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Educación
Una de las decisiones más importantes que se toman, tanto a nivel familiar como de la sociedad en su conjunto, tiene que ver con los recursos que se destinan a la educación, siendo este el mejor ejemplo de una externalidad positiva, una en donde no solo se beneficia quien invierte en propio capital humano, sino que además la sociedad en su conjunto obtiene un beneficio derivado de cada acción individual.
Al nivel familiar los padres están dispuestos a sacrificar consumo propio para destinar esos mismos recursos a la inversión en el capital humano de sus hijos. El objetivo es que el nivel de bienestar futuro de los hijos sea mayor que el que tienen los padres en el presente, es decir aspiran a una mejora intergeneracional. Además, la expectativa es que el rendimiento de la inversión realizada sea no solo positiva sino creciente, es decir, que el ingreso futuro de los hijos sea más elevado entre mayor sea el nivel de escolaridad alcanzado.
Además del beneficio que cada individuo obtiene para sí del capital humano acumulado, la sociedad también se beneficia de que el nivel de escolaridad de la población sea cada vez mayor. Son varios los elementos que componen esta externalidad positiva.
Primero, se observa que entre mayor es el nivel de escolaridad de los padres, particularmente el de las madres, menor es el número de hijos en la familia. Como atinadamente decía el eslogan de la campaña del Consejo Nacional de Población lanzada en 1974: “la familia pequeña vive mejor”. Dado el gasto total en los hijos, entre menor sea el número de ellos, más le toca a cada quien.
Lo anterior se refuerza al considerar por sí solo el nivel de escolaridad de las mujeres; a medida que este es mayor, también aumenta su participación en el mercado laboral y, en consecuencia, se incrementa el costo de oportunidad de tener hijos. Por lo mismo se observa que entre mayor es el capital humano de las mujeres menores son las tasas de fertilidad y de natalidad. No solo es menor el número de hijos, sino que además tiende a haber dos fuentes del ingreso familiar.
Segundo y en línea con lo anterior, al haber dos fuentes de ingreso familiar y un menor número de hijos, la calidad de la vivienda tiende a ser mayor, lo que permite que el espacio vital de cada miembro de la familia sea también mayor, es decir, se reduce el hacinamiento dentro de la vivienda.
Tercero, entre mayor es el nivel de escolaridad de los padres, dado que le asignan un mayor valor a la educación, mayor tenderá a ser el gasto destinado dentro del hogar hacia la acumulación de capital humano de los hijos por lo que su nivel de escolaridad será mayor, generando con ello un círculo virtuoso.
Cuarto, como resultado del mayor nivel de escolaridad los hábitos alimenticios y de cuidado de la salud son mejores. Esto no solo se refleja en una mayor calidad de vida para cada integrante de la familia, sino que además existirá un menor ausentismo laboral y escolar, así como una menor presión sobre el sistema de salud.
Quinto, entre mayor es el capital humano de la población, más eficiente y barato es la incorporación de cambios tecnológicos en los procesos de producción, lo que deriva en una mayor productividad factorial total. Es este aumento en la productividad de los factores de la producción lo que hace que el cambio tecnológico se constituya como la principal fuente de crecimiento económico y de aumento en el ingreso real de la población.
Es por lo anterior que la inversión en capital humano tiene que ser lo prioritario para la sociedad y para el gobierno al decidir la composición del gasto público y cabe aquí citar un proverbio chino que, llevado al nivel social, definiría a un estadista: “Si haces planes para un año siembra arroz. Si lo haces por dos lustros, planta árboles. Si lo haces para toda la vida, educa a una persona”. Por las decisiones tomadas, el presidente no es uno de ellos.
Twitter: @econoclasta