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Opinión

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Aspiraciones fundadoras de la Revolución

Don Venus (así le decía Villa a Carranza) y su futuro rival, encabezando a la Convención de Aguascalientes, entran en competencia por establecer el deseado Banco Único de Emisión.

Hombres del poder, aunque con profundas diferencias en cuanto a sofisticación intelectual, tanto Venustiano Carranza como Pancho Villa hicieron referencia temprana a la aspiración del movimiento revolucionario de establecer el Banco Único de Emisión. En 1913, en Hermosillo, Sonora, Carranza proclamó: “Al triunfo de la Revolución, esta establecerá el Banco Único de Emisión, el Banco del Estado”. Por su parte, antes de la escisión del movimiento Constitucionalista, Villa declaró a un interlocutor: “Si cuando la Revolución llegue a la Ciudad de México don Venus (así le decía Villa a Carranza) no funda el banco central que usted dice, yo lo fundaré”. 

Manos a la obra en cuanto a ese segundo proyecto, cuando la Asamblea de la Convención de Aguascalientes se instala en la capital se recibe la propuesta de un convencionista de nombre Santiago González Cordero. De fecha abril de 1915, la propuesta fue relativa a la creación de el Banco del Estado Nacional Mexicano. De un primitivismo “seguramente fuera de toda técnica bancaria”, según el proyecto correspondiente, la expedición exclusiva de billete por esa institución sería de 1,000 millones de pesos con una garantía en metálico de un tercio.

Por su parte, los planes para la reforma bancaria del Constitucionalismo se inician en el otoño de 1915 cuando ya se perfila el triunfo de los ejércitos liderados por Carranza sobre las fuerzas de la Convención de Aguascalientes. Dentro de ese programa se destacó un primer plan carrancista para establecer el denominado Banco Único de Emisión. Según la propuesta correspondiente, el respaldo en metálico parcial para la circulación fiduciaria provendría de la reserva en oro y plata de los bancos que ascendía a 75 millones de pesos plata. La circulación fiduciaria se integraría con los billetes bancarios en manos del público, además del papel moneda constitucionalista que se había emitido, ambos tomados a su valor de descuento de mercado. Los billetes bancarios se cotizaban a 25 centavos plata por cada peso en valor facial y el papel moneda constitucionalista a 10 centavos plata.

A principios de 1916 se interrumpen los trabajos correspondientes por un nuevo periodo de gran inestabilidad política. La expedición punitiva de Pershing había irrumpido en territorio nacional en persecución del prófugo Pancho Villa. Y el secretario de Hacienda, Luis Cabrera, decide aplazar los trabajos orientados al establecimiento del Banco Único de Emisión. Tan sólo queda la reminiscencia de dos colaboradores del régimen carrancista que habían adquirido conocimientos sobre la materia de banca central. Uno de ellos, el futuro constituyente y también subsecretario de Hacienda del carrancismo, Rafael Nieto. El segundo, un colaborador muy influyente en dicho régimen que años después publicaría varios libros históricos de cierta importancia sobre la banca en México: Antonio Manero.

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