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El gober chiquito
Era el 2017 cuando Kellyanne Conway promovió la marca de ropa de Ivanka Trump, durante una entrevista con Fox News. El comentario levantó varias cejas, y la discusión se centró en la ética y la distancia que mantenían o no, el presidente y su hija/consejera con sus negocios. Ivanka Trump terminó por cerrar su marca.
La semana pasada, el gobernador de Baja California, Jaime Bonilla, invitó desde su conferencia prensa, a que la población no lea periódicos y solo vea noticias en su plataforma de medios. Bonilla es propietario de PSN, que cuenta con cinco estaciones de radio, una concesión de televisión y una plataforma en línea. De por sí, pedirle a la población que no lea periódicos, tendría que ser escandaloso, anunciar sus negocios desde un espacio pagado por los contribuyentes del estado, rebasa todos los límites. Por supuesto, ésta fue su respuesta a la demanda que más de noventa periodistas de Baja California, hicieron a la presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, ante las agresiones y descalificaciones que la prensa ha sufrido desde que llegó al poder. Por cierto, ¿alguien ha visto a Rosario Piedra? Porque algo similar sucede en el ámbito federal. Ah ya, eso es cosa del pasado, como dijo cuando la cuestionaron sobre los asesinatos a periodistas.
Jaime Bonilla, aprovecha el reflector del gobierno, para informar lo que quiere y como quiere, negándose a responder vía transparencia, argumentando que su ejercicio mediático es suficiente, y descalificando cuestionamientos, evidencia y el trabajo de la prensa. Jaime Bonilla es, un AMLO chiquito. Aunque mientras el presidente cuenta con algunos portales y comunicadores que nacieron y viven gracias a sus alianzas con el poder, Bonilla es propietario de medios de comunicación.
Los parecidos saltan a la vista, pero más allá de comparaciones entre personajes que incluso se son incómodos entre ellos, quiero centrarme en el llamado de ambos, a no pensar.
Uno tiene esta estrategia: lo que él no lee o no conoce, no es importante o no existe, trasladando la responsabilidad a lo otro, y desplazando la mirada de su propia ignorancia. El otro quiere que nadie lea lo que no le es favorable. Ambos invitan descaradamente a la celebración de una visión única, la suya. Ambos quieren que se deje de pensar, si no es para pensar como ellos.
El presidente incluso ha avanzado más en este concepto, conocedor de que no podrá generar riqueza en la población, ha romantizado la pobreza y vilipendiado la riqueza, aun dentro de su acaudalado gabinete. A sabiendas de que tampoco garantizará educación de calidad, ni quiere o puede costear funcionarios preparados, ataca la preparación y el conocimiento, como si el resto del mundo no supiera en donde estudió la mayor parte de integrantes de su gabinete.
Han puesto así, este estilo de gobernantes, la ideología por encima del pensamiento crítico. Porque la ideología no permite preguntas, y ellos no están listos para contestarlas con la verdad.