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“Ibuka”
Veintisiete años han pasado de aquel 7 de abril de 1994. Un día antes, el asesinato del presidente Habyarimana marcó el inicio del genocidio Tutsi en Ruanda. En menos de 100 días, se calcula que entre 800,000 a un millón de personas perdieron la vida.
Hoy en día, una foto, una cartera, una credencial o un trozo de tela se convierten en un tesoro invaluable y da la esperanza a madres, padres, viudas, abuelos o hijos de encontrar a los suyos. Un proceso aún doloroso para la mayoría de las familias en Ruanda que ignoran en dónde murieron los suyos y en dónde descansan sus restos. Hay personas que incluso no cuentan con una imagen de sus familiares, sólo les queda el recuerdo. La memoria. Así es la reconstrucción de geografías familiares.
La sociedad ruandesa carga sobre sus hombros un peso enorme pero necesario por el proceso de reconciliación y de memoria. Para la mayoría, algunos países europeos son los responsables y los consideran incluso como cómplices. Francia no es la excepción.
Por ello, el presidente francés Emmanuel Macron estableció en 2019 una comisión de especialistas e historiadores para desarrollar un reporte sobre la responsabilidad del Estado francés en el genocidio perpetrado contra los Tutsis en Ruanda. El documento conocido como “El reporte Duclert” junto con el reporte “Muse”, encargado por las autoridades ruandesas a un grupo de abogados americanos, son en parte un “epílogo” que contribuye a la construcción de la verdad sobre el genocidio.
Hace seis días, Macron viajó a Kigali, Ruanda, para encontrarse con su homólogo Paul Kagamé y restablecer las relaciones diplomáticas entre Paris y Kigali, afectadas durante varios años debido a las fricciones entre ambos países. Ahí mismo, en el memorial de las víctimas, el presidente francés reconoció el rol y la responsabilidad del Estado francés en el genocidio al proporcionar su apoyo al régimen genocida entre 1990 a 1993.
Frente a la tendencia negacionista del genocidio o el desinterés de la opinión pública en Francia, Macron rompió el silencio: -“Francia no ha sido cómplice, pero ha permitido durante demasiado tiempo que el silencio prevalezca sobre el examen de la verdad”, y añadió que “sólo aquellos que han pasado por la noche quizás puedan perdonar, darnos el regalo del perdón”.
Sin embargo, la justicia está pendiente. Algunos sospechosos de perpetuar el genocidio encontraron en Francia un nuevo hogar. Algunos de ellos huyeron en 1994 a través de Zaire, hoy en día la República Democrática del Congo, y encontraron en Francia una vida complaciente. De 1995 a la fecha, más de una treintena de denuncias contra todos aquellos sospechosos y responsables que adoptaron la nacionalidad francesa por naturalización y que siguen sin hacer frente a la justicia, no han rendido frutos. La falta de medios y de voluntad política es inmensa.
Pero por fortuna, el financiador del genocidio tutsi e importador de un inmenso número de machetes, Félicien Kabuga, fue capturado en Francia el pasado 16 de mayo bajo una identidad falsa. Kabuga presidia la radio “Mille Collines” o mejor conocida como “Radio Machete”, en dónde la noche del 7 de abril de 1994 se escuchó la instrucción “no maten a las cucarachas con una bala, córtenlas en pedazos con un machete”. Kabuga, de 84 años enfrentará pronto a los tribunales de justicia internacionales.
“Ibuka” (yo me acuerdo), es una exigencia de dignidad porqué el silencio ha prevalecido. Es también una exigencia de justicia, pues los impunes siguen sin enfrentarla. Es una cuestión de democracia, pues las instituciones francesas fallaron durante mucho tiempo. “Ibuka” es una cuestión de humanidad, de empatía hacia las víctimas, de escuchar para romper el silencio, de restablecer la memoria y hacer frente al olvido.
Ibuka.
*Maestro en Asuntos Europeos e Internacionales por la Universidad de Lille en Francia. Licenciado en Relaciones Internacionales por el ITESO, Universidad Jesuita de Guadalajara.