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Arte e Ideas

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Damián Ortega total, en el Palacio de Bellas Artes

El máximo recinto para las artes de México abre sus puertas al artista mexicano con una muestra de 80 obras que dan constancia de tres décadas de trabajo, incluyendo piezas nunca antes exhibidas en el país.

Damián Ortega (Ciudad de México, 1967) lleva una camisa de mezclilla azul abierta, y debajo, una playera estampada con una fotografía de Marcel Duchamp, aquél que acuñó el término ready-made para referirse, palabras más, palabras menos, a aquellos objetos manufacturados con funciones diversas que, aislados de su contexto, firmados, fechados y puestos en un museo o en una galería, cobran, ipso facto, una inesperada dimensión artística.

Senda sorpresa para el público que entró este martes al Palacio de Bellas Artes y se encontró de frente, en el primer piso del recinto, detrás de las escaleras duales, el celebérrimo Volkswagen Beetle de 1983 –el vocho, para los cuates–, deconstruido pieza por pieza y suspendido en el aire, como si la gravedad y el tiempo se hubieran detenido, contra toda lógica, en esa atmósfera en la que cada uno de sus elementos decidiera tomar distancia vital del otro, desde los componentes más mínimos, como los 16 pernos de las cuatro ruedas o la icónica concha que porta la placa en la parte trasera del automóvil hasta la enorme tapa curva de la cajuela delantera y los asientos, las llantas y sus cámaras. Absolutamente todo deconstruido y colgando de cables independientes.

La pieza lleva por nombre “Cosmic thing” (2002). A muchos les puede parecer del todo familiar, porque es una obra referente del arte contemporáneo en el mundo y porque fue una de las representantes de México en la 50ª Bienal de Venecia, en 2002, cuando Gabriel Orozco, uno de los maestros y amigos de Ortega, fue curador del pabellón mexicano.

Es increíble enterarse de que esta obra tan fundamental del trabajo de Damián Ortega no se haya expuesto antes en México y que este miércoles se encuentra con el público de la Ciudad de México por vez primera, claro, después de haber tenido una primera parada en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (MARCO).

Ésa es la bienvenida a la exposición Damián Ortega: Pico y elote, que abre este miércoles 10 de abril en las salas Nacional, Internacional, Diego Rivera y Paul Westheim, con una selección de 80 piezas que dan cuenta de 30 años de trabajo artístico del mexicano.

La curaduría estuvo a cargo de José Esparza Chong Cuy, actual director ejecutivo y comisario en jefe de Storefront for Art and Architecture e invitado por Ortega para encargarse de la muestra.

Picos, palas, papel y madera

Durante el recorrido, el público se topará con muchas referencias al trabajo y la alimentación, como anticipa el título. Las piezas elegidas, desde las más pequeñas hasta las de gran formato, hablan sobre un artista que gusta de las herramientas, los objetos de segundo uso, los recursos orgánicos, la madera, la varilla, el barro, la masa, la tortilla, el papel, el hilo. Hablan de un artista que usa las manos, que experimenta con la plasticidad de los materiales.

Está, por ejemplo, la instalación “Controlador del Universo” (2007) –una clara referencia al mural de Diego Rivera que precisamente aloja el Palacio de Bellas Artes–, con decenas de herramientas de todo tipo suspendidas en el aire, como si hubieran sido congeladas después de una explosión desde un punto concéntrico; o “Pico cansado” (1997), un pico de construcción en cuyo mango Ortega trazó surcos, como para vertebrarlo y materializar su fragilidad.

“El pico que se ocupa para la construcción, una herramienta de mucha potencia por el golpe que puede tirar y, de alguna manera, quise hacer un juego, como el del juguete popular de la serpiente de madera vertebrada. Esto le da al pico un carácter mucho más frágil, como si estuviera cansado, fatigado por su trabajo. Y la herramienta se vuelve otra cosa, contraria a su función inicial”, comenta el artista.

También se expone el “Módulo de construcción con tortillas” (1998), una especie de ensamblaje estructural hecho con frágiles tostadas de maíz, y la pequeña pero ruidosa pieza “Pato Bosch” (1997), una máquina lijadora para talla de madera sobre la que el artista colocó una cabeza de pato y la cual, de vez en cuando, se enciende y comienza a caminar.

El ready-made y la cultura mexicana

El artista regala unas declaraciones a El Economista. Se le pregunta precisamente sobre Marcel Duchamp y la relación y evolución del ready-made.

“En algún momento, Gabriel Orozco me regaló un libro de Duchamp. Fue muy emocionante darme cuenta de que Duchamp estaba valorando algo que en México es muy común, que es el acto de recontextualizar un objeto, reutilizarlo, darle una segunda vida, transformarlo con un pequeño gesto para que acabe siendo otra cosa. De alguna manera, este acto (el ready-made) es una costumbre en México, ese juego de resignificar las cosas. Y por eso me parece que sigue teniendo toda vigencia, porque, mientras haya necesidades y una búsqueda de optimizar recursos, siempre habrá un ready-made”, responde.

Es muy de la cultura mexicana pensar en el estereotipo del hombre que encuentra tornillos, piezas o herramientas en la calle y las guarda, las acumula, porque está convencido sobre su utilidad en el futuro. En México, dice Ortega, “se trata de buscar soluciones, de optimizar recursos y posibilidades. Es como el uso del doble lenguaje, donde las cosas no sólo son lo que dicen literalmente, sino que pueden significar otra cosa entre líneas”.

Resulta curioso que, en la Sala Nacional de Bellas Artes, donde ahora expone Ortega, en el 2015 se haya realizado la muestra “La Vanguardia Rusa. El Vértigo del Futuro”, con obra artística de la Rusia del siglo XX, donde el trabajo y sus herramientas, la hoz y el martillo, fueran iconografías fundamentales. Esto se le plantea al artista, quien a todas luces tiene una formación y una postura de izquierda.

“¡Por supuesto! Y ahora, aquí detrás tenemos la utopía azul”, responde mientras señala la serie “Utopía mexicana” (2019), una serie de ropas hechas a partir de bolsas de cemento Cruz Azul, cuyos diseños son referencias a los uniformes que usaban los trabajadores rusos de la década de los 20 del siglo pasado.

“Damián Ortega: Pico y Elote”

  • Museo del Palacio de Bellas Artes
  • Salas Nacional, Diego Rivera, Internacional y Paul Westheim
  • Del 10 de abril al 30 de junio
  • Curaduría: José Esparza Chong Cuy

Más sobre el artista

Ortega comenzó su carrera como caricaturista político. De 1987 a 1992, formó parte del Taller de los viernes, junto con Abraham Cruzvillegas, Dr. Lakra, Gabriel Kuri y Gabriel Orozco. En 2005, fue nominado al Hugo Boss Prize y en 2007 al Preis der Nationalgalerie für junge Kunst. De manera individual, ha expuesto en el White Cube, en Londres; en la Gladstone Gallery, en Bélgica y Nueva York; en el Centre Pompidou, en París; en el Guggenheim Bilbao, en España, y en el Museo Jumex, El Chopo, y kurimanzutto, en Ciudad de México, por mencionar un puñado.

ricardo.quiroga@eleconomista.mx

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