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Demagogia ecológica
Analistas serios creen que el impacto ambiental es mínimo. Hay, en cambio, otras acciones que son más significativas sobre el conservacionismo como, por ejemplo, mitigar el cambio climático.
En enero entraron en vigor las reformas a la Ley de Residuos Sólidos de la CDMX que, como lo menciona un boletín oficial, “prohíben la comercialización, distribución y entrega de bolsas de plástico desechables, llámese un sitio de venta como papelería, zapatería o tienda departamental”. Sin embargo, no se dieron a conocer datos científicos duros para justificar la medida y mucho menos alguna métrica de cómo esto contribuirá a solucionar ecológicamente lo que pretende el gobierno. Sólo nos dijeron, sin mayor fundamento, que una bolsa de plástico tarda “entre 100 y 500 años” en degradarse. Asimismo, nos dicen que ni las bolsas biodegradables se desintegran, y que las únicas autorizadas son las hechas a base de composta.
El boletín menciona algo inédito: “el principal vigilante será el consumidor, quien verá que no se entreguen y, sobre todo, que no aceptará este tipo de bolsas”. ¿Cómo? ¿Deberé hacer denuncias sobre el comercio y los consumidores al observar faltas? Por más que tengamos conciencia ecológica, veo difícil que la ciudadanía se convierta en un ejército de inspectores que se tomen el tiempo de hacer una denuncia de este tipo. Más bien, lo que el gobierno de la CDMX está revelando es que no tiene la capacidad de recursos humanos ni económicos para hacer cumplir y sancionar esta ley.
Analistas serios creen que el impacto ambiental es mínimo. Hay en cambio otras acciones que son más significativas sobre el conservacionismo como, por ejemplo, mitigar el cambio climático alejándose cada vez más de la explotación de los combustibles fósiles y de la emisión de gases de efecto invernadero. Pero este gobierno busca justo lo contrario: producir energía con base en carbón, con lo que se seguirá afectando la biodiversidad y los ecosistemas. La postura oficial ecológica es de hace 50 años.
Con la escasa información científica divulgada y el lenguaje utilizado (“estamos muy contentos porque creemos que le vamos a dar un ejemplo al mundo”), prohibir las bolsas es simplista y no ataca el fondo del problema. Es demagogia ecológica. El fondo es mejorar los métodos de recolección y relleno de residuos y tener mejores técnicas de reciclaje para un buen aprovechamiento energético. Hay que promover una auténtica cultura del reciclaje. Sólo 15% de la basura diaria en la CDMX se recicla. En Japón, gracias a lo anterior, menos de 5% de los desechos terminan en depósitos. En la India, con el plástico reciclado se desarrolló una especie de asfalto para construir caminos.
Necesitamos beneficiarnos de las acciones científicas existentes en el mundo y aplicar las innovaciones en vez de optar por prohibicionismos. Pero con un gobierno que desdeña la ciencia y los avances tecnológicos e impulsa la economía del trapiche, se ve difícil que tengamos una solución real y no demagógica a nuestros problemas ambientales.