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La Vecindad Santanera en Xcaret
Turismo y música al guapachoso ritmo del Festival de Tradiciones de Vida y Muerte. Pregunta: ¿En Xcaret quién ya no conoce a un magnífico bailarín? Ese que anda siempre muy bien vestidito que parece maniquí.
En estos primeros días del ceremonioso mes de noviembre, con la sombra de la tormenta Lisa a un lado, el mejor parque del mundo, de acuerdo con la Asociación Global para la Industria de Atracciones (IAAPA, por sus siglas en inglés), retomó sus conciertos de gala luego de dos años de pausa obligada por la pandemia.
Los organizadores apostaron al espectáculo de La Vecindad Santanera como la mejor forma de celebrar la vida honrando a la muerte.
En el escenario del Gran Tlachco de Xcaret, la noche del primero de noviembre y en poco más de dos horas, se compartió esa fusión de ritmos (danzón, ska, guaguancó, merengue…) que hacen mover el cuerpo, con todo y que sea la primera vez que alguna persona escuche en vivo a esas bandas o grupos o conjuntos que antes escucharon sus padres, tíos o abuelos.
Roco Pachukote, una de las piezas clave de La Maldita Vecindad, entre brinco y canto, se mostró agradecido por estar presente en un lugar mágico, milenario: el territorio maya. Y en un parque natural que por estos días recibe unas 15,000 personas cada 24 horas, por ser su mejor temporada del año.
“Estamos vivos, estamos sanos, estamos juntos”, dijo el también llamado artivista espiritual, antes de volver a hacer coros en aquella pieza que sugiere: a bailar el sonsonete muchachas, a cantar el sonsonete muchachos.
Antes sonaron Bomboro quiña-quiña y Pata de Perro. Luego eso de que ya lo pasado-pasado y que todo quedó en el ayer, El mudo, Don Palabras, Solin, Yolanda (cuando una chica dijo a su acompañante: esa le gusta a mi tía, la mayor).
En el escenario del Gran Tlachco un par de horas antes se presentó el gran espectáculo de la cultura mexicana que tantos turistas, nacionales e internacionales, atrae.
Ahí se comparte la gran historia de nuestro país con cientos de artistas que laboran con una envidiable precisión y producción.
Luego, en el mismo espacio había otros artistas guapachosos, pero el mismo entusiasmo. En el piso algunas veladoras y cientos de flores de cempasúchil. Honor y agradecimiento. Luz para llegar al Mictlán y música para recordar.
Afuera, ríos de visitantes maquillados gustosamente para la ocasión. Calacas y cocos. Catrinas. Todos disfrutando también del estado invitado: Tlaxcala.
Adentro seguía la alegría. Cuando sonó la canción del orangután se escuchó un maldito sonido santanera que se queda en el corazón: esas tres trompetas y una saxofón se unieron con potencia.
En algún momento se percibió un perfume de gardenias mezclado con incienso. La noche maya de día de muertos seguía con el mismo ritmo que la recuperación del sector turístico y de la vida misma.
Xcaret tiene ahora una nueva historia que contar y los visitantes una experiencia por compartir.
Por cierto, el magnífico bailarín es conocido como Panchito. Paz, baile y turismo sean.