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Opinión

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La gordofobia más allá del discurso

La palabra gordofobia, de ser un concepto estudiado en el ámbito de las ciencias sociales, ha saltado a formar parte del discurso de los medios de comunicación.

La gordofobia es el conjunto de prácticas discriminatorias hacia las personas de gran corpulencia, sea ésta percibida según diferentes parámetros. El término gordofobia se hizo presente para señalar el estigma social que representaba la obesidad desde los años 60, cuando se realizaron algunos de los primeros movimientos de personas que eran discriminadas por su peso en el espacio público y privado. El término gordofobia ha tenido incluso debates científicos, puesto que algunas personas abogaban por darle el nombre de un término medicalizado, es decir, el de obesofobia. En el tema de la discriminación por corpulencia, la medicalización ha jugado un eje central, y no necesariamente positivo, para justificar y perpetuar mecanismos por los que las personas son discriminadas. En inglés y en francés (fatphbia y grossophobie), los términos también se traducen como “gordo”. A muchas personas puede parecerles un término “fuerte”, porque esa percepción en realidad forma parte también de los estereotipos peyorativos que se le ha dado al adjetivo “gordo” cuando se trata de describir una característica física, que no debería de representar un insulto o un discurso discriminatorio.

En los medios de comunicación recientemente se han suscitado polémicas con figuras públicas, en concreto mujeres, por denominarlas “gordas”. Esta palabra que si bien pudiera ser neutra, no puede ser de repente desprovista de todo el aparato social y cultural que conlleva: la persona gorda va cargada de juicios morales, como los de la falta de voluntad por lograr una supuesta delgadez, la pereza, la falta de autodisciplina, o incluso, la falta de equilibrio en la salud mental, todo a raíz de la corpulencia.

La gordofobia es una discriminación no solamente en el discurso al hablar de los cuerpos ajenos o de las señalizaciones a manera de insulto. Es una discriminación sistemática y en la práctica en el mundo laboral, en el ámbito público, en las relaciones humanas y en la vida afectiva de la persona, que va desde poder tener un buen asiento de avión hasta encontrar ropa de su agrado, a ser considerado(a) una persona “exitosa”. El discurso más nocivo de la gordofobia, es el que reduce el tema a decir de manera llana: “Pues si no les gusta ser discriminados, que se pongan a dieta y bajen de peso”, cuando la corpulencia no debiera ser tema para por ejemplo, juzgar las aptitudes de una persona para un trabajo determinado.

La vía de la justificación de la gordofobia a partir de razones médicas, es el argumento más básico de la condición de corpulencia. Y es que la gordofobia no es una práctica que vaya en función de medidas como el Índice de Masa Corporal o la cantidad de masa grasa de los cuerpos. A partir de investigaciones en Ciencias Sociales, se ha comprobado que esta percepción de lo que es ser gordo y de las prácticas discriminatorias asociadas a ello, han cambiado a lo largo de los tiempos y también en función de diferentes sociedades y culturas. Para entender la gordofobia, hay que saber que la idea, percepciones y maneras de referirnos a la corpulencia propia o ajena, están arraigadas en nuestras percepciones de manera nociva. Erradicar los discursos es el primer paso de un iceberg que encierra también prácticas muy arraigadas en la sociedad.

 

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Columnista de alimentación y sociedad. Gastronauta, observadora y aficionada a la comida. Es investigadora en sociología de la alimentación, nutricionista. Es presidenta y fundadora de Funalid: Fundación para la Alimentación y el Desarrollo.

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