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Opinión

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Escándalo en plaza Artz

Si en verdad las cosas van a cambiar en materia de ética pública, el escándalo en plaza Artz debe terminar en varias consignaciones, tanto de promotores como de funcionarios. ¿Ocurrirá?

En mi calidad de vecino de la zona sur de esta ciudad capital, les compartí a varios interlocutores un pronóstico: en ese nuevo centro comercial plaza Artz (sobre la lateral del Periférico cerca de la salida Picacho) se va a producir un desastre. Toda vez que su construcción —claramente irregular y antirreglamentaria— fue autorizada sobre un cauce de agua, cuando se produzca una inundación en la zona se va a provocar la pérdida total de cientos de automóviles y posiblemente de muchas vidas humanas.

No se necesitaba ser un genio para formular tal pronóstico. Cuando el agua de una tromba desciende en avalancha, recuerda en su camino sus cauces naturales. Así ocurrió ya una ocasión en el pasado cuando el torrente arrasó parcialmente con varias instalaciones, entre ellas la agencia Honda que se ubica poco más hacia el norte en esa misma lateral del Periférico.

Pero mi pronóstico tuvo poco tiempo para concretarse. A tan sólo unos meses de la inauguración de plaza Artz la irregularidad del proyecto se convirtió súbitamente en escándalo cuando una parte de la audaz construcción se vino debajo de manera imprevista. Tal vez el desplome se produjo a causa del despropósito mismo de construir sobre el subsuelo inestable de un cauce de agua.

Muy previsiblemente, la intención de los inversionistas en el centro comercial plaza Artz debe ser salvar el proyecto a toda costa. Como es posible constatarlo a simple vista, es mucho el dinero ahí invertido no únicamente para el propio centro comercial sino para las tiendas, oficinas y restaurantes que ya se habían instalado ahí. Y obviamente la palanca principal a la que se pensará recurrir para tales fines será la misma por medio de la cual se consiguió el ilegal permiso para el uso del suelo sobre un cauce de agua: el cohecho en gran escala.

El Artículo 27 de la Constitución es muy preciso en que al igual que los ríos, los cauces de agua son propiedad inalienable e imprescriptible de la nación. Sin embargo, ya en la práctica estos últimos pueden ser objeto de privatización si los funcionarios públicos encargados de su custodia se benefician en perjuicio del interés público. Si en verdad las cosas van a cambiar en México en materia de ética pública, el escándalo en plaza Artz debería terminar en varias consignaciones, tanto de promotores como de funcionarios. ¿Ocurrirá?

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