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Las fallas que llevaron a reformular el programa de estancias infantiles
Violencia contra los niños, padrones inflados y red de prestanombres son algunas de las razones por las que cambiarán las reglas de operación del programa federal.
Había tolerado los pagos injustificados y excesivos de la estancia infantil. Pero cuando Marcela supo que su niño de dos años y medio se orinó en su ropa porque la maestra lo sacó del salón y le gritó, fue lo último que admitió.
La joven de 24 años coincide con el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador en que hay muchas anomalías en estos centros de cuidado para niños. Opina que algunos han aprovechado para hacer negocios a costa de la seguridad de miles de pequeños.
La Auditoría Superior de la Federación (ASF) indicó la semana pasada que la política de guarderías y estancias infantiles presenta deficiencias, por ejemplo, en la capacitación de quienes atienden a los menores.
Señaló que no se dio acceso a todos los infantes para quienes se solicitó el servicio, no hay certeza de la seguridad y calidad, y no se ha comprobado si los pequeños adquirieron los conocimientos, habilidades, destrezas y actitudes necesarios para su desarrollo integral.
El tema ha sido polémico. Organizaciones feministas y por los derechos de la infancia se han manifestado en contra de los cambios planteados por el gobierno federal. Señalan que, al quitarle presupuesto a las estancias, afectarán a las madres trabajadoras.
No desaparecen, pero cambian
El Programa de Guarderías y Estancias Infantiles para Apoyar a Madres Trabajadoras inició en 2007, en el gobierno de Felipe Calderón. Estaba dirigido a quienes no contaran con seguridad social.
La entonces Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) otorgaba el recurso económico a los responsables de las estancias.
Hace unas semanas el presidente López Obrador anunció que el dinero será entregado directamente a las mamás o papás. Cada dos meses les depositará en tarjetas bancarias 3,600 bimestrales a quienes tengan hijos con discapacidad. El resto recibirán 1,600 pesos.
El mandatario ha insistido en que el programa no desaparecerá. Pero cambiarán las reglas de operación para evitar, por ejemplo, que haya prestanombres para abrir estancias.
Violencia contra un niño
“Fue una experiencia muy mala”, recuerda Marcela sobre la estancia de Sedesol, Baby Hills. Fue en 2017, ella tenía 22 años y su pequeño dos y medio.
La cuota de inscripción fue de 3,000 pesos y la mensualidad de 2,500. Incluía la comida, pero regularmente le cobraban extra por los alimentos. Por los materiales que le pidieron, gastó casi 5,000 pesos, y nunca le quisieron mostrar qué se hacía con ellos.
En algún momento las maestras le dijeron que su hijo era violento. Aunque en casa no era así, decidió llevarlo con una psicóloga infantil, quien descartó esa afirmación.
La terapeuta visitó la estancia y se dio cuenta de que a la hora de la comida las maestras sólo les dejaban el plato frente a ellos. “No se acercaban a apoyarlos”.
Su hijo estaba en la etapa de control de esfínteres y regularmente se lo entregaban mojado, oliendo a orines. A pesar de que eso era evidente, le decían que era agua.
Uno de esos días en que el niño volvió orinado, la maestra le dio esta explicación: no quiso tomar la siesta con los demás, así que lo sacó del salón, lo sentó en el patio y le gritó.
Según la propia maestra, cuenta Marcela, el pequeño comenzó a llorar y ella le decía: “¡Eso, llora más, llora más! Y se hizo pipí”. Al siguiente día ya no llevó a su hijo, pero ella y su esposo buscaron al director, quien les dio la opción de cambiarlos de maestra.
“Por supuesto, no lo aceptamos”. Después de eso el niño tuvo que estar en terapia psicológica más de un año. Tenía problemas de lenguaje y mucho miedo de ir a la escuela, creía que le pegarían, comenta la madre.
Cuando pudo comenzar a hablar mejor, dijo que le pegaban en la cara y lo pellizcaban.
Instalaciones riesgosas
Adriana Montiel, subsecretaria de Bienestar, dice que una de las irregularidades es el padrón inflado y “estancias fantasmas”. Actualmente hay 330,000 niñas y niños inscritos. Pero 20,000 usuarios tienen el beneficio de las guarderías del ISSSTE y 77,000 las del IMSS.
También habló de sobornos a los supervisores. A pesar de que el DIF detectó que 40% de las estancias está en riesgo total, muchas fueron aprobadas y siguen operando.
La Baby Hills, por ejemplo –en la esquina de Violeta y Guerrero, en la colonia Guerrero— se ubica en la planta baja de un edificio habitacional de cuatro pisos. “Alguna vez, cuando mi niño estaba ahí, hubo un incendio en uno de los departamentos de arriba”, expone Marcela.
La estancia fue evacuada. Llevaron a los niños a la calle, en el cruce de dos avenidas principales, por una de las cuales transita el Metrobús.