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“Finales del 2022 o principios del 2023…”
A lo largo de todo el 2022 escuché varias veces frases como la que da título a esta entrega.
Regularmente las frases iban de la mano con algún plan que se posponía para mejor momento, o decisiones que necesariamente tendrían que esperar. Cuando escuchaba esas declaraciones, no podía evitar pensar que era el reflejo de una fuga hacia el futuro, para poder escapar de la compleja realidad que enfrentamos todos los días.
Y vaya que fue un año difícil – si bien las preocupaciones alrededor del Covid-19 disminuyeron, y tuvimos un regreso casi total a la normalidad, surgieron otros temas que capturaron la atención: la invasión de Rusia a Ucrania, el pronunciado aumento en la inflación, las tensiones entre China y Estados Unidos (sobre todo a partir de la visita de Nancy Pelosi a Taiwán), mientras que en Egipto, en el contexto de la 27 Conferencia de las Partes (COP) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, se hacía un llamado desesperado para reforzar los compromisos en materia de disminución de emisiones.
Por si lo anterior fuera poco, vimos en tiempo real cómo los resultados electorales en países tan diversos como Francia, Estados Unidos, Italia, Brasil o Colombia tendrán consecuencias importantes en el orden mundial.
El deterioro de los pronósticos para la economía y el comercio mundial fue también una constante noticiosa a lo largo del 2022. El optimismo con el que inició el año fue rápidamente sustituido por preocupación, sobre todo cuando se augura una recesión mundial inminente en 2023.
No me parece que los fenómenos descritos sean crisis pasajeras ni tampoco eventos que puedan “arreglarse” corrigiendo algunos elementos aquí o allá. Por el contrario, considero que estamos ante un profundo cambio sistémico, que toca muchas dimensiones de nuestra vida al mismo tiempo y que nos hace cuestionarnos los conceptos que tradicionalmente hemos usado para entender la economía, el medio ambiente, la geopolítica, la democracia, la agenda de inclusión social, etc. Por lo tanto, fugarnos hacia delante, posponiendo decisiones o esperando un “buen” momento para que las cosas sucedan suena poco útil.
Pero estos hechos y estas preguntas, junto con la incertidumbre y ansiedad que pueda generarnos - y que sin duda son muy reales - coexistieron durante 2022 con otros sucesos que nos dan esperanza para lo que viene. La economía de México, si bien no está todavía en el lugar que todos desearíamos, demostró tener una gran resiliencia, y a lo largo del año los pronósticos fueron mejorando, al punto que se espera un crecimiento del PIB de alrededor de 2.5% en 2022. Este resultado se debe en gran medida a nuestra vinculación con los mercados extranjeros y a la relación preferencial que tenemos con Estados Unidos a través del T-MEC. El comercio exterior (es decir, la suma de importaciones y exportaciones) superará un billón de dólares en 2022, al tiempo que la inversión extranjera directa llegará aproximadamente a 40 mil millones de dólares.
¿Qué podemos esperar hacia 2023? Sería ingenuo pensar que los problemas que aquejan al mundo se resolverán de la noche a la mañana, sobre todo cuando los factores que han generado dichos problemas siguen presentes. No obstante, creo que hay elementos para ser optimistas: la situación en Ucrania ha tomado un rumbo mucho mejor que lo que se pronosticaba al inicio del conflicto, la inflación ha comenzado a ceder, y aunque tomará tiempo, los gobiernos de los países más importantes del mundo han comenzado a respaldar su narrativa a favor del medio ambiente con acciones concretas, como el acuerdo para establecer un fondo que apoye la transición energética en los países menos desarrollados. No pensemos que los ejercicios de planeación estratégica o el dibujo de escenarios futuros es ocioso. Es cierto que el futuro, incluso el más inmediato, puede ser desconocido, pero no olvidemos que, en cualquier escenario, los seres humanos continuaremos haciendo lo que consideramos mejor para nuestras familias, nuestro país y nuestro planeta. Allí reside nuestra gran fortaleza, y también nuestra gran esperanza.
¡Reciban mis mejores deseos para este fin de año, y el inicio del 2023!
*El autor es académico de la Universidad Panamericana; previo a eso, desarrolló una carrera de veinte años en el gobierno federal en temas de negociaciones comerciales internacionales.
Twitter: @JCBakerMX