal y monetaria. Por el contrario, si la inflación aumenta marcadamente, debería llevarse a cabo un ajuste, aunque éste resulte en un crecimiento más lento.

Por ahora, salvo que se produzcan eventos de cisne negro, un alza de la inflación parece poco probable. El IPC de China ha venido rondando el 2% desde mayo de 2012 y su índice de precios del productor ha sido negativo durante buena parte de la década pasada. El IPP cayó en territorio negativo en marzo de 2012 y se mantuvo allí durante 54 meses. Luego fue negativo durante 16 de los siguientes 17 meses, a partir de junio de 2019. Hoy sigue estando en territorio negativo, y se ha mantenido allí desde octubre pasado.

Mientras tanto, la tasa de crecimiento del PIB de China ha estado en caída constante, del 12,2% en el primer trimestre de 2010 al 6% en el cuarto trimestre de 2019. Del 2020 al 2022, la tasa de crecimiento anual promedio de China fue de alrededor del 4,6%. En presencia de esta combinación de crecimiento debilitado y de inflación baja (o inclusive negativa), el argumento a favor de una expansión fiscal y monetaria que impulse el crecimiento es fuerte.

Sin embargo, en los últimos diez años, las autoridades chinas han adoptado una postura cautelosa de cara al crecimiento, fijando metas anuales unos puntos básicos por debajo de la tasa de crecimiento real del año anterior. El gobierno sostiene que mantener metas de crecimiento conservadoras deja más espacio para implementar reformas destinadas a fortalecer el patrón de crecimiento de China y mejorar la calidad y eficiencia del desarrollo económico. Pero que la búsqueda de un mayor crecimiento del PIB en verdad dificulte este esfuerzo es materia de debate.

Lo que resulta claro es que el gobierno de China está comprometido a limitar los desequilibrios fiscales. Eso implica mantener los bonos gubernamentales por debajo del 60% del PIB, y el déficit presupuestario por debajo del 3% del PIB -muchas veces por un margen significativo-. Mientras que el ratio déficit presupuestario-PIB se mantuvo en 2.8% del PIB en 2009, cayó a 1.1% en 2011, cuando el gobierno se apresuró a abandonar su ciclo de estímulo de 4 billones de yuanes (555,000 millones de dólares). Muchos economistas y funcionarios gubernamentales chinos se vanaglorian de haber hecho un mejor trabajo que la mayoría de los países europeos al seguir las reglas fiscales fijadas por el Tratado de Maastricht. Si bien no se puede negar que los pasivos contingentes del gobierno chino son elevados, debido a la deuda gubernamental local, la posición fiscal de China sigue siendo mucho más sólida que la de la mayoría de los países occidentales.

Sin duda, el ratio déficit presupuestario-PIB de China ha aumentado desde 2015. Pero esto ha sido, en gran medida, el resultado de recortes impositivos, no de un incremento del gasto gubernamental. Aunque pocos observadores occidentales lo admitirían, la economía del lado de la oferta tiene más incidencia en China que en Estados Unidos.

Mientras que el gobierno ha llevado adelante una política fiscal cautelosa, el Banco Popular de China ha venido barajando demasiados objetivos: crecimiento económico, empleo, estabilidad de precios internos y externos, estabilidad financiera y hasta asignación de recursos financieros. En particular, ha tenido que responder a los cambios cíclicos en el índice de precios de la vivienda: si el índice aumenta marcadamente, el BPC toma las riendas de la política monetaria. En términos más generales, el BPC se ha comprometido a no implementar un “riego por inundación” -es decir, inundar la economía con liquidez-, sino a llevar adelante una estrategia de “riego por goteo de precisión”.

Sin duda, China podría haber alcanzado un crecimiento mayor en los últimos diez años con una estrategia de política macroeconómica más agresiva. Si bien es demasiado tarde para cambiar el pasado, China todavía puede alcanzar un futuro más dinámico, pero solo si implementa una expansión fiscal y monetaria cuidadosamente diseñada y centrada en impulsar la demanda efectiva y, en definitiva, el crecimiento.

Afortunadamente, hay razones para albergar la esperanza de que los responsables de las políticas en China avancen en esta dirección. El gobierno recientemente identificó que una demanda insuficiente era el desafío macroeconómico clave que enfrenta China, y declaró que China debería “aprovechar el impulso en alza, implementar ajustes de la política macro, llevar a la práctica una política monetaria prudente de manera precisa y contundente”.

Este tal vez sea el cambio más importante de los lineamientos de política macroeconómica de China en los últimos años. Si las autoridades chinas lo traducen en una política efectiva, lo que veremos después es un crecimiento más alto y más estable.

El autor

Expresidente de la Sociedad de Economía Mundial de China y director del Instituto de Economía y Política Mundial en la Academia China de Ciencias Sociales, se desempeñó en el Comité de Política Monetaria del Banco Popular de China de 2004 a 2006.

Copyright: Project Syndicate, 1995 - 2023

www.projectsyndicate.org

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