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Productividad laboral afloja el paso en julio-septiembre

El indicador medido con base en horas trabajadas ha mejorado al acelerarse la inversión fija en el país, pero todavía no recupera su nivel previo a la pandemia.

En palabras del titular de Marath Bolaños, titular de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), México vive una “primavera de los derechos laborales”, gracias a una serie de cambios sin precedentes que empoderan al factor trabajo.

Destacan los mayores salarios, la eliminación de la subcontratación laboral, más días de vacaciones y el fortalecimiento de la contratación colectiva; sin embargo, la productividad de la mano de obra, que es el principal soporte para multiplicar el bienestar material derivado del trabajo, aún avanza a la zaga.

Durante el tercer trimestre del año, el Índice Global de la Productividad Laboral de la Economía (IGPLE) con base en horas trabajadas creció apenas 0.1%, de acuerdo con el reporte respectivo divulgado este viernes por el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi).

El magro avance contrastó con el crecimiento trimestral de 2% observado durante el segundo trimestre que, quitando la subida atípica del segundo trimestre del 2020 (de 8.7%, pero alterada por el cierre de actividades económicas no esenciales para mitigar la propagación del Covid-19), ha sido el mayor salto trimestral desde el último cuarto del 2009.

El indicador todavía no recupera su nivel previo a la pandemia: está 1.5% por debajo de la lectura del primer trimestre del 2020. Y está 7.4% por debajo del nivel del segundo trimestre del 2014, su último pico histórico (descontando también en este caso la lectura atípica del segundo trimestre del 2020).

La productividad laboral depende de la dotación de capital físico con el que se equipa a la mano de obra, del nivel tecnológico de los medios de producción y de la organización de los procesos productivos. Por ello, el ritmo de la inversión fija es un determinante del crecimiento de la productividad.

Inversión, limitante

En México, desde mediados del 2018 la inversión fija mantuvo una trayectoria bajista hasta la primera mitad del 2020, en coincidencia con la pandemia.

Su recuperación fue más lenta que otros componentes de la demanda agregada como el consumo privado o las exportaciones y no fue sino hasta finales del 2022 que pudo recuperar su nivel prepandémico, impulsada por la inversión en obras públicas insignia (Tren Maya, Corredor Interoceánico, etc.), pero también en coincidencia con el ánimo por la relocalización de inversiones hacia México (nearshoring).

A septiembre, la inversión fija bruta creció un notable 19.8%, sin embargo, en el tercer trimestre se desaceleró, al crecer 4.9%, frente al 7.8% del segundo cuarto del año. Este menor ritmo inversor coincidió con la baja en el dinamismo de la productividad laboral.

empresas@eleconomista.mx

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