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El partido
Durante la época del México de un solo partido, la estructura de esta institución política no era la de un instrumento destinado a alcanzar el poder, sino la de un aparato de Estado encargado del control absoluto de todos y cada uno de los individuos interesados en ascender en sus aspiraciones de acuerdo con la voluntad del presidente en turno. Quien controlaba el partido, controlaba la repartición del poder.
Por eso Plutarco Elías Calles mantuvo el mando del Partido Nacional Revolucionario durante el llamado maximato, y Lázaro Cárdenas lo transformó en Partido de la Revolución Mexicana, expulsando a los callistas y retomando el dominio durante seis años, para inaugurarse esta forma la era del presidencialismo sexenal que permitía la circulación de la clase política, e impedía la permanencia sin límite de un único bloque con intenciones de monopolizar el poder.
La transición democrática mexicana creó un sistema de partidos que fueron construyendo espacios de competencia para que el voto ciudadano escogiera libremente la opción que le pareciera más atractiva. Pero paradójicamente lo que comenzó como un movimiento democratizador con Cuauhtémoc Cárdenas, concluyó con la restauración no del PRI comprometido con la movilidad sexenal de las elites, sino con aquel PNR que pretendió inmortalizar a Calles como único heredero de la Revolución Mexicana.
La designación del nuevo liderazgo en Morena con Luisa María Alcalde, Carolina Rangel y Andrés Manuel López Beltrán a la cabeza, representan una correa de transmisión de AMLO no únicamente dentro del partido, sino también en el Congreso y con los gobernadores, e incluso con una buena parte del gabinete de Claudia Sheinbaum.
Para la nueva presidenta este escenario presenta el mismo dilema al que se enfrentó Cárdenas en 1934. Someterse al caudillo permanente, o diseñar un espacio político propio ajeno a los deseos de él. Las condiciones de la geopolítica del siglo XX no son las mismas que ahora. La presión internacional y el peligro derivado de una economía sostenida con alfileres, obligan a Claudia a resistirse frente a las exigencias de un López Obrador empecinado en continuar su obras faraónicas no rentables, incluyendo Pemex. No hacerlo implica de manera ineludible meterse en un remolino financiero con pocas defensas para resistirlo.
Es por esto que la prioridad para Sheinbaum es la recuperación de Morena como el aparato de control político bajo su mando, y la redefinición de una estrategia de seguridad cuyo anuncio ya fue emitido y que al menos en el papel presenta una estrategia diametralmente distinta a los abrazos y no balazos que tienen a una buena parte del país sumido en la violencia desbordada.
Claudia tiene que recuperar el partido para así recuperar el poder.