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La economía que recibirá Claudia
Faltan dos meses para que Claudia Sheinbaum asuma la presidencia de México. Aunque las transiciones en México han sido espinosas en el pasado, y por el momento estamos lejos de escenarios como el “error de diciembre”, el horizonte parece estarse llenando de nubarrones que marcarán, por lo menos, el inicio del sexenio de la primera presidenta de México.
Como han señalado varios analistas, la economía mexicana está atravesando un proceso de enfriamiento importante. Según los datos recientes del Inegi —con la estimación oportuna del PIB— en la primera mitad del año la economía mexicana creció sólo 1.5% frente al mismo periodo del año anterior. Más preocupante aún es la tendencia: en el desempeño trimestral frente al año anterior se observa que el crecimiento del Q3 2023 fue de 3.4%, del Q4 2023 de 2.3%, del Q1 2024 de 1.9% y del Q2 2024 de 1.1%; una clara trayectoria a la baja. En las últimas cifras, resalta la contracción del sector agrícola, duramente golpeado por una moneda sobrevaluada y las condiciones climáticas. Pero lo más alarmante es que la manufactura creció apenas 0.3% frente al trimestre anterior, pese al “milagro” del nearshoring.
Si bien hasta ahora el comercio y los servicios han sostenido la economía, tampoco presentan buenos prospectos. Aquí hay dos aspectos que deberían preocuparnos. Primero, como muestra el reporte de SHCP al Congreso, gran parte del crecimiento del consumo interno ha sido satisfecho por bienes importados. Esto suele ser, de nuevo, resultado de una moneda sobrevaluada, y afecta al sector manufacturero. Segundo, este sector depende en gran medida del empleo y los ingresos. Los datos del IMSS revelan una caída importante en la creación de nuevos empleos formales. Además, cuando las obras faraónicas del sexenio concluyan o se queden sin dinero —probablemente lo segundo pase antes que lo primero— quedarán sin empleo alrededor de un millón de personas que estaban empleadas directa o indirectamente en la construcción del Tren Maya y la refinería de Dos Bocas.
Por si fuera poco, las cifras de inflación fueron significativamente superiores a las esperadas, lo que hace improbable una relajación de la política monetaria por parte de Banco de México a corto plazo, lo que podría reavivar la economía al impulsar el consumo y reducir el gasto del gobierno, que es el principal problema.
Esta desaceleración económica es problemática por su impacto en las finanzas públicas. En los datos de la SHCP presentados al Congreso se observa que los ingresos tributarios crecieron 6.2% en términos reales, pero el ISR, el principal componente de los ingresos tributarios, cayó 0.5% en términos reales, y el IVA apenas creció 5.2 por ciento. El crecimiento en los ingresos tributarios proviene del aumento en los impuestos a las importaciones y del IEPS a gasolinas, ambos insostenibles a largo plazo. Al mismo tiempo, con un bajo crecimiento del PIB, la relación déficit y deuda respecto al PIB empeorará; aunque en este reporte, los RFSP, que miden el déficit en su manera más amplia, se mantuvieron en 5.9 por ciento.
A todo esto, hay que agregar los problemas estructurales de Pemex y la generación de energía, el creciente gasto en pensiones y una posible desaceleración aún mayor de la economía en EU. Si a esto se le suma una victoria de Trump, que hoy parece menos probable, y una reforma judicial delirante, hay muchas razones por las cuales preocuparse; el sexenio de Claudia Sheinbaum comenzará con desafíos que definirán no sólo su mandato, sino también el futuro económico del país.