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Democracia económica y democracia política: dos caras de una misma moneda
El progreso de un país, entendido como un aumento sostenido en el nivel de bienestar de la generalidad de población en sus diferentes componentes que incluyen, entre otros, el nivel de ingreso y el acceso a servicios públicos de alta calidad se sustenta en la existencia de un arreglo institucional que premie, por sobre todo, la libertad individual para elegir. Esto requiere, como condición sine qua non, un entorno en el cual exista igualdad de oportunidades y los derechos de propiedad estén eficientemente definidos en el marco legal y el gobierno, en su labor de procuración y administración de justicia, cumpla eficiente y efectivamente con su razón de ser que es la de proteger y garantizar estos derechos en contra de actos de terceros que los violenten incluidos, obviamente, actos del propio gobierno.
Un elemento esencial en el arreglo institucional que permita a los individuos ejercer efectivamente su libertad de elección es que los mercados en los que participe se desenvuelvan en un entorno de competencia y esto aplica tanto para los mercados de bienes, servicios y de factores de la producción como en el mercado político.
En su vertiente económica, los individuos tienen como objetivo tratar de maximizar el nivel de bienestar de su unidad familiar. Dado que se enfrentan a que los recursos son escasos, tanto el ingreso (laboral, de capital y financiero) que generaron los miembros de la familia como el tiempo (solo hay 86,400 segundos en el día) es que tienen que elegir como asignarlos entre los diferentes bienes y servicios que consumen.
Naturalmente, entre mayor sea el número de opciones entre las cuales los individuos pueden elegir de quién adquirir los bienes y servicios que consumen, tomado en consideración los tres principales elementos que son precio, calidad y accesibilidad mayor será, en consecuencia, su liberad de elección y, dada la información incompleta de la cual disponen, les permitirá tratar de maximizar su nivel de bienestar. También, entre mayores sean las opciones entre las cuales elegir a quien ofrecerle los bienes y servicios de su propiedad (el ahorro que canalizan al sistema financiero y los servicios laborales que ofrecen a las empresas que los demandan), mayor tenderá a ser su nivel de bienestar.
De esta forma, el bienestar familiar tenderá a ser mayor cuando las decisiones que tomen los individuos ejerciendo su libertad de elegir se hagan bajo un arreglo institucional de los mercados en los cuales predomine la competencia, uno en el cual no se enfrenten a prácticas monopólicas en los bienes y servicios que demandan ni prácticas monopsónicas en los mercados en los cuales ofrecen sus bienes y servicios.
Puesto de otra forma, el bienestar familiar tenderá a maximizarse en un entorno en el cual prevalezca la democracia económica y esto es lo que tiende, simultáneamente, a maximizar el bienestar de la sociedad en su conjunto. La evidencia internacional lo sustenta: entre mayor sea la democracia económica, mayor es el nivel de progreso y de bienestar económico.
De manera similar, el bienestar de los individuos y de la sociedad será mayor cuando el arreglo político sea uno en el cual prevalezca la democracia y haya, por lo mismo, diferentes ofertas y propuestas. Los políticos y los partidos que los aglutinan demandan el voto de los ciudadanos y a cambio hacen una oferta de propuestas de política pública (económica, social, de servicios públicos, ambiental, etcétera). Los ciudadanos, por su parte, en principio analizarían las propuestas de cada uno de los políticos y de los partidos y estarían dispuestos a darle su voto a aquel que más lo satisfaga, habiendo evaluado no solo la calidad y consistencia de lo ofrecido, sino también las posibilidades de cumplirlas. Sí habiéndoles otorgado el voto que los llevó a ser electos no cumplen con lo prometido, en la siguiente elección probablemente perderán, al igual que las empresas que pierden el favor de los consumidores cuando no cumplen con lo ofrecido y en la siguiente compra optan por un competidor.
Y así como existe sólida evidencia de que en aquellos países en donde prevalece la democracia económica son simultáneamente los más desarrollados, también existe esa misma evidencia para la democracia política. Mayor democracia económica y política se traducen en mayor progreso económico porque ambos tipos de democracia son las dos caras de una misma moneda, la moneda de la libertad y del Estado de derecho. Está en nuestras manos consolidarlas y no permitir que nos las quiten.
Twitter: @econoclasta