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Opinión

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La OMS tiene la primera y última palabra sobre variante ómicron

Syringes with needles are seen in front of a displayed stock graph and words

Syringes with needles are seen in front of a displayed stock graph and words REUTERS, X02714

La Organización Mundial de la Salud (OMS) debería ser el centro de atención global desde que el virus Covid-19 se asentó en el mundo con efectos de pandemia.

Frente a la rápida expansión de la ignorancia, negacionismo y/o del movimiento anti vacuna, la OMS reveló ayer que “aún no está claro si la nueva variante del coronavirus ómicron es más transmisible en comparación con otras mutaciones del SARS-CoV-2 o si causa una enfermedad más grave” (AFP), sin embrago, en algunos gobiernos y medios de comunicación tal pareciera que un grupo de políticos ya emitió su diagnóstico sobre la variante ómicron: “No pasa nada, salgan a bailar que ya vienen las posadas”.

La ciencia relegada a intereses privados y/o políticos.

La agencia AFP, que tiene una de las mejores coberturas en el mundo, publicó ayer a las 9:36 de la mañana una nota preocupante: “Alto funcionario de Salud de México minimiza riesgos de variante ómicron”, en referencia al subsecretario Hugo López-Gatell.

Gatell reloaded.

“La información difundida sobre los riesgos de la nueva variante es desproporcionada respecto a lo que muestra la evidencia científica existente”, comentó el político y médico mexicano, fake news.

La OMS dijo que comprender el nivel de gravedad de ómicron "llevará de días a varias semanas" (Reuters).

No hay evidencia porque los estudios comienzan a realizarse. La Organización Mundial de la Salud (OMS) dijo que aún no está claro si ómicron, detectado por primera vez en el sur de África, es más transmisible que otras variantes o si causa síntomas más graves de la enfermedad.

"Los datos preliminares sugieren que hay un aumento de las tasas de hospitalización en Sudáfrica, pero esto puede deberse al aumento del número total de personas contagiadas, más que al resultado de una infección específica", dijo el organismo.

Por lo pronto, decenas de países han comenzado a reaccionar. La curva de aprendizaje que ha dejado el Covid-19 a lo largo de casi dos años desde que fue detectado en un mercado de Wuhan, China, no permite errores por el costo en vidas humanas que asciende a cinco millones al día de hoy, principalmente en Estados Unidos, México, Brasil, Reino Unido e India.

Israel cierra aeropuertos para extranjeros; Reino Unido regresa a la obligatoriedad del cubrebocas, y su Gobierno convoca una “reunión de emergencia” de los ministros de salud del G7 para abordar el tema de la variante ómicron; la Unión Europea acepta que “estamos en una carrera contra el reloj", dijo Ursula von der Leyen (presidenta de la Comisión Europea); Australia cierra fronteras a personas de origen africano; los suizos votaron sí el día de ayer a la ley que permite instaurar el pasaporte covid en el país, en plena quinta ola de la pandemia; Estados Unidos prohibirá la llegada de viajeros de ocho países del sur de África; Arabia Saudí extendió la lista de países con los que suspende vuelos a 14; Kuwait y Catar (importante centro neurálgico aéreo) también anunciaron restricciones con nueve y cinco países africanos, respectivamente.

El Covid-19 ha retrasado el reloj en muchos países: los niveles de pobreza serán similares a los que tenían en la década de los años noventa y los niveles de endeudamiento dejará a los visto en los ochenta en un resfriado.

“Cada una de las advertencias de la comunidad científica acerca de las mutaciones de este tipo de virus y de la imposibilidad de hacerle frente en silos han chocado con el pavor electoral de nuestros gobernantes y el desinterés de nuestras sociedades”, escribe Gonzalo Fanjul, director de Análisis del Instituto de Salud Global de Barcelona, ayer en El País.

Es lamentable que la Organización Mundial de la Salud no haya sido el ente global más seguido por el mundo, en particular, por los políticos a los que Fanjul se refiere.

@faustopretelin

Fue profesor investigador en el departamento de Estudios Internacionales del ITAM, publicó el libro Referéndum Twitter y fue editor y colaborador en diversos periódicos como 24 Horas, El Universal, Milenio. Ha publicado en revistas como Foreign Affairs, Le Monde Diplomatique, Life&Style, Chilango y Revuelta. Actualmente es editor y columnista en El Economista.

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