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Opinión

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Fin de la última dictadura española

El régimen de Franco y el surgimiento del grupo terrorista ETA restringieron libertades.

El final de ETA regresa la tranquilidad entre quienes revisaban el motor de sus autos antes de arrancarlo por miedo a que estallara; contemporiza a España en la Europa del XXI, donde no existen grupos terroristas, y regresa los grados de libertad a los ciudadanos al caminar por las calles sin el temor de recibir una bala en la nuca, sin embargo, la forma en que Euskadi Ta Askatasuna (ETA) anunció su disolución genera un mal sabor de boca.

En el comunicado que ETA dio a conocer la agrupación terrorista no pidió perdón a las víctimas. Dos semanas atrás sí lo hizo pero sólo a quienes, careciendo de vínculos con el conflicto, fueron asesinados, heridos o secuestrados. Es decir, a sus blancos estratégicos, como lo fueron la guardia civil y la clase política, ETA justificó sus asesinatos.

Queda claro que el anuncio de ETA revela la ausencia de un acuerdo de paz como el negociado por el presidente colombiano Juan Manuel Santos con las FARC.

En realidad, los componentes que explican la desintegración de ETA son el debilitamiento de los terroristas impulsado por la fuerza del Estado y la ausencia de apoyo a la agrupación entre las sociedades vasca y, naturalmente, la española.

La cuna de ETA tuvo como entorno ideológico al franquismo, sin embargo, y de acuerdo al periódico El País, 93% de los 850 asesinatos los cometió después de la muerte del dictador Francisco Franco, en 1975.

El 20 de diciembre de 1973, el automóvil en el que viajaba el inminente sucesor de Franco, el almirante Luis Carrero Blanco, voló materialmente por los aires para quedar incrustado en la azotea de la Casa Profesa, anexa a la iglesia donde había asistido a misa.

Después de la muerte de Franco llegaron, en varias etapas, una serie de indultos y una amnistía general como preámbulo de lo que sería la apertura de la democracia en el país. El 14 de octubre de 1977, el presidente autonómico del País Vasco Xabier Arzalluz decía: “Invoco una amnistía de todos para todos, porque hay que recordar, aunque sea por última vez, que aquí nos hemos reunido personas que hemos militado en campos diferentes, que hasta nos hemos odiado y hemos luchado unos contra otros, gentes que han padecido largos años de cárcel y de exilio junto a otros que han compartido responsabilidades en gobiernos que causaron esos exilios y esas cárceles”. Y sin olvidar que “hechos de sangre ha habido por ambas partes” (Patxo Unzueta, El País, 20 de noviembre del 2015).

Arzalluz pensaba que con el perdón la violencia de ETA no regresaría jamás a las calles de España y Francia. Se equivocó. Tuvieron que pasar 33 años para que ETA dejara de matar. Ocurrió el 16 de marzo de 2010 en la localidad francesa Dammarie-lès-Lys: tres etarras asesinaron al policía Jean-Serge Nèrin.

Ayer, la Cadena Ser reveló que el gobierno del presidente Zapatero informó al entonces partido opositor PP el contenido de los diálogos de negociación que su gobierno sostuvo con la ETA casi en tiempo real, inclusive, le adelantaba lo que el presidente tenía pensado decir días después a los medios de comunicación. Cuando Rajoy ganó las elecciones, le reprochó de manera mezquina que él, Zapatero, había provocado que ETA se expandiera.

Fue profesor investigador en el departamento de Estudios Internacionales del ITAM, publicó el libro Referéndum Twitter y fue editor y colaborador en diversos periódicos como 24 Horas, El Universal, Milenio. Ha publicado en revistas como Foreign Affairs, Le Monde Diplomatique, Life&Style, Chilango y Revuelta. Actualmente es editor y columnista en El Economista.

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