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Opinión

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La deuda de EU es sostenible y, a la vez, un problema

Los lectores del último informe anual del FMI sobre la economía estadounidense se sorprenderán al saber que, según la estimación del Fondo, la deuda pública estadounidense se encuentra en una trayectoria sostenible. Esa evaluación tiene sentido, pero es tan buena como los supuestos que la sustentan.

LONDRES. Uno de los ejercicios más divertidos del calendario económico es la revisión anual de Estados Unidos que realiza el Fondo Monetario Internacional (FMI). Sin embargo, si bien todo el mundo sabe que el gobierno estadounidense no presta atención alguna a lo que el FMI tiene que decir sobre sus asuntos, la más reciente revisión del Artículo IV de la economía estadounidense realizada por el Fondo llama la atención por un hallazgo inesperado. Los lectores se sorprenderán al saber que, según estimaciones del FMI, la deuda pública estadounidense se encuentra en una trayectoria sostenible.

Esta conclusión refleja supuestos de consenso sobre la evolución de la inflación, el crecimiento del PIB, las tasas de interés y los déficits presupuestarios. Por supuesto, es arriesgado intentar pronosticar estas variables para un periodo de diez años, y mucho menos para 30 años, horizonte en el que la Oficina de Presupuesto del Congreso de Estados Unidos emprende un ejercicio análogo. Los supuestos adoptados por las dos instituciones difieren en sus detalles: la CBO es ligeramente más optimista sobre las perspectivas de crecimiento de Estados Unidos, por ejemplo. Pero si bien ambas instituciones prevén que la deuda aumentará durante la próxima década, ninguna ve que se salga de control.

Para entender por qué, es importante empezar desde el punto de partida adecuado. No se trata de deuda total del gobierno federal, sino de deuda en manos del público. Una parte no despreciable de la deuda federal total de Estados Unidos está en manos del propio gobierno, en particular en el Fondo Fiduciario de la Seguridad Social. Los pagos de intereses del Tesoro sobre esta porción representan ingresos por intereses para el Fondo Fiduciario. Sobre esta parte de su deuda, el gobierno simplemente se paga intereses a sí mismo.

La deuda en manos del público representa actualmente el 100% del PIB, un nivel elevado para los estándares de las economías avanzadas, pero de ninguna manera catastrófico. La CBO prevé que esta cifra aumentará, suponiendo que no haya cambios en la ley vigente, hasta el 116% del PIB en 2034, el 139% en 2044 y el 166% en 2054.

Estos niveles parecen alarmantes. Pero Japón ha demostrado que una economía avanzada que se endeuda en su propia moneda puede gestionar deudas de esta magnitud. Los factores que limitan el riesgo de una crisis de deuda, como señala el FMI, incluyen la profundidad de los mercados financieros estadounidenses, la amplitud del grupo de inversores, el papel del dólar en el sistema internacional, la capacidad de la Reserva Federal para respaldar la fortaleza del mercado de bonos del Tesoro de Estados Unidos.

¿Qué podría salir mal entonces? Bueno, las instituciones estadounidenses podrían resultar no tan fuertes. Donald Trump tiene un historial personal de incumplimiento de sus deudas. Como ha observado William Silber, Trump en un segundo mandato presidencial podría ordenar a su secretario del Tesoro que suspendiera los pagos de la deuda, y ni el Congreso ni los tribunales podrían estar dispuestos a hacer nada al respecto. La táctica sería atractiva para Trump en la medida en que un tercio de la deuda del gobierno estadounidense está en manos de extranjeros.

El daño al estatus de activo seguro del dólar sería grave, incluso si el Congreso, los tribunales o un presidente posterior revocaran la suspensión de pagos de la deuda impuesta por Trump. Los inversores en bonos del Tesoro de Estados Unidos exigirían una prima de riesgo considerable, lo que podría provocar que los pagos de intereses del gobierno se dispararan.

Incluso en ausencia de este terrible escenario, cumplir con obligaciones de intereses adicionales a medida que aumenta el índice de deuda podría requerir que el gobierno federal recorte el gasto discrecional, con implicaciones negativas para el crecimiento económico. Los subsidios ofrecidos por la Ley de chips y Ciencia están diseñados para estimular el crecimiento fomentando la inversión en capacidad y conocimientos de alta tecnología. De manera similar, el crédito fiscal de la Ley de Reducción de la Inflación para la inversión en energía limpia tiene como objetivo evitar eventos climáticos perturbadores que podrían impedir la tasa de crecimiento económico y deprimir el nivel del PIB.

Un mayor gasto en pagos de intereses significará más deuda que pondrá a prueba la sostenibilidad, o menos inversión en estas otras prioridades, y pondrá en peligro el crecimiento. La CBO espera que el gasto discrecional del gobierno federal como porcentaje del PIB caiga alrededor de una quinta parte de los niveles actuales para 2034, sin inferir, sin embargo, de esta contracción un impacto muy adverso en la tasa general de crecimiento económico.

Pero si los recortes recaen en la inversión pública en semiconductores, computación cuántica, energía limpia y educación, como parece probable, entonces, los efectos negativos sobre el crecimiento podrían ser sustanciales. Y un crecimiento marcadamente más lento pondría en duda la sostenibilidad de la deuda.

El FMI ofrece un largo menú de posibles medidas para cerrar el déficit presupuestario y estabilizar la deuda. Es revelador que la mayoría de las opciones con empuje cuantitativo operan en el lado de los ingresos del presupuesto, lo que refleja la realidad de que los ingresos tributarios como proporción del PIB son bajos para los estándares de las economías avanzadas. Éstas incluyen la eliminación de las deducciones fiscales para los impuestos estatales y locales, los intereses hipotecarios, la venta de la residencia principal y la atención médica proporcionada por el empleador, y el aumento de las tasas impositivas corporativas y la adición de un impuesto al valor agregado o un impuesto al carbono.

En tus sueños, es tentador decirlo. Aun así, el FMI, a diferencia del resto de nosotros, tiene derecho a soñar.

El autor

Barry Eichengreen, profesor de Economía y autor, más recientemente, de In Defense of Public Debt (Oxford University Press, 2021).

Copyright: Project Syndicate

www.project-syndicate.org

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