Lectura 3:00 min
La chatarrización institucional
antes de continuar con la chatarrización de las instituciones, a López Obrador debe quedarle claro que hay todo un cuerpo analítico y empírico que sustenta la institucionalidad para el bienestar social.
El presidente agitando su bandera frente a un tren atemporal, viejo, grafiteado, en una palabra, una chatarra. La escena no podría haber tenido mejor expresividad: el empeño presidencial en la chatarrización de la economía, de todo lo que sirve, de las instituciones. Actúa como un dinamitero. Su barrena ha socavado a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, a la Comisión Reguladora de Energía, a ProMéxico, al Seguro Popular, entre otros. Su siguiente objetivo: reventar al Instituto Nacional Electoral porque le estorba. Está acabando con la institucionalidad del estado de derecho.
Viene a colación lo anterior, pues hace un par de semanas fallecieron dos brillantes economistas que destacaron la relevancia de una sociedad libre y abierta fundamentada en el estado de derecho. Me refiero a Oliver Williamson —de la Universidad de California-Berkeley, premio Nobel en el 2009— y Alberto Alesina, hasta su muerte profesor en la Universidad de Harvard. Cada uno postuló la creación de instituciones como el medio para que una sociedad defina las reglas del juego y los derechos de propiedad que, al ser respetados, generan un entorno estable para el crecimiento económico y el bienestar.
Wiliamson, en el campo de la organización industrial, estudió los arreglos que pueden hacerse para la resolución de conflictos entre privados y el gobierno, de tal forma que minimicen los costos de transacción. Sus trabajos amplían en ese sentido el famoso Teorema de Ronald Coase (premio Nobel en 1991). En 1986 publicó Los mecanismos de la gobernanza, donde resume el funcionamiento de las instituciones con base en la teoría de los costos de transacción y el respeto a los contratos. En su teoría de la empresa, establece la interacción con las políticas públicas en un marco de libertad y democracia. Sin duda, enseñanzas para el México actual.
Alberto Alesina realizó importantes contribuciones a la interacción entre la economía política, la política y la macroeconomía. Fue pionero de la corriente de la economía de la elección pública. Sostuvo que fenómenos como los ciclos de negocios no pueden abstraerse de las consideraciones políticas que moldean los incentivos que enfrenta el sector privado ante el estado. Ello está expuesto con claridad en su libro de 1997: el ciclo político y la macroeconomía. Para entender el largo plazo de las naciones, Alesina conminó a la profesión a examinar cuidadosamente la relación causal entre la cultura y las instituciones formales y democráticas de los estados. Al igual que Williamson, entendió que las reglas del juego de una sociedad estructuran los incentivos para determinar los resultados de los ciclos económicos en beneficio de la sociedad.
Sería mucho pedir que López Obrador se enterara de las lecciones de Williamson y Alesina. Seguramente los tildaría de neoliberales y conservadores. Pero le debe quedar claro que, antes de continuar con la chatarrización de las instituciones, hay todo un cuerpo analítico y empírico que sustenta la institucionalidad para el bienestar social. No es economía con ninguna etiqueta, es simplemente buena economía.