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Opinión

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La filosofía del fracaso

El pasado 4 de enero el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, durante su conferencia matutina dijo que no tiene tarjeta de crédito ni cuenta de cheques y que su único bien era la quinta de Palenque escriturada a nombre de sus cuatro hijos. El presidente reiteró que nunca ha tenido como objetivo acumular bienes materiales y sostuvo que la verdadera felicidad es estar bien con uno mismo, con su conciencia y con el prójimo. Dio gracias a la vida, aludiendo a la hermosa canción de Violeta Parra.

Yo escuchaba con incredulidad las palabras del primer mandatario, quien no toma en cuenta que la felicidad es subjetiva. Algunos podrán sentirse contentos trayendo en su cartera 200 pesos y un billete de la suerte, otros podremos sentirnos arruinados bajo las mismas circunstancias. Cada uno trabaja en función del bienestar que desea.

El discurso del presidente López Obrador me remitió al extraordinario libro: Masiosare, nuestro extraño enemigo, de Juan Miguel Zunzunegui, quien sostiene que los mexicanos enaltecemos la pobreza y la convertimos en virtud, de ahí la frase: “Somos pobres pero honrados”. Dicho autor nos dice que un pueblo que hace de la pobreza su bandera no tiene visos de salir de ella, y así, al mantenerse pobre, enaltece la miseria. ¿Esa es la filosofía que privilegia el líder de este país?

Me parece que los mexicanos ya queremos pensar diferente. Tenemos muy claro que es tiempo de asumir nuestras responsabilidades y oportunidades, de actuar distinto. Como lo dice Zunzunegui, debemos cambiar el rumbo, mover la historia. Es tiempo de erradicar la pobreza, el rencor, el egoísmo y la anarquía.

Partiendo de estas reflexiones, resulta anacrónico lo que predica el presidente de la República desde Palacio Nacional. Su intención de incrementar simpatías empieza a resultarle adversa.

El gobierno anterior no pudo implementar un canal efectivo de comunicación con la gente y ese fue uno de sus errores. De ahí que las conferencias matutinas del presidente López Obrador parecían una gran idea. El problema es que se desvirtuaron y se convirtieron en el espacio para que día a día el primer mandatario descalifique a quienes piensan distinto a él.

Ayer por ejemplo, sostuvo que la prensa es fifí cuando es mal intencionada o tendenciosa. Dijo, aludiendo veladamente al periódico Reforma, que se dan baños de pureza cuando son unos reverendos hipócritas que se regodean de la autocomplacencia, que emiten juicios sumarios y que son incapaces de rectificar.

Así es el discurso del presidente, quien soslaya que durante su trayectoria no le ha sido favorable la arenga agresiva. En el 2006, su célebre: “cállate chachalaca”, le cobró elevados costos políticos.

Si bien es cierto que de momento es el hombre más poderoso del país y conserva una elevada popularidad, el encanto puede terminar repentinamente. Su administración apenas lleva 40 días, tiene mucho qué cuidar.

La tendencia de gobernar intempestivamente y sin planeación, ha ocasionado graves errores impactando directamente en el ánimo de sus electores, quienes empiezan a ser presas del arrepentimiento.

Se podría realizar una encuesta en las interminables filas de vehículos que se forman en las gasolineras de diversas partes del país demandando combustible y se testificaría el severo descontento ciudadano que prevalece en contra del gobierno federal.

La decisión de enfrentar el huachicoleo y combatir el saqueo a los ductos de Pemex es plausible, pero también es verdad que se podía hacer sin perjudicar a los ciudadanos. Si un gobierno quiere ser eficiente, debe planear con rapidez y ejecutar con diligencia. Pero improvisar, jamás.

@Ernesto_Millan

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